Donde casi el conjunto de los mortales se estrella y pincha en hueso, Armando Mateos, certificó con honor y entrega, anoche en la Casa Fábrica, su sinceramente aplaudida actuación. Recordó con solvencia a Camarón y a Morente, intercalada con destellos de Juan Villar, Panseco, Turronero, Aurelio, Canalejas, Manuel Torres y Antonio el Chaqueta.
Texto: Juan Reyes Campos. Peña Flamenca de Marchena.
La Peña Flamenca de Marchena, cumpliendo fielmente con su programación siguió trayendo el cante de nivel a nuestro pueblo. Ayer unido a los tres minutos de aplausos de la seguiriya de Ezequiel Benítez, a la magistral Malagueña de Lidia Rodríguez, al baile de Yasaray Rodríguez, una Cubana que parecía haber nacido en Triana, porque hoy los flamencos ya nacen donde les da la gana, y después de la cara y cruz Gitana de la misma moneda de Utrera y Jerez que protagonizaron Mari Peña y Jose Carpio, Armando Mateos dejó como colofón a su actuación unos fandangos del de la Isla que volvieron loco a un servidor y a todo el público asistente.
Le acompañó un compañero suyo de docencia, profesor de la Fundación Cristina Heeren, muy atento al cante de Armando cazándolo sin anticipación en todos los numerosos cambios y semitonos que muy bien armonizados ejecutaba Armando. El Niño Martín, cuando le tocaba hacer sus solos, levantaba el ole del público asistente. Una buena guitarra para un buen cantaor.
Por Armando Mateos, natural de Estepa, aunque con un vínculo que lo une a tierras valencianas, atributos como la honestidad, y el sacrificio, corren por sus venas. Su entrega en el escenario va mucho más allá de la mera actuación.
Empezó con unas malagañas que no se suelen hacer por su dificultad, una malagueña de Chacón muy poco escuchada que versionó magistralmente Don Enrique Morente y que en la voz, tremendamente educada de Armando, sonaron a gloria, sacando unos semitonos al terminar cada tercio que recordaban con mucha fidelidad al maestro de Graná. Remató con dos abandolaos recordando a otro maestro injustamente poco reconocido, Miguel Vargas, que en su tiempo rescató a la Jabera y la Rondeña despertándolas de un largo letargo.
Siguió por Soleares, con un ramillete de estilos de Cádiz, acordándose de Manuel Torres, La Perla y Antonio el Chaqueta y por supuesto de Camarón que estuvo presente toda la noche. Tercios bien engarzados y bien rematados, Armando tiene el don de acabar sobradamente los tercios con una afinación perfecta y un bajo rotundo de sentencia.
Llegó el turno de las alegrías, perfectas en el compás e interpretadas como los clásicos porque de ellos se acordó en este palo.
Continuó por tientos tangos, también muy ortodoxos, en los tangos estuvo especialmente generoso interpretando los estilos de Triana, Graná y Extremadura, demostrando su gran conocimiento del compás.
Después de un breve descanso comenzó por Marianas, un cante casi olvidado que Meneses y Miguel Vargas pusieron en la agenda de los cantes. Armando en este cante es Armando lo hizo magistralmente y en este cante no me recordó a nadie, sus recortes y recogimiento al filo del compás y sus bajos, son sin duda e sus mejores recursos.
Prosiguió su actuación por una bulerías, aquí es donde estuvo valiente entre los valientes, interpretando el repertorio de Camarón cantando sus mejores letras, cosa que nadie se atreve a hacer porque es fracaso garantizado porque en las mentes de los aficionados, Camarón es siempre insuperable y la brecha entre el intérprete y Camarón suele ser insalvable. Pero Armando se arrima y arriesga llegaba al límite, no se fue de compás ni un momento y terminó el palo con solvencia y reconocimiento del público asistente.
Terminó con unos fandangos del de la Isla que le da el titular a esta crónica, su calificación fue sublime, imposible de describir, para eso habría que haber estado allí.