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El hallazgo fenicio en la necrópolis de Urso tiene precedentes en Montemolín de Marchena

Jesús Muñoz Cádiz Arqueólogo y estudiante de doctorado en la Università Politecnica delle Marche (Ancona, Italia) realiza en este artículo una recopilación de datos e hitos más importantes del yacimiento de Urso, donde se viene trabajando desde 1903. Además pone en relación las cronologías fenicias de Urso recién documentadas y las de los yacimientos del mismo periodo más cercanos como Montemolín de Marchena. 

En 1903 Osuna se hacía famosa gracias a los descubrimientos de los “relieves de Urso” y a la excavación de una parte de la muralla ibero-romana. Lo que muchos no conocen es que bajo esa muralla se documentaron enterramientos que tanto los arqueólogos franceses como posteriormente R. Corzo en 1973 identificaron como fenicios.

De ámbito funerario y cronología similar también se documentaron estructuras en el cerro de la Quinta entre los años ochenta y noventa del pasado siglo. Entonces, ¿tiene todo esto algo que ver con los hallazgos documentados en los depósitos del agua de Osuna? Eso corresponde a los arqueólogos e investigadores encargados, y ahora mismo, están en plena faena.

Urso se ubicaba en una situación geoestratégica de gran interés donde siglos antes lo hizo la ciudad prerromana y anterior a esta, la orientalizante: las vías naturales y caminos antiguos la convirtieron desde muy temprano en un lugar de control y defensa.

Con el tiempo, algunos de los poblados orientalizantes del bajo valle del Guadalquivir se abandonaron y surgieron nuevos núcleos urbanos, algunos continuaron. En Osuna, el poblamiento prerromano parece desarrollarse desde el Cerro de la Quinta sin tener aún muy claro su fisionomía, en parte por las escasas excavaciones, en parte por la alteración y potencia de los niveles romanos. Precisamente aquí es donde se vuelve interesante la intervención en el depósito del agua, ya que podríamos empezar a redefinir el territorio protohistórico de Osuna. Por si alguno se ha despistado, lo protohistórico es un saco mágico donde cabe todo lo que hay entre la Prehistoria y la Historia, y por tanto, engloba a las fases de las que estamos hablando. Sigamos.

A modo de tumbas de pozo, con escaleras, accesos y atrios, los nuevos hallazgos han sido fechados entre el siglo V-IV a.C. Durante este período, el registro fenicio va desapareciendo o fusionándose hacia lo que conocemos como íbero. En nuestro caso, lo turdetano. Por ello, habrá que analizar bien cómo encaja una necrópolis fenicio-púnica en pleno apogeo íbero cuando la mayoría de poblados y necrópolis fenicias están siendo abandonados. Podemos citar el caso de Coria o el propio Carambolo, ambos ejemplos cercanos a la actual Sevilla.

Una evolución histórica más completa puede observarse en Marchena, en la necrópolis de Montemolín, la cual arranca en el siglo IX a. C. con el llamado Bronce Final, tiene una fase orientalizante y finaliza con una fase íbera (s. V-III a.C.). En Carmona, enterramientos de la fase propuesta en Osuna ya se denominan íberos, pero de tradición púnica. La cosa se complica. Habrá que esperar a que las investigaciones avancen.

Las estructuras funerarias del depósito del agua parecen ser amortizadas (anuladas y construido sobre ellas) en época romana. ¿Os suena? El melón se ha vuelto a abrir cincuenta años después. De esta saldrán las investigaciones de la próxima década.

Nuestro territorio ha pasado por diferentes manos. La protohistoria trajo consigo una efervescencia cultural que desembocó en una sociedad turdetana con un remix genético que no ha dejado de cambiar hasta la actualidad. Osuna no es solo la ciudad que surgió tras la muerte de César o la que definió el IV Conde de Ureña, sino que nos ofrece un marco histórico y arqueológico al estilo bajo valle del Guadalquivir. Ya era hora. Las posibilidades económicas y sociales que puede traer consigo una gestión eficiente del patrimonio arqueológico son infinitas. Mente abierta, ganas de hacer y de dejar hacer y colaboración entre todos los profesionales como fórmula para recuperar el tiempo perdido. Desde luego, dependemos de nosotros mismos.

Antes de cerrar, considero que merecen un reconocimiento especial los arqueólogos que en las últimas décadas han aportado una gran cantidad de información sobre la Osuna protohistórica: R. Corzo, M. E. Aubet, J. A. Pérez, J.M. Vargas, J. A. Pachón o J. I. Ruíz, entre otros muchos. Sin ellos este puzle no tendría ni siquiera piezas con las que poder jugar.