El 4 de mayo de 1884 se soltó el último toro de cuerda de que se tiene noticia escrita en Marchena dejando numerosos heridos entre ellos un cura.
Con el toro se celebraba que el Alcalde, ganadero y empresario conservador marchenero José Torres y Diez de la Cortina fue elegido en las elecciones diputado a cortes con fuertes acusaciones de fraude electoral.
José Torres fue elegido Diputado a Cortes en 1884 y también había sido alcalde en 1864, construyendo la Fuente de San Antonio -conocida fuente de las cadenas-. Ya en 1876 José Torres era dueño de Mediodía Seguros de Sevilla, junto a Diego Benjumea y Francisco Andrada Vanderwilde.
Era Secretario de la Sociedad de Carreras de Caballos de Sevilla con sede en el Casino Sevillano, Plaza del Duque. Ganedero de toros bravos desde en 1875 con vacas de José María Benjumea, (hoy Torrestrella). Tenían en Marchena 2800 hectáreas compradas al Duque en 1869 y 1880.
Andrés Corzuelo, cronista local del Diario Ilustrado -aun no había nacido los periodistas modernos- hizo una crítica demoledora del gran terrateniente José Torres y de paso a un poeta local apellidado Guijarro que se atrevió a hacer unos versos laudatorios contando la fiesta del último toro enmaromado de que hay memoria escrita.
Corzuelo criticaba que a resultas de la suelta del toro enmaromado habían recibido «heridas y lesiones varios sujetos». La intepretación del cronista era que «el señor Torres, llevó al hospital varios heridos» pero además en un tono burlesco criticaba el poema que Guijarro le había hecho al terrateniente José Torres.
«Francamente, no sabemos qué delito haya cometido Marchena, para que la suerte le trate tan despiadamente. ¡Un diputado al cuarteo, varios vecinos destrozados y un poeta de granizada!. ¡Buenos se habrán puesto los sembrados!» dice Corzuelo.
La crónica en verso decía: «El 4 de Mayo de 1884/ por divertír a este pueblo de Marchena/ y a la celebración de haber ganado las mesas el diputado a Cortes/ lealmente por mi creencia/ el Sr. D. José Torres, que es hombre de gran conciencia/ va a ocupar un destino según requiere su ciencia/ y como nos le conceda la tendremos en memoria/ mientras alumbra el sol la tierra».
El poeta cronista de apellido Guijarro relató en su poema el desarrollo de la fiesta del toro de cuerda. Se fué á un balcón y vio venir la cuadrilla de aficionados cada cual con su capita en el brazo. El toro era blanco, ligero, de buenas carnes y al instante se marchó en busca de los toreros.
«El primero que cayó fué Pinta Poyetes. A voces empecé á decirle cuando el toro le trepó, anda juí pasmarote. La capa de qué te sirve. Cuando con mucho salero/ al meterlo por la plaza (¿Ducal?)/ el toro cogió a un caballero que era don José Aguirre/ Volvió a caer Pinta-Poyetes, y luego Antonio Laza/ Conforme cayó al suelo se empezó á levantar y le dió el toro una trompá, que lo pasó contra el cielo».
Siguieron los revolcones: «el maestro Reyes, que fué uno de los que pidieron el toro, el pobre de Castillito, el Manchao, Cordones y Juanito el de la Concha. A un policía municipal que era Luis Morrión, la gente se reía al ver que el sable le impedía levantarse del suelo. Luego el toro sin respetar humano ni divino cogió al cura como si fuera un buñuelo que cayó el pobre de cabeza y quedó como muerto».
«A Parrales le desnudó, al hijo del Bolero le hizo polvo una rodilla, y se echó el toro cansado, pero el Empalmao le quemó una oreja, y levantándose el toro le dio una corná que le hízo echar por la boca un caño aguardiente. Llevaron la res al matadero, los hedidos a sus lechos y aquí se acaba la diversión, ya nos quedamos sin toro, y ahora nos morimos todos de hambre en un rincón».