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Crónica del gran apagón o el día que retrocedimos en el tiempo

Foto: Lindsay Hamilton

A las 12:30 de la mañana, el 60% de la demanda energética, 15 GB de generación, se perdieron en tan solo cinco segundos. Así lo explicó el presidente del Gobierno al país. Para estar informado, fui a comprar una pequeña radio a pilas, de las de toda la vida, y de camino a la ferretería en la calle Santo Domingo hice una parada en una oficina donde me confirmaron la gravedad del corte: algo histórico y extraordinario.

Más de 35.000 personas quedaron atrapadas en trenes, el país dejó de funcionar. A las 11 de la noche, el presidente habló a una nación que aún tenía casi la mitad del territorio a oscuras. En ese contexto, la radio volvió a ser el centro del hogar.

A las 12 del mediodía, la calle San Pedro estaba llena de empleados de empresas, algunas de las cuales habían optado por cerrar al no poder atender a sus clientes. Por la tarde, muchos otros negocios también cerraron, ante la evidencia de que la electricidad tardaría en volver. Finalmente, en Marchena, la luz regresó entre la una y las tres de la madrugada. En otras partes de Andalucía y del país, aún no se había recuperado el suministro. El Gobierno decretó el nivel 3 de seguridad, tomó el control de la situación y ordenó el cierre de colegios y centros de trabajo desde las 2 de la tarde. Hoy los centros escolares están abiertos, pero sin actividad lectiva.

Durante la tarde del apagón, los marcheneros salieron a la calle para pasear, hablar con sus vecinos, hacer algo de deporte y compartir momentos sin móviles ni conexión. En algunos escalones, se veían adolescentes con cara de pocos amigos, intentando encontrar señal en sus teléfonos. Las tertulias reaparecieron al caer la tarde, y ya en la calle Colón se improvisaban encuentros. Muchos vecinos aprovecharon para ir a las ferreterías y comercios, buscando linternas, lámparas, infernillos y otros utensilios para pasar la noche. Hubo colas y aglomeraciones en algunos establecimientos.

La Red Eléctrica confirmó la pérdida de una potencia de 15 GB y anunció que se investigará el suceso, algo sin precedentes. Radio Nacional insistió en que el sistema eléctrico español es uno de los más avanzados del mundo. Yo escuchaba Canal Sur, pero a media tarde la señal se perdió. Desde entonces, solo se pudo escuchar lo que ocurría en Madrid; Andalucía desapareció del mapa con Canal Sur.

Algunos vecinos de Marchena que fueron a Sevilla por la mañana se quedaron atrapados en garajes con puertas eléctricas, trenes y transportes públicos que dejaron de funcionar. No pudieron volver hasta las seis o siete de la tarde, cuando la luz empezó a regresar intermitentemente en distintas zonas.

Durante la tarde, la gente salió a comprar productos de primera necesidad como comida y pilas, pero los datáfonos y cajeros no funcionaban. Solo se podía pagar en metálico. Muchas tiendas fiaron las compras, con la promesa de pago al día siguiente.

Jamás había vivido algo semejante en 50 años. No solo se requiere una investigación urgente, sino que será necesario establecer nuevos mecanismos de seguridad para evitar que esto se repita. Cuando el presidente habló en la noche, el país seguía a un 50% de recuperación. En las zonas altas empezaban a surgir problemas de abastecimiento de agua por la inactividad de las bombas eléctricas.

Nos hemos acostumbrado desde la pandemia a que lo extraordinario se vuelva ordinario. Pero esta vez el asombro fue real, aunque la reacción de la gente fue de una calma sorprendente. Sin móviles ni electricidad, muchos cenamos a la luz de velas y linternas, escuchando la radio. Por un día, volvimos a la era preindustrial.

Si ayer se podía trabajar con inteligencia artificial, hoy hay que alumbrarse con velas y redactar a mano en un cuaderno, como en 1989, cuando empecé a contar lo que pasaba. La diferencia es que hoy no la puedo publicar, por falta de fluido eléctrico. Nos habituamos a lo extraordinario, pero un día como este rompe la rutina, y nos enfrenta a nuestra vulnerabilidad: no solo del sistema sanitario, sino también del energético. Desde Valencia en otoño pasado llegaron también señales de alarma: el sistema tampoco funcionó como debía.