Por Raúl Dávila Andrade. Twitter: @rauldeandra. En 1821, hace exactamente doscientos años, todos los países de América del Sur eran independientes de España, es más, llevaban más de una década autogobernándose. Todas las colonias había roto con España, todas, menos Perú que era un lunar virreinal en el centro de Sudamérica.
Raúl Dávila Andrade. Peruano viviendo en Sevilla y sevillista. Escritor y comunicador peruano-brasileño-español, autor del ensayo «Los Peruanos», la biografía «Diario de un Saltimbanqui» y la novela «No encontrarás a nadie mejor que yo». Creador del más importante buscador peruano (Adonde.com), ganó un festival internacional de vídeo en Marsella. Guionista de documentales y editor de vídeos.
Perú había sido el centro del Imperio Inca, con capital en la ciudad de Cusco. Un inmenso territorio de 3 millones de kilómetros, seis veces la actual España, que iba desde Colombia hasta Chile y Argentina, pasando por Ecuador, Perú y Bolivia. Cuando llegaron los españoles, debido a las enormes cantidades de oro y plata que encontraron, decidieron establecer en Perú el centro de su dominio colonial en América del Sur, primero en Jauja y luego en Lima. Es entonces cuando surgen expresiones como las de “vale un Perú”, “de aquí a Lima” o “esto no es Jauja”.
Lima en el periodo virreinal.
Así, el 28 de julio de 1821, en la plaza de Armas de Lima, hace exactamente doscientos años, el general argentino José de San Martín impone la independencia del Perú con el uso de las armas.
Entonces, se trasladan hasta la capital peruana una gran cantidad de nobles castellanos, allí se afincó el mayor número de personajes con títulos nobiliarios de todo el continente americano. Lima era así una especie de pequeña España en América.
Durante el proceso independentista americano, Perú era visto con recelo por sus vecinos quienes se sentían amenazados por la fidelidad de ese Virreinato con la Península, algo que parecía muy difícil de extirpar. El miedo de las nuevas repúblicas no era infundado pues la metrópoli española continuaba tratando de recuperar sus antiguas colonias y desde Perú se organizaban ejércitos para atacar a los independentistas en el norte de Chile y Argentina y se sucedieron numerosas batallas.
Lima hoy.
Perú era visto con recelo por sus vecinos quienes se sentían amenazados por la fidelidad de ese Virreinato con la Península.
Tras la victoria del libertador José de San Martín en Chacabuco, a 50 kilómetros al norte de Santiago de Chile, los independentistas comprendieron que mientras Perú continuase leal a la Corona, no podrían sentirse seguros. Por ese miedo es que se forman dos grandes ejércitos, uno en la Gran Colombia, al mando de Simón Bolívar, el otro en Argentina, comandado por José de San Martín, con el objetivo de independizar el Perú a la fuerza.
En 1820 Perú es invadido por la Expedición Libertadora del Perú, comandada por San Martín y con tropas formadas principalmente por negros argentinos a quienes se les había prometido que Perú les daría la libertad y una pensión vitalicia por su lucha por la independencia.
El virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela llevaba varios años luchando en el Alto Perú, sin éxito, contra guerrilleros que habían “liberado” partes de los Andes formando lo que los españoles llamarían despectivamente, “republiquetas”. Es entonces cuando Pezuela se entera que tropas argentino-chilenas habían invadido por el sur, el Virreinato del Perú y emprende la defensa española pero nuevamente cae derrotado.
José de San Martín le propone al virrey coronar a un príncipe europeo como rey del Perú.
Entonces, José de San Martín le propone al virrey coronar a un príncipe europeo como rey del Perú, el argentino conocía la oposición de los peruanos hacia la república, y su apego a una monarquía, sin embargo, la negativa del virrey hizo que los independentistas iniciaran una guerra total por la independencia del Perú y la implantación de una República.
Ante los malos resultados militares de Pezuela, en enero de 1821, varios jefes del ejército español, dirigidos por el jerezano José de la Serna, derrocan al virrey. La Serna asume el gobierno del virreinato pero las derrotas españolas continuarán.
Así, el 28 de julio de 1821, en la plaza de Armas de Lima, hace exactamente doscientos años, el general argentino José de San Martín impone la independencia del Perú con el uso de las armas. Su pronunciamiento diría que sería “Por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa, que Dios defiende”. También elige una bandera y un himno nacional para el Perú.
Los realistas no se rinden y siguen luchando. San Martín pide más apoyo a Buenos Aires, pero los argentinos se niegan, por lo que debe recurrir a Simón Bolívar quien había invadido la antigua provincia peruana de Guayaquil (que se había declarado independiente en 1820) y que la había anexado a la Gran Colombia. Entonces San Martín se retira del Perú y vuelve a la Argentina, mientras que el venezolano Simón Bolívar invade el país desde el norte, llega a Lima y se proclama dictador del Perú y presidente vitalicio. Su sueño era ser el Napoleón sudamericano. Bolívar era insaciable, tanto en sus ansias de poder como en las artes amatorias.
Simón Bolívar pide a San Martín que abandone el Perú y le ceda el mando a él.
Las tropas del virrey, formadas principalmente por indígenas americanos, continuaron luchando por tres años más, cuando fueron derrotadas en las pampas de Ayacucho, en 1824. De esta forma se sella el fin definitivo del dominio español en América del Sur. Poco después, en 1825, Bolívar independiza al Alto Perú, de la República del Perú, y crea un nuevo país con su propio nombre: la República de Bolivia.
Con gran esfuerzo, los peruanos expulsaron al inefable Bolívar y a su ejército invasor y finalmente en 1826 pudieron gobernarse a sí mismos. Dos años después Bolivar al mando de Colombia le declara la guerra a Perú.
Con gran esfuerzo, los peruanos expulsaron al inefable Bolívar y a su ejército invasor y finalmente en 1826 pudieron gobernarse a sí mismos. Sin embargo, continuó el hostigamiento de Bolívar al Perú, pues el venezolano consideraba que era un país demasiado fiel a la Corona Española y demasiado grande, que podría amenazar a su país.
Por ello, en 1828, ya al mando del gobierno de la Gran Colombia, Bolívar le declara la guerra al Perú. Un conflicto que no tuvo mayores consecuencias pero que dejó disputas territoriales que se prolongarían por 150 años más. Sin embargo, las vanidades del Libertador Simón Bolívar jugaron en su contra y llevaron a la división de su proyecto personal, y a la aparición de cuatro nuevos países: Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá.
Las vanidades del Libertador Simón Bolívar jugaron en su contra y llevaron a la división de su proyecto personal, y a la aparición de cuatro nuevos países: Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá.
La importancia del Perú para España en ese tiempo, fue capital pues de allí se trajeron cantidades tan enormes de plata y de oro que permitieron el engrandecimiento del Imperio Español, así como la construcción de numerosas iglesias y palacios, además de patrocinar el surgimiento del Siglo de Oro. Incluso la antigua ermita de El Rocío fue financiada con oro que llegó del Perú. Pero además, Lima continuaría siendo una pequeña ciudad, muy española, ubicada a diez mil kilómetros de distancia de la Península, que echó de menos el gobierno colonial hasta la llegada masiva de campesinos a la ciudad, a fines de la década del 60 del siglo XX.
José de la Serna volvió a España y se afincó en Cádiz, siendo reconocido por su valentía y recibiendo el título de Conde de los Andes, pero guardando para sí el dudoso honor de ser el último virrey del Imperio Español en Sudamérica.
Fue así que desapareció el último reducto de resistencia española en América del Sur y los peruanos llegaron a la independencia encontrándose un país destrozado, con sus élites en la miseria y la pobreza asolando todo el territorio, debiendo pagar altas sumas de dinero por los gastos de una guerra independentista impuesta, además del mantenimiento de las tropas veteranas extranjeras. El país entró en una época de caos, con caudillos autoproclamados presidentes que luchaban entre sí, lo cual marcaría toda la historia del Perú.
Mientras tanto, José de la Serna volvió a España y se afincó en Cádiz, siendo reconocido por su valentía y recibiendo el título de Conde de los Andes, pero guardando para sí el dudoso honor de ser el último virrey del Imperio Español en Sudamérica.