La familia Marchena y los piratas judíos del Caribe
José Antonio Suárez López
En 1633 Felipe IV ordena al Ayuntamiento de Marchena que destine los 4000 ducados de los donativos voluntarios de 1625, a los capitanes que habían perdido sus galeones, en la batalla naval de los Abrojos contra Holanda.
En dicha batalla disputada en las costas brasileñas de Bahía en 1631, una flota hispano-portuguesa mandada por el almirante Antonio de Oquendo derrotó a otra holandesa tras seis horas de combates en respuesta a un ataque previo de los holandeses.
En febrero de 1630, una gran armada holandesa formada por sesenta y siete navíos siete mil hombres y mil ciento setenta cañones, conquistó Olinda, Recife y Pernambuco (Brasil) que era territorio portugués. Poco antes los holandeses habían robado a la armada española en La Habana cuatro millones de ducados y luego lograron paralizar el comercio español, politica imitada luego por Francia e Inglaterra.
El 5 de mayo el almirante Antonio de Oquendo zarpó de Lisboa al mando de una flota de veinte navíos de guerra y derrotó a los holandeses que controlaban la guyana y las islas de sotavento o islas de los piratas Aruba, Bonaire y Curazao. El control holandés de América solo llegó hasta la Paz de Nimega 1678. Desde entonces dejan paso a Ingleses y franceses.
LA FAMILIA MARCHENA EN LAS ANTILLAS HOLANDESAS
La isla de Curazao fue conquistada por la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, en 1634; aunque desde 1621 tuvo presencia holandesa y muy pronto comenzaron a llegar a la isla judíos sefarditas procedentes de Holanda, desde Portugal, de los que salieron de Sevilla expulsados en 1492.En 1636 se funda la sinagoga de Recife y poco después la de Curazao.
En el escrito de 1633 al cabildo marchenero Felipe IV recuerda que facultó al concejo a imponer cargas a las rentas de propios sugiriendo romper y arrendar las tierras baldías del término y recuerda que los particulares de Marchena ya habían entregado 3250 reales según testimonio del escribano Luis de Alfaro de cuya cobranza se encargaba el justicia don Gaspar de Aponte.
«Mi voluntad es que se le den y paguen con esto mando a vos el Concejo Justicia y Regimiento de la Villa de Marchena y justicia ordinaria della, que luego sin dilación alguna déis y paguéis al capitán Juan de Olazábal las dichas quinientas y noventayocho mil y noventa y un maravedíes».
Los fondos escaseaban y la situación no era favorable para los españoles en Italia y Flandes por lo que se consideró importante atacar a los holandeses por mar. Una campaña pagada por los españoles en sus dos terceras partes que finalmente recurrieron a gravar a las zonas agrícolas como la campiña sevillana, como ya sucediera con el abastecimiento de la Armada Invencible.
Juan de Olazábal y Juan de la Rota, habían perdido en la batalla sus buques San Buenaventura y San Antonio de Padua.
A pesar de la victoria española perdieron quinientos ochenta y cinco hombres entre muertos y desaparecidos (doscientos cuarenta de ellos del Buenaventura, apresado por el enemigo) y dosciento heridos. De ellos unos doscientos cincuenta muertos eran bajas de la almiranta; en la capitana hundida feneció casi toda la tripulación.