En 1592 se hace un expediente de limpieza de sangre a Antonio Portocarrero Baeza, natural de Marchena, vicario general de Alcalá de Henares en 1592. Era hijo del licenciado Cristóbal de Medina Portocarrero, fueron sus abuelos paternos Antonio de Medina Portocarrero y e Isabel Mendez. Por parte materna su madre Marina de Baeza, hija de Pedro Buzón y de Isabel Mir, todos naturales de Marchena.
Una averiguación hecha por los inquisidores apostólicos de Sevilla, entre ellos Francisco Ponce de León clérigo prebístero, comisario de la Inquisición de Sevilla con sede en el Castillo de Triana da orden al comisario del Santo Ofico de la Villa de Marchena, Martinez de la Vega, su secretario participando de las pesquisas el cura más antiguo de la villa, a los que les piden que «hagáis comparecer ante vosotros a siete u ocho personas de los más ancianos de esa villa los cuales examinaréis por interrogatorio». El propio Francisco Ponce de León hizo los interrogatorios.
Los testigos van respondiendo que «han sido y son descendientes de cristianos viejos, limpios, de limpia sangre, sin tara, ni mácula ni descendencia de judíos, moros, ni conversos, ni de otra secta» y añade que «tal es la pública voz y fama y común opinión y que de de lo contrario no había fama ni rumor y si la hubiera los testigos lo supieran».
Participan como testigo Gil Muñoz verdugo vecino de la calle Huescar, el cual conoció a Antonio Portocarrero como colegial en Salamanca, Cristobal de Rueda labrador y familiar de la Inquisición en ella quien dice que los tiene «por parientes de los Mesa que es uno de los linajes buenos de la villa» que Antonio de Medina fue regidor de la villa, y camarlengo del Duque de Arcos, Alonso Freyle Higueral, labrador de Marchena, de la Puerta de Osuna junto a San Andrés, dijop que oyo decir que Antonio de Medina habia venido de fuera siendo mozo para seguir al Duque de Arcos, siendo su caballerizo por un tiempo. Otros testigos fueron Miguel Martín de Morón, labrador de la calle Gudiel. Pedro de Mesa labrador de la villa, de la calle de las Torres. Anton Gil que fue regidor de la Villa de Marchena, de la calle Sevilla. Miguel Gonzalez Lucas labrador, de la calle la Luna cabe San Miguel.
La exigencia de tener estatutos de limpieza de sangre, un mecanismo por el que se exigía documentar descender de cristianos viejos -excluyendo judíos y moriscos- para ingresar en las instituciones que lo adoptaban como colegios mayores, órdenes militares, nobleza etc., solo se dio en la Monarquía Hispánica. El caso más extremo sería el de las Maestranzas, en las que había que acreditar limpieza de sangre de siete generaciones por las dos vías, materna y paterna.
Presuponían que ni siquiera el bautismo lavaba los pecados de los individuos, algo completamente opuesto a la doctrina cristiana. Era, pues, un concepto social. Los marginados no tenían honor. Tampoco los que profesaban otra religión, como judíos y musulmanes.
Entre la nobleza hispana era costumbre desnudar el brazo de la espada a fin de mostrar que las venas se podían ver claramente bajo la piel, es decir, que ellos provenían de familias hispanas puras, sin mezcla con gente de piel oscura (esta costumbre dio origen a la leyenda de que la nobleza es de «Sangre azul»).