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Cuando Haydn puso música a los ejercicios espirituales de la Madre Antigua

Alonso Mesía, fraile jesuita de Lima incluyó saetas en el ejercicio de las Tres Horas de agonía desde las doce á las tres de la tarde del Viernes Santo meditando sobre las Siete Palabras acompañadas de rezos, música y saetas, extendiéndose por toda América y llegando a Andalucía, y arraigando especialmente en Cádiz ciudad natal de Sbarbi.

En Cádiz este rezo arraigó en la comunidad franciscana especialmente la acogieron los  Hermanos de la venerable Orden Tercera de San Francisco de aquella eiudad, en su capilla  de Loreto el ejercicio- de las Tres Horas, ejecutando al clave el organista de aquella capilla, «que fue presenciado por el compositor Joseph Haydn» según Sbarbi.

En Cádiz e inspirado por los célebres ejercicios escritos por la Madre Antigua de Marchena se funda la Cofradía de la Madre Antigua, que se reunían en secreto para practicar los ejercicios de la Pasión en un descampado gaditano.

Iglesia del Rosario de Cádiz.

La historiografía oficial actual es unánime al reconocer que el encargo de esta obra le vino a Haydn desde la Hermandad de la Santa Cueva gaditana. Marcelino Díez Martínez de la Universidad de Cádiz expone que el encargo de Las Siete Palabras se produce para acompañar el ejercicio de las Tres Horas por José Sáenz de Santamaría marqués de ValdeÍñigo, clérigo que había heredado de su padre una fortuna y que pagó la ampliación de la iglesia del Rosario y acondiciona la Santa Cueva en 1783.

Las tres horas fue creada por el jesuita Francisco Castillo quien hacia 1660, inició la práctica de reunir a los fieles de Lima —Perú—, el Viernes Santo, del mediodía a las tres de la tarde para meditar sobre las siete palabras de Cristo en la Cruz.

Obra de Sor María de la Antigua que circuló profusamente por España y América.

Otro jesuita peruano, Alonso Messía Bedoya (1655-1732) tuvo la idea de introducir interludios musicales y saetas entre los comentarios a cada una de las Palabras y divulgó esta práctica mediante un libro titulado Devoción de las Tres Horas publicado en Sevilla en 1757.

En  1730 ya se seguía en Cádiz según el cronista gaditano José M.ª León y Domínguez,  en el Campo del Sur, la costumbre de realizar los ejercicios de la Pasión de la Madre Antigua, -que también los realiza según sus reglas la Hermandad de la Humildad de Marchena-. Esta  monja del convento de Santa Clara de Marchena, enterrada en Santa María de Marchena dio pié a «una piadosa congregación de hombres de gran espíritu, que a media noche y por espacio de tres horas la practicaban» en Cádiz.

Tumba de la madre antigua en el convento de Santa María de Marchena.

Por indicación del obispo gaditano estas reuniones se trasladaron a la iglesia del Rosario, en el centro de la ciudad, y allí en 1756, con motivo de unas obras de reforma se descubrió un subterráneo -probablemente una cisterna romana- que fue acondicionado para congregación y comenzó a llamarse La Santa Cueva.

Los componentes de la Cofradía de la Madre Antigua realizaban con gran realismo los ejercicios dela Madre Antigua llegando a imitar los movimientos de Cristo durante la Pasión, es decir se autoflagelaban en un ambiente de gran recogimiento, oscuridad y silencio en la Santa Cueva gaditana.

Santa Cueva de Cádiz.

Por encargo de Valdeíñigo, un amigo suyo con buenas relaciones con la corte, Francisco de Paula Micón, Marques, le encarga a Gaydn directamente la pieza musical, según expone su sobrino Nicolás María de Cambiaso:  «Como era reconocido maestro de Capilla se le encargó la correspondencia con el bien conocido músico alemán José Haydn, el que trabajó una completa obra para el acto, y la formó tan elegante y patética, como digna de su autor».

De Micón fue la idea de introducir piezas instrumentales en el ejercicio de las Tres Horas que tenían lugar en la Santa Cueva de Cádiz: Como era tan amante de la música, juntaba entre sus conocidos una buena orquesta; propuso en esta sociedad la idea de tocar adonde se contemplaban las tres horas: asintieron los filarmónicos, y Micón dirigió lo necesario».

Las Siete Palabras se han venido realizando ininterrumpidamente en la Santa Cueva desde el siglo XVIII hasta la actualidad.

Vincent Novello (1781-1861), de visita a Viena en 1829, cuenta en sus diarios que el propio Stadler le confirmó este hecho: Stadler estaba con Haydn cuando éste recibió el encargo de escribir los siete Adagios, y encontrándose [Haydn] un tanto perplejo sobre cómo conseguir la suficiente variedad con siete Adagios seguidos, fue
el Abate Stadler quien le recomendó tomar primero algunas palabras del texto y escribir una melodía para cada una de ellas, la cual sería después el hilo conductor de cada movimiento».

Añade León y Domínguez que «no sólo se interpretaba en la Santa Cueva, sino también en otras iglesias de la ciudad» entre los años 1829 y 1854,

Virgen de los Dolores. Hermandad de la Humildad, Marchena.

En el capítulo primero de estas primitivas Reglas de 1820 de la Humildad se dispone  que todos los miércoles del año se exponga en Santísimo Sacramento en el Altar Mayor, «después se lea un punto de meditación sobre uno de los Pasos o Misterios de la Pasión de Nuestro Redentor, y acabado se tenga una hora de meditación, después una breve exhortación que se concluirá con las letanías de Nuestra Señora la Virgen Santísima».

El músico gaditano Sbarbi.

Sbarbi explica que esta composición incluye  la letra de una saeta de cuatro versos, es decir una cuarta.

«Se leen al fin unas octavas, cuya primera redondilla suele cantarse en tono de saeta  antes de dar comienzo á la lectura de cada Palabra, y la segunda, después de leída, si bien la introducción que á ellas precede tiene cuatro  versos que dicen:
Al Calvario almas, llegad. Que nuestro dulce Jesús, Desde el ara de la Cruz Hoy á todos quiere hablar».