El 10 de julio de 1958, una tranquila bahía en el noreste del golfo de Alaska fue testigo de un evento catastrófico sin precedentes. La causa: un terremoto de magnitud 8,3, que liberó 90 millones de toneladas de hielo y rocas en la bahía de Lituya. El impacto generó olas de hasta 524 metros de altura, el mayor tsunami registrado en la historia, que aniquiló 10 kilómetros cuadrados de bosques.
Este fenómeno, conocido como «megatsunami», es el foco del nuevo libro de la colección «¿Qué sabemos de?» (CSIC-Catarata). La autora, Mercedes Ferrer, investigadora del CSIC en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), detalla los 31 megatsunamis documentados hasta la fecha, y proporciona una valiosa perspectiva sobre su origen y consecuencias. Estos gigantes de las olas, que superan los 40 metros de altura, no siempre están vinculados a terremotos; pueden ser producto de desprendimientos rocosos, deslizamientos, erupciones volcánicas o incluso la caída de asteroides en el océano.
Uno de los eventos destacados en el libro es el único megatsunami registrado en un cauce fluvial, ocurrido en 2007 en Chiapas, México. Tras intensas lluvias, un deslizamiento masivo generó una ola de más de 50 metros que borró del mapa al pueblo de Juan Grijalva.
Sin embargo, los desastres no siempre son de origen natural. En 1963, la intervención humana en el embalse del Vaiont, en Italia, condujo a un deslizamiento rocoso que generó un megatsunami, dejando un saldo de más de 2.000 muertos.
El libro también destaca los megatsunamis históricos de 2004 en Indonesia y 2011 en Japón. A pesar de ser calificados comúnmente como tsunamis, por la altura que alcanzaron las olas, estos eventos entran en la categoría de megatsunamis.
En la prehistoria, los deslizamientos en volcanes oceánicos causaron algunos de los megatsunamis más grandes, y las Islas Canarias conservan evidencia de este pasado cataclísmico.
Finalmente, Ferrer señala un aumento en la frecuencia de megatsunamis en este siglo, posiblemente relacionado con el cambio climático y la retirada de glaciares en zonas frías. Aunque aún no está demostrado, es una área que requiere más investigación.
En los últimos 150 años, los tsunamis han causado más de 500 000 muertos y la destrucción de extensas áreas costeras en todo el mundo, con inmensas pérdidas económicas. El más catastrófico ocurrió en 2004 tras un tremendo terremoto submarino en Indonesia que afectó a todas las costas del océano Índico y mató a más de 230 000 personas, convirtiéndose así en el tsunami más mortífero de la historia. Los megatsunamis, con grandes olas que superan los 40 metros de altura, son los procesos más extremos y se originan por grandes deslizamientos y desprendimientos.
Para más información sobre el libro «Megatsunamis», contactar a comunicacion@csic.es.