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Cuando la Casa de Arcos controlaba algunos puntos clave de la Carrera de Indias

El escudo de Los Palacios simboliza la unión de dos pueblos que coexistían en el mismo territorio. Un puente de piedra, conocido como el Puente de la Raya, marcaba la frontera entre estas dos jurisdicciones. Los alcaldes se reunían aquí para resolver disputas, una tradición que refleja la compleja dinámica de poder local.

Los Palacios de la Atalayuela era una pequeña fortaleza o Castillo de los Ponce de León en el sitio más elevado rodeado de viviendas y constituido como municipio independiente pero, al igual que sucedía con Marchena y Paradas, sin término  municipal, rodeado de otro municipio llamado Villafranca ubicado en el suelo del término municipal de Sevilla. Lo  que daba vida a este enclave era su ubicación en el camino más importante de la época,  el que  unía los puertos de Sevilla a Cádiz, por donde entraban y salían todas las mercancías que  iban y venían de América, o por donde huían los judíos y moriscos expulsados.

En Los Palacios los Ponce tenían nueve cortijos donde los trabajadores eran braceros y ganaderos al servicio de la casa ducal.

Villafranca de la Marisma se funda en 1501 por orden del Concejo de Sevilla, y luego pasa en  el XVII a la jurisdicción real con la clara intención según el historiador Julio Mayo, de rodear, controlar y asfixiar el poder de los Ponce de León,  en el contexto de las guerras señoriales o guerras banderizas sevillanas.

La Carta Puebla de Villafranca de la Marisma, otorgada en 1501, fue una iniciativa del Ayuntamiento de Sevilla con el objetivo de frenar el crecimiento de Los Palacios y contrarrestar los intereses económicos y políticos del Señorío de Arcos. Esta carta establecía varios beneficios para atraer a los pobladores. Entre ellos, se ofrecía a cada familia una vivienda gratuita y una finca agrícola plantada de vides. Además, se incluían exenciones económicas, permitiendo a los habitantes estar exentos de pagar tributos e impuestos durante 20 años.

Durante un periodo de tensiones entre Los Palacios y Villafranca, incidentes como el arresto de concejales de Villafranca por cruzar el Puente de la Raya con sus varas de mando ocultas, ilustran las rivalidades que definieron la historia de estos pueblos.

Los Palacios se describe como un «huevo frito», con su yema siendo la Atalayuela, propiedad de la Casa de Arcos, y Villafranca, perteneciente al Concejo de Sevilla, como la clara que lo rodea. Esta metáfora capta la complejidad de un territorio dividido en dos administraciones paralelas y enfrentadas.

La ubicación de Los Palacios en la ruta de la Carrera de Indias fue crucial. Albergó mercancías que transitaban entre los puertos de Sevilla y Cádiz, lo que impulsó su desarrollo económico. La presencia del historiador Andrés Bernáldez, quien documentó la visita de Cristóbal Colón, subraya la importancia de Los Palacios en la historia de la exploración americana.

La devoción a la Virgen de las Nieves, patrona de Los Palacios y Arcos, refleja la herencia religiosa y cultural de la región. La imagen actual de la Virgen, obra de Gabriel de Astorga de 1864, es un testimonio vivo de esta fe arraigada.