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Fiestas de toros y cañas en Marchena por la defensa del voto de la Inmaculada en 1616

Las fiestas de toros y cañas acompañaron a la fiesta religiosa en Septiembre de 1616 tal y como describe una carta impresa en Sevilla por Alonso Rodríguez Gamarra que describe las fiestas de toros que se hicieron en Marchena tras el juramento del Duque de Arcos, el clero y caballero hicieron para defender la «Purísima Concepción de Nuestra Señora la Virgen».

La carta fue publicada en 1865 en la obra Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España, de Genaro Alenda y Mira,  quien en 1851 empezó a trabajar en la Biblioteca Nacional, y recopiló cartelería y noticias de las fiestas extraordinarias celebradas por toda España desde el XIV al XVIII.

«Tomaron la iniciativa los sacerdotes afervorados con la noticia de la fiesta que al mismo asunto había hecho la Cofradía de San Pedro Advincula en Sevilla y aunque en un principio determinaron que fuese puramente eclesiástica, a los caballeros del Palacio del Señor Duque de Arcos, gente principal de la villa pareció está ocasión muy buena para tener parte en la fiesta. Y así ofrecieron hacer también sus juramentos y tomaron a su cargo regocijar la plaza con fiestas de toros y cañas y las demás demostraciones para que la fiesta fuese más cumplida se fijó para ello el día 4 de septiembre haciendo al efecto una solemne publicación con atabales, trompeta, chirimias y pendón blanco, con muchos sacerdotes y otros tantos caballeros a caballo y pareado de dos en dos sacerdotes y caballeros».

«En la noche del domingo hubo fuegos artificiales. El lunes se dedicó a la fiesta de toros y cañas. Para festejar los toros tenían buena prevención de un hombre con una cuba, que con mucho donaire sabe hacer burlas a los toros y de una suiza de mancebos fuertes, que con astas habían de hacer rostro al toro y levantarlo en alto, con qué se regocijaron mucho los circunstantes».

«Las cañas se jugaron gallardamente y para ellas se había hecho mucha prevención de buenos caballos ricos y buenos aderezos y arreos. Mucho y bien se jugó con buen orden y sin confusión. Al fin dieron buena cuenta de sí los 24 jugadores, porque les corre estrecha obligación a los de Marchena de ser diestros en La Gineta pues tienen por señor al que tiene la prima en todos los ejercicios de buena caballería».

El martes hubo también toros tan buenos como los del día anterior y se pasó a jugar las cañas con tan buen donaire que todos los forasteros que suelen ser censores sin piedad, no tuvieron en que asirse y se hacían lenguas y llevaron que contar a sus amigos».