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Crónica: Drama en el estrecho: muchos ni siquiera luchan

FOTO DE PORTADA: Ocho inmigrantes en tres kayaks y una “Toy” son rescatados al intentar cruzar el Estrecho. Foto: El Pueblo de Ceuta. 11 Agosto, 2020.

CRÓNICA.-Muchos ni siquiera luchan. Si se caen al agua, no bracean. Este relato de un voluntario de Cruz Roja de Tarifa deja clavada en la mente una espina -de duda, de sinrazón-, como una foto ensartada por una tachuela en la pared. Pero si esta frase es desconcertante, más aún su explicación.

Manifestación de inmigrantes acogidos en el CETI de Ceuta pidiendo llegar a la península. 20 Agosto. El Pueblo de Ceuta. 

Los voluntarios siguen con su relato: ninguno sabe nadar, se ponen nerviosos, los subsaharianos ni siquiera luchan por salvarse si se caen al agua, se quedan quietos y se dejan hundir en las profundidades del océano, como una aceptación irracional y prematura del final destino humano.

“En este viaje, nadie le importa si vives o mueres”

Pero, ¿y el instinto de supervivencia?. ¿y los voluntarios, que hacen?. La respuesta es aun mas alarmante. ¡Son 30 segundos! Es increíble lo rápido que puede morir una persona. Uno no puede dejar de asombrarse por todo esto. No saben lo que es el mar, igual no lo han visto nunca, y no saben que pueden por lo menos intentar salvarse, que se puede flotar. Nosotros no alcanzamos a comprender…

Desde el 1 de agosto 2.700 personas han llegado a España de forma irregular. EL PUEBLO DE CEUTA

Ellos, que viven cada día con el drama del estrecho de Gibraltar, tampoco alcanzan a comprender. Intento imaginar  cómo es llegar a este supuesto paraíso en una pequeña embarcación viendo las luces de Gibraltar a los lejos en medio de la noche.

Llorando por culpa del miedo frío, nervios, -muchos nervios-, quemaduras por la mezcla del combustible con agua salada. Niños, mujeres embarazadas después de ocho horas de viaje en una patera. La angustia hace infinita la distancia.

Un petate atado con cinta de embalar en el que llevan ropa, frutos secos, a lo mejor garbanzos secos, y el teléfono móvil para llamar a las mafias que los explotarán, como todo equipaje. Y sin embargo flota un nido de sueños en una patera.

Una culpa que nunca es de nadie empuja, y el mar siempre se enluta de juventud africana segada prematuramente. Si el agua cobra en vidas, el océano social mata conciencias. Desde vuestra orilla no pueden verse cuantas miserias humanas se esconden entre el brillo de las luces.

Un muerto en el intento de salto de valla en Melilla protagonizado por 300 inmigrantes. El Pueblo de Ceuta.

¿A qué venís?. En este litoral no queda tiempo para la cortesía. Os aguarda un recíproco miedo, un esclavo servicio en la penumbra. ¿Es el estrecho asesino? 4.000 silencios africanos responden bajo el océano a esta certera pregunta.

Sigue el relato de los voluntarios. Eso es lo más duro: tirarnos al agua a las cuatro de la mañana y sacarlos ahogados, cuentan los voluntarios de la Cruz Roja. Son ciudadanos normales y corrientes, profesores, cajeras de supermercado, conductores, trabajadores con sus aburridas vidas a cuestas que viven junto al mar y ven como llega entre las olas un mudo lamento que podría ser humano.

Inmigrantes en el Puerto de Ceuta. El Pueblo de Ceuta. 

Si desembarcan en la playa no tienen problemas. Pero si llegan a las rocas, hay cadáveres seguro. Les ves llegar cada día y te planteas que puedes ayudar. Te miras en el espejo y piensas. Tengo dos manos, dos pies, sé hablar idiomas, puedo ser util. No dormían tranquilos cuando veían las pateras desembarcar o naufragar. Las migraciones son inevitables, y mientras no se pueda llamar vida a lo que tienen allí, seguirán viniendo, opinan.

Los marroquíes escapan. Y los subsaharianos se quedan sentados en la playa, esperando, como si viniesen de otro planeta y el tiempo para ellos tuviese un significado distinto.

Grupo de inmigrantes durmiendo en una pista deportiva en Ceuta. El Pueblo de Ceuta. 

En la isla de las Palomas, cerca de Tarifa, el punto donde se supone que se separan el Mediterráneo y el Atlántico solo hay un centro de acogida de la Cruz Roja, donde les odrecen algo de comer y de beber y un poco de ropa antes de devolverlos a sus países de origen. Quizá huyeron de las matanzas tribales, del odio cerril y la incomprensión mutua.

Los que logran llegar vivos, huir de la policía, y adentrase en el país, aún no han superado todos los obstáculos posibles. A 200 kilómetros al norte del estrecho, ya en las campiñas sevillanas es habitual la imagen de adolescentes que salen de debajo de un camión llenos de grasa después de haber hecho la travesía instalados en un camión que luego se introdujo en un ferry.

Llegada de inmigrantes a Ceuta donde son acogidos en centros sociales.El Pueblo de Ceuta.

Bajan del camión en la primera parada en que el vehículo encuentra para repostar. Marchena (Sevilla) está en la ruta de salida de los camiones de mercancías desde el puerto de Algeciras, uno de los mayores de Europa, hacia el norte.

En este pueblo, un inmigrante adolescente y renegrío salió de debajo de un camión, caminó un largo trecho por la travesía urbana de la carretera y por fin entró en un bar, donde pidió agua y tuvo su primer contacto con un europeo. El dueño del bar no solo no le ofreció agua, sino que lo echó del local.

Durante la Pandemia los inmigrantes han sido acogidos en las instalaciones deportivas de Ceuta. El Pueblo.

Cuando el joven desolado, ya caminaba de nuevo por la calle, uno de los clientes del bar que había sido testigo de la escena, después de reprender al camarero por su actitud, cogió al adolescente y se lo llevó a su casa, allí le dió ropa, comida, le permitió ducharse, y finalmente le ofreció dinero para que siguiera su camino. La ultima barrera que deben sortear es la actitud hostil. De entre todos los inmigrantes que llegan a españa, los magrebíes son los menos valorados y peor tratados según las encuestas oficiales.

Los 16 kilómetros del Estrecho de Gibraltar hoy separan nada y todo, vida y muerte, océano y mar, infierno y paraíso, pasado y futuro, blanco y negro, Alá y Cristo.

«Yo he oído a esta gente decir que no tienen miedo a perder nada porque no tienen nada que perder, ni siquiera la vida» afirma Ahmed Ben Yessef, pintor, y pionero emigrante marroquí.

Fuerzas de seguridad escoltan a grupos de inmigrantes en Ceuta. El Pueblo de Ceuta.