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Estudiantes de Marchena y Arahal relatan su experiencia solidaria en la «zona cero» de Catarroja: «siguen estando abandonados»

Para las familias de los pueblos de la zona cero de Valencia, esta navidad será la más dura de sus vidas. Pero un grupo de siete marcheneros, estudiantes del IES La Campiña y otros tantos de Arahal han tratado de ayudarlos dentro de sus posibilidades y han vivido una experiencia inolvidable en Catarroja, Valencia, cuando decidieron cambiar su viaje de fin de curso  por una experiencia de voluntariado para ayudar a los damnificados.

Viajaron a Catarroja el 5 de diciembre para a ayudar a familias afectadas por el abandono y la precariedad de la zona tras el desastre natural de la DANA. Lo que comenzó como un proyecto para recuperar vehículos se transformó en una lección de vida, solidaridad y compromiso con los más vulnerables.



De la reparación de vehículos a la ayuda comunitaria

El alumnado de Automoción del IES La Campiña partió hacia Catarroja acompañado por sus profesores Juan María Aceijas y Manuel Serrato, además de José Carlos González, mecánico y padre de uno de los estudiantes. A su llegada, fueron recibidos por Javier Royo, vecino de Catarroja y uno de los damnificados por la DANA. 

Inicialmente, los estudiantes viajaron con la intención de recuperar coches y motocicletas dañados, pero al llegar se encontraron con una realidad mucho más dura de lo esperado. «Nos impactó el estado de abandono y destrucción en zonas como Catarroja y Paiporta. Muchos vehículos estaban irreparables, y tuvimos que centrarnos en ayudar a las personas directamente realoizando multitud de tareas», relata Julián López Morejón, uno de los participantes.

Durante su estancia, lograron atender unos 20 coches y seis motos, orientando a las familias sobre posibles reparaciones. Sin embargo, el trabajo principal se centró en colaborar con las comunidades locales: cargaron sacos de cemento, ayudaron en tareas domésticas, abrieron puertas de casas bloqueadas y repartieron alimentos y pequeños obsequios.

La amistad como motor del proyecto

Entre las experiencias más emotivas destaca el vínculo que establecieron con una familia de Catarroja, de Javier Royo garciacon quienes compartieron momentos de apoyo mutuo. «Hemos aprendido que la solidaridad no tiene fronteras. Nos llevamos amistades que nunca olvidaremos», afirma López Morejón. Tanto fue el impacto de esta relación que los estudiantes han decidido organizar un proyecto de fin de carrera para regresar en junio y continuar ayudando en la zona y estrechar aun más los lazos.

Su experiencia no está exenta de las críticas a las autoriades por el abandono de la zona más de un mes después. «Siguen estando abandonados». 

El viaje solidario comienza

Desde el primer día, los estudiantes y profesores se enfrentaron a una dura realidad: muchos de los vehículos habían estado completamente sumergidos en agua, complicando en extremo las posibilidades de reparación. Sin embargo, según destacó el profesor Aceijas, el grupo no se desanimó, manteniendo el entusiasmo y la disposición para colaborar en todo lo posible.

Diagnósticos y primeras reparaciones

El martes 6 de diciembre, la jornada comenzó a las 7:00 de la mañana. Tras desplazarse de Valencia a Catarroja, los estudiantes diagnosticaron varios vehículos y motocicletas, comunicando los resultados a sus propietarios y proponiendo distintas alternativas para su reparación. La jornada concluyó a las 16:00 horas, momento en el que el grupo se trasladó a Torrent para almorzar y regresar posteriormente a Valencia.

Ese día, los alumnos no solo se enfocaron en las reparaciones, sino que expresaron su deseo de colaborar en cualquier necesidad que surgiera entre los vecinos, demostrando así un gran compromiso y empatía con la comunidad afectada.

Navidades diferentes, pero con esperanza

La cercanía de las fiestas navideñas marca un momento especialmente difícil para las familias afectadas, muchas de las cuales aún carecen de servicios básicos. Julián recuerda con emoción cómo un niño celebraba con alegría el regreso del agua potable a su casa, un mes después del desastre. «Fue un momento que nunca olvidaré. Darles chocolatinas o estampitas de nuestras hermandades, como Jesús Nazareno o la Virgen de la Soledad, nos hizo sentir que estábamos aportando un poco de consuelo en medio del dolor», explica.

Aprendizajes para toda la vida

Para Guille. Julián, Jorge, Ismael, Ricardo, Alejandro, Federico, y otros la experiencia ha sido un aprendizaje más allá de los libros y las aulas. Han conocido de primera mano el valor de la ayuda mutua, la resiliencia y el impacto que pequeños gestos pueden tener en quienes más lo necesitan. Aunque el estado de abandono en Catarroja y Paiporta dejó una huella profunda en ellos, también encontraron inspiración en la capacidad de las comunidades para unirse y salir adelante.

«Volveremos», concluye Julián, subrayando que esta experiencia no solo les ha enseñado habilidades técnicas, sino también la importancia de la solidaridad como base de una sociedad más justa. Los estudiantes planean regresar en junio para continuar su labor y cerrar un ciclo que ha marcado sus vidas para siempre.