El cura Merino, valiéndose de su hábito, se había colado en la basílica de Atocha, adonde Isabel II había llevado a misa a su hija, nacida poco antes, y había asestado una cuchillada a la monarca, que se libró de la muerte gracias a que el corsé amortiguó el golpe del cura, quien fue detenido en el acto.