La Iglesia de Santa María de la Mota, la más antigua de Marchena, ha sido testigo de numerosos eventos significativos a lo largo de los siglos, como las velaciones, y bodas de destacados nobles andaluces, y las celebraciones más importantes de la casa real.
Las familias nobles utilizaban los matrimonios como herramientas para fortalecer alianzas, ampliar su influencia y asegurar la lealtad entre distintas casas nobiliarias. Estas uniones eran fundamentales para consolidar el poder y la posición social en una época marcada por constantes luchas de poder.
En la Edad Media, el matrimonio era entendido principalmente como un contrato social y económico entre familias, más que como una unión basada en el amor romántico. Esta perspectiva se sustentaba en la necesidad de preservar linajes, asegurar alianzas políticas y gestionar propiedades, lo que a menudo resultaba en matrimonios arreglados donde los novios se conocían poco o nada antes de la boda.
El siglo XV, es un periodo de luchas políticas, territoriales y culturales en la península ibérica, que incluyen desde las luchas internas entre los reinos cristianos hasta el proceso de Reconquista, los más poderosos necesitaban forjar alianzas politicas y económicas.
Leonor Núñez de Prado estaba casada cuando llegó a Marchena como criada de la Duquesa Doña Leonor de Guzmán y murió como duquesa al casarse con el Señor de Marchena acabando sus días enterrada en una sepultura digna de una reina en el Monasterio de San Jerónimo de Sevilla, con fama de santa. Don Juan se acostaba con las dos mujeres a la vez.
Cuando el esposo engañado Juan del Paraíso, vino a Marchena a por su prometida, «el conde don Juan le mandó alancear porque la pedia» según los testidos y que ella lo trató de disuadir a cambio de dinero. El cornudo tuvo que aguantar toda su vida. que lo trataran como carnero, ya pesar de ello se quejaba en público porque «el conde don Juan le tenia por fuerza a la dicha Leonor Núñez, su esposa; lo qual no es de creer que dixera ni osara dezir sy no fuera verdad, pues dello no podía ganar otra cosa syno desonrrarse e hazerse cornudo e poner su persona a peligro de muerte».
Al final la hizo madre de ocho hijos y la recluyó a la Torre de Los Navarros, donde fue naciendo la prole, ya que su padre el conde Don Pedro, se oponía a tenerla en Sevilla ni en Marchena ni le permitía casarse con ella mientras él y su legítima esposa vivieran.
CÓMO LA CRIADA SE CONVIRTIÓ EN DUQUESA
Muerto el conde Don Pedro, en 1441, su hijo y heredero no fue al entierro. Cuando Don Juan Ponce de León se convirtió en señor de Marchena y heredero, lo primero que hizo fue ir a la Torre de los Navarros a por su amada y conducirla al castillo de Mairena del Alcor al amanecer del 3 de noviembre de 1448 para casarse ante una imagen de San Eutropio asistido por los Jerónimos del monasterio de Buenavista fray Juan de Medina y fray Pedro de Illescas. Los esposos se trasladaron a Marchena junto a sus hijos donde tuvo que soportar con la irrefrenable promiscuidad de su marido Don Juan.
Don Juan tuvo que pleitear para naturalizar a sus dos hijos Pedro y Luis y a sus cinco hermanas —habidos todos ellos con Leonor Núñez—, «dixo al rey que él hera casado y que ella hera desposada con otra persona por palabras depresente al tiempo que hubo en ella los dichos dos hijos e cinco hijas».
En el pleito de 1510, un vecino de Marchena decía haber oído decir a Juan Ponce de León que su legitima esposa le parecía «una grande asna y que tenía orejas de asno», otro afirma que don Juan «no la quería bien porque era fea y pecosa».
Pedro de Pineda «oyo, tomado el conde don Juan a la dicha Leonor dezir asymismo que después que avia tomaod a Leonor Núñez que no hizo vida con doña Leonor de Guzmán». La separación fue total y definitiva. Marido y mujer vivieron separados hasta 1441, fecha de la muerte de ella.
LAS AMANTES DE DON JUAN
La práctica de los señores feudales de mantener amantes además de sus esposas oficiales no era inusual para la época y refleja las normas sociales y la estructura de poder de esos tiempos.
En este contexto, la figura del conde don Juan se destaca por su activa vida amorosa, manteniendo relaciones con varias mujeres además de su esposa, Leonor Núñez. Catalina González y Beatriz Núñez son mencionadas como algunas de las amantes más destacadas del conde, pero no las únicas. La camarera Marta Rodríguez y el mayordomo Luis de Soto proporcionan nombres adicionales de concubinas, como «la Catalana» y una mujer mencionada como «la de Bargas». Incluso hay testimonios indirectos de la propia Leonor Núñez, como el de un testigo que escuchó hablar de una Isabel de Trigueros con la que el conde tuvo un encuentro en Mairena en el tiempo que tenía a Leonor como amante.
SANTA MARIA, ESCENARIO DEL PODER FEUDAL
La iglesia de Santa Maria era punto de encuentro para la nobleza y un símbolo de la riqueza y el poder de las familias que dominaban Andalucia y escenario de bodas y funerales de figuras destacadas de la nobleza y la sociedad, como la boda de Martín Fernández de Córdoba, hijo de Diego Fernández de Córdoba, I conde de Cabra, con María Ponce de León en 1462. las velaciones entre Rodrigo Ponce y Beatriz Pacheco en 1492 o las celebraciones por el nacimiento o la muerte de los principales mimebros de la casa real hasta el XVIII.
La familia Fernández de Córdoba conocida por el Gran Capitán (1453-1515), es una de las más destacadas de la nobleza española, la Casa de Aguilar de la Frontera y de Priego de Córdoba, con fuertes lazos con la nobleza de Andalucía y con un papel importante en la política y los asuntos militares de España durante los siglos XV y XVI.
Los casos de divorcio, eran normalmente por malos tratos a la mujer, mientras que a la anulación matrimonial se llegaba por la impotencia del varón. Pero lo más frecuente eran las separaciones antes del casamiento; es decir, la anulación.
LA CEREMONIA DE LA BODA Y LAS VELACIONES
En Santa Maria de Marchena tuvieron lugar varias bodas, como más arriba se expresó. Las bodas por amor eran en ese tiempo casi desconocidas. Los novios se solían ver por primera vez en las ceremonias si no las realizaban por poderes. En estas bodas se busca ante todo el beneficio económico y la influencia poilítica de la familia.
Cuando los padres anunciaran al hijo el nombre de la persona con que los iban a casar, rara vez había disgusto. La costumbre de la época es que se aceptaba como algo completamente natural y también se aceptaban a menudo las aventuras extraconyugales como males menores y espoacios mas propicios al enamoramiento.
DOTES, VELACIONES Y ESPONSALES
Los matrimonios de la familia Ponce de León eran cuidadosamente planificados y negociados para maximizar los beneficios políticos, económicos y sociales, asegurando el mantenimiento y la expansión del poder y la influencia de la familia dentro de la nobleza y en relación con la Corona.
Los matrimonios de la familia Ponce de León con miembros de otras casas nobles, como los Guzmán, señores del Algaba, y los Fernández de Córdoba, reflejan una clara intención de forjar alianzas estratégicas. Estas uniones servían para consolidar poder, expandir territorios y reforzar la influencia política de la familia. Por ejemplo, el matrimonio de Inés Ponce de León con Luis de Guzmán y de María Ponce de León con Martín Fernández de Córdoba o la de Rodrigo Ponce con la hija del cortesano más influyente del momento Juan Pacheco muestra cómo se buscaba estrechar lazos con familias de significativa influencia.
«La edad media de los desposados estaba alrededor de los 12-13 años para las chicas y 14-15 años para los muchachos, aunque debían esperar hasta edades mayores para realizar las velaciones».
Para este negocio de las bodas, la pareja contaba con el dinero de sus familias en forma de arras y dote. Las arras son la donación que realiza el marido a la esposa, con origen en la legilslación romana y germánica. En el siglo XV es frecuente encontrar principalmente ropas y joyas de dote con valor en torno a 1,3 millones de maravedíes. La familia de la mujer aporta un «ajuar» consistente en ropas, joyas y mobiliario, y aparece en el siglo XII.
La estructura de la ceremonia matrimonial ha evolucionado a lo largo de los siglos, pero su esencia se ha mantenido en la diferenciación de dos partes principales: los esponsales o desposorios y las velaciones. Los esponsales se podían realizar de dos maneras: «por palabras de futuro» y «por palabras de presente». Los esponsales «por palabras de futuro» eran una promesa de matrimonio, un acuerdo que se llevaría a cabo en una fecha futura. Los esponsales «por palabras de futuro» desaparecen en el siglo XV, reemplazados por las capitulaciones matrimoniales.
Era habitual la presencia de actores, músicos, espectáculos circenses, la realización de justas y torneos entre caballeros, los bailes por la ciudad y los regalos a parientes y criados.
Los esponsales «por palabras de presente» ante la Iglesia, con la presencia de un sacerdote y testigos en un lugar público y sagrado buscaba evitar los matrimonios secretos y clandestinos, que aunque válidos, no proporcionaban la misma seguridad jurídica ni el reconocimiento público.
En la boda se hacía la velación, pero podía hacerse en otro dia distinto. Velar a los novios es cubrirlos con el velo que solía cubrir la cabeza de ella y pasar sobre los hombros de él.
Las velaciones, que tradicionalmente seguían a los esponsales en la liturgia nupcial, son un rito en el cual se bendice a la pareja ya comprometida y se les cubre con un velo como símbolo de su nueva vida juntos. En muchas culturas, el velo blanco se ha asociado con la pureza y la castidad de la novia. El velo simboliza esta condición virginal antes del matrimonio.
La infidelidad masculina parece totalmente aceptada. «Cuando un marido de la época engañaba a su esposa jamás se decía de él que era un adúltero o que está adulterando (este término, adulterio, se hallaba estrictamente reservado para el cometido por las mujeres), sino que vivía «amancebado», que había «tomado manceba».
La fiesta solía comenzar con la salida de los novios hacia la iglesia o el lugar de la velación, acompañados por trompetas, chirimías y otros instrumentos. Continuaba con gigantescos convites en
los que participaban todos los invitados, parientes y criados de ambas partes y muchos de los habitantes de la villa donde la boda fuera celebrada.
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