En su pregón de 2018 Sor Teresa Avellaneda contó su experiencia con la enfermedad haciendo una metáfora de su situación con la de un costalero, de esta forma y diciendo que ella tenía «el alma costalera».
«Porqué lo ha dejado tanto. Es posible que ya haya hecho metástasis. ¿Y no sé chequean las monjas?. Estas cosillas y otras más, escuchaba tendida en la camilla mientras vivía mi décima estación del Vía Crucis. Después fue todo vertiginoso. Analíticas, pruebas, quirófano quimio. Y ahí me tenéis dejando que el pelo caída y las cejas y las pestañas y que la piel tomé un colorcillo que se asemeja la tierra».
«Sentada en mi sillón, mientras la enfermera urga en mi antebrazo, buscando alguna vena que no se haya dado de baja. Horas en la Unidad de Día fueron mis trabajaderas. También tuve ni cuadrilla y de ella, he de destacar al buen Pedro, que un brinco dio en el sillón al verle entrar muy resuelta, con mi calma bien discreta, bajo mi gorrito y velo».
«Ahí, en mis trabajaderas, costalera yo un día y otro. Casi un ciento». Y ves cuando te sinceras, que a todos nos pasa igual. Primero, la sorpresa, y el miedo a lo desconocido, en los pliegues del dolor. Luego el vértigo a lo venidero. Hasta que un día, la semilla del anuncio se rasga y crece el tallo y casi sin darte cuenta pasas a un mundo nuevo, que no es de Narnia, sino el de los chiquitillos sin techo, el de la gran confianza. Y respiras la certeza de ser muy amado a lo infinito. Y ahora vive en ti el que siempre tuvo en tí su templo».
«Lo descubres capitán, que lleva tu barca por buenos puertos. Y por fin te rindes y le dejas el timón, tras terminar vuestra estación de penitencia y salir sudorosos de las trabajaderas del reservorio y el suero. Nos ocurrió como a vosotros cuando encerráis los pasos. Que estalláis en lágrimas, en abrazos fraternos. Y dáis gracias a los titulares por llevar todo a su término».
«Cuántas cosas entendiste, en tan poco espacio y tiempo. Que todo es gracia, que tenemos padre bueno. Que el dolor siendo un misterio resulta que nos hermana y saca al final lo mejor que todos tenemos dentro».
«Una nueva mirada tengo tras este bendito cáncer. Ahora mi tiempo es de oro. Cada rincón de la vida, más que momento, un encuentro. Que la vida se me trocó, en un horno que va quemando, aquello que es pasajero. Y va dejando solo, el amor. El que has recibido o has dado. Que ya no sé decir que no, por eso creo que acepté el pregón. Por si acaso ya no hubiera en el futuro una mejor ocasión».