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Artemisia Gentileschi una mujer pionera en la pintura renacentista

Durante estos meses y coincidiendo con el 400 aniversario de su ejecución, se ha llevado a cabo una intervención en la pintura María Magdalena como melancolía, atribuida a la artista italiana Artemisia Gentileschi. Los trabajos han sido realizados en los talleres del Museo Nacional del Prado por la restauradora Almudena Sánchez.

Esta pintura ha sido atribuida hasta la fecha a la pintora italiana Artemisia Gentileschi (1593 – 1653), quien siguió la trayectoria estilística de Caravaggio y redescubierta cuatro siglos después, despertando un gran interés al convertirse en un modelo en contra de las injusticias por ser mujer.

Artemisia nació en Roma el 8 de julio de 1593, hija del reconocido pintor Orazio Gentileschi. A temprana edad entró a trabajar en el taller de su padre, y su extraordinario ingenio la hizo destacar en el panorama italiano de la primera mitad del siglo XVII. Terminó sus días en Nápoles, entonces territorio español, donde conocería a don Fernando Afán de Ribera y Téllez-Girón (1583-1637), III duque de Alcalá de los Gazules, virrey de Nápoles.

Después de una estancia en Florencia (1614-1620), se estableció en Roma entre 1620 y 1627, con breves viajes a Génova y Venecia. En 1630 se encontraba ya en Nápoles, donde situaría su taller, manteniéndose siempre en estrecho contacto con Stanzione.

Allí desarrolló lo más fecundo de su producción, convirtiéndose en una de las figuras artísticas más importantes de la ciudad, influyendo en todo el medio napolitano, especialmente en el propio Stanzione, Finoglia y Cavallino.

En 1638-1639 tuvo lugar un paréntesis de su estancia napolitana, pues viajó a Londres, donde se encontraba su padre. Allí no dejó de pintar, conociéndose sus trabajos para la nobleza inglesa. Su primera obra firmada y datada es una Susana y los viejos (1610), realizada con tan solo diecisiete años, que mostraba ya dos de las preocupaciones que serían frecuentes en su pintura: la representación de heroínas y el desnudo femenino.

Sus numerosos viajes la situaron en lugar de privilegio para el conocimiento y la valoración tanto de la pintura contemporánea como de los máximos ejemplos del siglo anterior. Formada en el caravaggismo suavizado de su padre, del que supo también reproducir sus modos elegantes, mostró su preferencia por unos tonos más dramáticos que aquél. A la vez, gustó de utilizar unas entonaciones cromáticas y lumínicas de una forma que los caravaggistas no habían sabido trabajar hasta entonces.

Esto la convirtió en protagonista de primera fila en la metamorfosis de la pintura napolitana a lo largo de la década de 1630, en la que partiendo del más estricto naturalismo se llegaba al aprecio de los valores atmosféricos y cromáticos del neovenecianismo

Diversas investigaciones contemplan que la pintura llegó a la Catedral procedente de la Casa de Pilatos, donde el virrey de Nápoles custodiaba un importante fondo artístico. Tras su muerte su patrimonio se dispersó en gran parte y la pintura acabó en la catedral de Sevilla donde hoy se expone en la sala de exposiciones del Pabellón Neoclásico anexa a la entrada por la Puerta del Príncipe.

 La técnica es claramente tenebrista siguiendo la moda italiana iniciada por Caravaggio, pintor contemporáneo de Artemisia Gentileschi.