Ya son seis. Dan igual las circunstancias, los inconvenientes y los goles en contra. El Sevilla FC fue a Alemania a por su trofeo, que se reunirá con sus cinco hermanas en el Ramón Sánchez-Pizjuán
Otra vez. El Sevilla FC cosechó este viernes en Colonia su sexta UEFA Europa League en una final de infarto, con un inicio de lo más comprometido y con un Sevilla que, de nuevo, desnudó sobre el terreno de juego el presupuesto de su rival. No empezó nada bien, por detrás a los cinco minutos, pero De Jong se erigió en héroe con un espectacular doblete en el primer tiempo que Godín volvió a estabilizar. En la segunda parte, con un choque mucho menos movido, una chilena de Diego Carlos la acabó mandando dentro en su propia meta… ¡Lukaku! Bono volvió a ser héroe y la sexta se viene para Sevilla.
Inquietante dejá vu el que se encontró el Sevilla nada más comenzar. Como ante el Wolves y el United, prácticamente la primera llegada del rival se convertía en una pena máxima. Lukaku se adentró en el área y Diego Carlos le encimó ya rebasada la línea, por lo que Makkelie no dudó en señalar el punto fatídico. El killer belga se encargó de lanzar y batió a Bono con un disparo fuerte y ajustado al palo derecho. Al Sevilla le costó zarandearse tras el golpe, pero poco a poco recuperó el pulso y se fue a por el Inter. Por suerte, antes del cuarto de hora iba a llegar ya la igualada, con un centro de Navas muy parecido al del domingo pasado y un cabezazo de De Jong que tocó Handanovic, pero sin la posibilidad de evitar el tanto.
Todo volvía al inicio muy pronto y el partido pareció serenarse en cierto modo. El Inter, como el United en el partido anterior, apostaba por un partido de ida y vuelta del que sacar tajada. El Sevilla, por su parte, se sentía más cómodo tocando y entrando por las bandas. Sin embargo, se adelantaría a balón parado, con una falta de Banega al segundo palo que De Jong remató a la perfección, descolocando a la bien formada línea interista y al meta, que se había dado dos pasos hacia delante que resultaron definitivos. Por desgracia la alegría solo duró tres minutos, los que tardó Godín en devolver la moneda con otra falta en la que impuso su cabeceo a todos los rivales.