El Dulce Nombre «acabó» con la sequía de 1721 tras su traslado a Santa Isabel
José Antonio Suárez López
El Dulce Nombre y la Virgen de la Piedad fueron trasladados de San Sebastián hasta Santa Isabel, entonces iglesia de la Compañía de Jesús, para pedir lluvias, que cayeron abundantemente durante más de diez días a las 24 horas de llegar el niño a la iglesia jesuíta.
Por estos hechos «creció mucho en el pueblo la devoción al Dulcísimo nombre de Jesús y de nuestro Santos y se cogió bien el verano pues resucitó el campo».
Estos hechos aparecen relatados en la memoria del Convento Jesuita publicado en «La Compañia de Jesus en el Estado de Arcos», escrita por Julian Lozano cuyos originales se conservan en una colección privada de Marchena, Archivo de los Jesuitas de Roma y en la Universidad de Alcalá de Henares.
El texto original dice así. «En 1721 hubo una gran falta de agua y los campos estaban perdidos y la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús de San Sebastián decidió sacar en rogativas a su imagen para traerla hasta nuestra iglesia, el miércoles después de Pascua de Resurrección en la noche».
La imagen llegó acompañada de un «inmenso gentío, unos con cruces, otros con grillos y cadenas y otras penitencias en tanto número que apareció pequeña nuestra gran iglesia».
La imagen del «Dulcisimo Niño Jesus» que asi le decían, vestido con túnica morada y cruz de plata, se colocó en el altar mayor al lado de San Ignacio y San Javier. «A la 24 horas aún no cumplidas de estar en la casa El Niño comenzó a llover». Mientras estuvo el niño en Santa Isabel, nueve días, se hacia misas diarias cantadas con músicos de la iglesia mayor de San Juan.
Al décimo día, amaneció el niño vestido de Gloria resucitado y hubo una misa de acción de gracias con la participación de los niños del colegio de los Jesuítas, cantándo las letanías de la Virgen con letras acabadas en una petición: agua, agua, que cayó desde entonces en forma «copiosísima».
Esa noche llegaron a Santa Isabel varios rosarios públicos procedentes de San Miguel y otro de San Sebastián con la imagen de la Virgen de la Piedad de San Sebastián. «Y la recibimos con repique de campanas, la señora fue colocada en el altar mayor, al lado derecho lugar que dejó nuestro Santo Padre. Al día siguiente hubo segunda fiesta de Acción de Gracias con sermones asistido el altar con 12 Ángeles ricamente aderezados».
A los pocos días las imagenes del Dulce Nombre abandonaron defintivamente Santa Isabel en otro Roasario público por las calles acompañados de los monjes de San Francisco y San Agustín y el clero.
«Llegó la hora de salir la procesión y estuvo a punto de no salir por la mucha agua que llovió pero al fin salió y la despedimos con la cruz alzada, sobrepellices y capa y ya que no le pudimos acompañar enviamos los 12 ángeles que asistieron para que acompañasen con sus velas».