La Semana Santa es el momento más importante para la religión católica. Durante este tiempo, podemos ver la arquitectura sacra de nuestros pueblos recuperar su función original: alabar al Señor. Con la llegada de la Semana Santa la arquitectura sacra en nuestro pueblo, que durante todo el año aparece muda, callada, nos habla más que nunca en los días sacros.
Esa mezcla de diferentes estilos arquitectónicos que se han ido incorporando a lo largo de los siglos. Desde el arte románico hasta el gótico, pasando por el barroco y el neoclásico creada con un propósito muy claro: alabar al Señor, nos revela más que nunca en estos días sus más profundos secretos. Cada iglesia, ermita o capilla tiene su propia historia y su propia razón de ser. La arquitectura sacra es el reflejo de la devoción y la fe de nuestros antepasados.
La Caridad en la Plaza de San Sebastián no es sino la resurrección de la Marchena del XVII, con sus epidemias, sus hospitales, y por supuesto la obra viva de Miguel de Mañara, su fundador.
La Marchena del pasado se conformó justamente entre dos calles con nombres de santos, San Pedro, uno de cuyos tramos pasó a llamarse Las Torres, y San Sebastián, que también daba nombre en el pasado a Rojas Marcos. De esta forma se confirguraba así una gran cruz, gracias a la intersección de las dos principales calles.
Aunque las procesiones, los pasos y los nazarenos sean el centro de atención de todo el pueblo. La arquitectura sacra permanece como mudo testigo de lo que fuismos, y que hay marca el escenario perfecto para este evento religioso.
San Agustín, San Sebastián, San Juan, San Andrés, Santa María, Ducal o Dulce Nombre, la plaza principal se convierte en el escenario perfecto para la salida y la entrada de las procesiones. La arquitectura de las fachadas de las casas y de la propia plaza se fusiona con la imaginería religiosa para crear un ambiente único.
Las plazas son el punto de encuentro de las diferentes procesiones. En plazas como San Agustín, la arquitectura sacra se fusiona con la religión popular para crear un ambiente mágico e inolvidable.
Las calles se convierten en el recorrido de las procesiones. Calles como San Francisco se visten de gala para recibir a los nazarenos y a los pasos. La arquitectura de las fachadas de las casas se convierte en un elemento más de la procesión.
La calle nueva -esa, que se abrió en el siglo XV para dar salida a los caballos-, La Carrera de Caballos, hoy Carreras, solo recupera esa función en Semana Santa como punto de salda natural del barrio de San Juan y mas especófocamente el Viernes Santo, cuando ve pasar las tropas y centurias romanas, como la de Jesús Nazareno, que llevan romanos a caballo.
Ni que decir tiene que la Plaza Ducal solo es lo que fue un dia al año y ese día es el Viernes Santo, cuando sus siglos de historia nos observan en silencio durante el Mandato, en especial cuando el sacerdote desde el lugar preeminente del antiguo Ayuntamiento ejerce de maestro de ceremonias dando así cuerpo a la función que tuvo aquel edifico y aquella plaza que vio salir tropas a guerras de diversos siglos.
En la Plaza Ducal, Marchena se convierte en Jerusalén el Viernes Santo. Cuando Jesús subía al Palacio Ducal en la antiguedad para ser prendido, convirtiéndose así en el Pretorio o Palacio de Poncio Pilatos, entre las columnas romanas. Justamente delante del Duque, que era la máxima autoridad del momento, también judicialmente aun cuando existiera la audiencia ducal, es decir, el lugar donde se impartía la justicia y que teóricamente tendría su autonomía e independencia pero vigilada muy de cerca por el Duque. Y luego era bajado al pueblo al Mandato en la Plaza Ducal, que nuevamente elegiría salvar a Barrabás auxiliada la hermandad en este menester por los Capuchinos que estaban en la Plaza Ducal desde mediados del XVII.
También hay quien afirma que en la Plaza Ducal pudo estar el antiguo foro romano y aunque no hay pruebas ante la ausencia de escavaciones, se sabe que fue druante siglos el lugar preeminente. Y si en el futuro se demostrara que el Castillo de la Mota tuvo origen o presencia romana todo cobraría más sentido.
Igualmente la Virgen y hermandad de la Soledad son la personificación del pasado del corazón del Castillo y Palacio Ducal que solo un día al año vuelve obrar el Milagro de sacar a la calle siglos de historia que cobran sentido el Sábado Santo más que nunca. El resto del año Santa María languidece o se olvida, entre ruinas y torres caídas. Pero el Sábado Santo reina e ilumina Marchena desde las alturas.
Igualmente los conventos franciscano y dominico que dieron forma a la incipiente Semana Santa y a las saetas antiguas en su origen, vuelven a recobrar por un día toda la filosofía de vida y los carismas que en su día imprimieron los frailes de ambas órdenes a la Veracruz, hermandad de los tejedores, Humildad otra hermandad franciscana y el Cristo de San Pedro, la hermandad de los pequeños mayetes, lo mismo que en nuestros días cuando vemos Jesús de la Salud y su Madre de la Merced no podemos evitar acordarnos de la persona que los creó, el Padre Javier, que de esta forma, por un día vuelve a estar entre nosotros. Igualmente cuando vemos la Borriquita estamos viendo la obra de los padres Mercedarios desdesu llegada a San Agustín a principios de siglos, pero tamién estamos viendo el legado de los Agustinos que antes que ellos crearon y dierop forma a la Virgen de la Correa, en clara referencia a la orden Agustina, luego rebautizada como Virgen de la Palma por los Mercedarios.
También hay algo de orgullo de periferia en la Hermandad de Jesús que cuando se fundó a principios del XVII, venía de un barrio nuevo, alejado y marginal, muy alejado del centro de poder que estaba dentro de la muralla. Entonces San Miguel era solo una pequeña ermita medieval, con un pequeño hospital y un molino de viento. Muy lejos estaba aún de convertirse, como lo hizo en el XIX, en una de las hermandades de la élite como hoy sigue siendo.
Durante la Semana Santa, la arquitectura sacra de Marchena recupera su función original. La religión y la arquitectura se unen para crear un evento que va más allá de lo puramente religioso. La arquitectura sacra es una parte fundamental de nuestra cultura y nuestra historia, y durante la Semana Santa podemos verla resucitar.