La odisea de Francisco de Mesa: entró al cráter de un volcán en erupción para coger azufre
José Antonio Suárez López
Ahora que sabemos la capacidad destructiva de un volcán entenderemos mejor la hazaña de Francisco de Mesa, que se descolgó con una cuerda dentro del volcán Popocatepetl en México cuando los hombres de Hernán Cortés se quedaron sin pólvora. De esta forma los españoles pudieron tomar la ciudad de México.
En Tlatelolco Hernán Cortés, estaba preocupado: no tenemos pólvora y la necesitamos para acabar pronto con este sitio, debemos conquistar la ciudad lo más pronto posible, ustedes conocen que Velázquez, el gobernador de Cuba, tiene gente en la corte hablando en contra nuestra y pretende adjudicarse la empresa de conquista que tanto trabajo nos ha costado.
-No podemos abastecernos de pólvora en Cuba, pues cualquiera de nosotros o quien enviemos será inmediatamente detenido y si pretendiéramos obtenerla de España serían muchos meses los que tardaríamos en tenerla aquí, comentó Cristóbal de Olid.
-Los artilleros Mesa y Juan de Catalán, están seguros de poder fabricarla, aquí tenemos suficiente salitre y carbón, pero no hemos encontrado ningún yacimiento de donde podamos obtener el azufre, refería Cortes.
-Pedro de Alvarado añadió: Todos sabemos que en Nápoles, Sicilia y otras regiones en donde hay volcanes, abunda el sulfuro y en estas tierras también los hay. El más cercano es el que los nativos llaman Popocatépetl o montaña que escupe humo. Busquemos el sulfuro en la montaña, decidieron todos. -Que vayan los artilleros Mesa y Catalán, acompañados de Luis Marín que viene de Asturias y conoce de la vida en la montaña y que se hagan acompañar de guerreros Tlaxcaltecas
La expedición ascendió al cráter del volcán aún activo Popocatépetl (5253 m) para conseguir azufre para la pólvora de los cañones.
«En la ciudad de México fueron desbaratados los españoles (…) y en la retirada pasó muchos trabajos y queriendo acometer la segunda vez les faltó pólvora, (…) fue al volcán de Talmanalco, y se hizo atar con sogas por el cuerpo, poniendo en gran riesgo su vida, por las grandes llamaradas de humo y fuego. (…) Se hizo descolgar por el volcán abajo que era muy profundo, y halló piedrazufre, que sacó mucha cantidad de que se hizo la pólvora con que se ganó la ciudad de México».
Así se recoge en el documento Méritos, servicios de Francisco de Mesa, (Archivo General de Indias,PATRONATO,82,N.1,R.9), en la que el vecino de Chiapas, Luis Aceituno, dice que Francisco de Mesa fue abuelo materno de su mujer Doña Inés de Tovar. Dice ese documento que Mesa sirvió a «Vuestra Alteza» «derramando mucha sangre, padeciendo innumerables trabajos y gastando su hacienda».
Tras subir esa gran montaña de más de cinco mil metros de altura, pasando por las nieves y glaciares, para luego trepar por empinadas cuestas de tierra y piedra volcánicas sueltas, y que se venían abajo a cada exhalación del volcán. Aunque el azufre es sólo un porcentaje cercano a un décimo de los elementos que componen la pólvora, es indispensable para fabricarla.
Francisco de Mesa, (Marchena 1485-México 1534) fue uno de los primeros artilleros de que se tienen noticia y fue el que salvó la expedición de Hernán Cortés para la conquista de México, cuando ésta se quedó sin pólvora.
Estuvo en las guerras de Italia donde se acreditó como excelente artillero. En 1518 estaba en Cuba y se unió como soldado a la expedición de Hernán Cortés al Yucatán. Participó en la conquista de México y tuvo un destacado papel como artillero y constructor de cañones y culebrinas, armas fundamentales en las batallas de Texcoco y en el sitio de Tenochtitlan.
La escasez de pólvora la relata el cronista Bernal Díaz del Castillo, quien menciona que luego que fueron arrojados de la capital Azteca: «Cortés nos dijo, que pues éramos pocos, que no quedamos sino cuatrocientos cuarenta con veinte caballos y doce ballesteros y siete escopeteros, y no teníamos pólvora, y todos heridos, cojos y mancos, que mirásemos muy bien cómo Nuestro Señor Jesucristo fue servido de escaparnos con las vidas.
Por sus servicios el artillero de Marchena recibió una encomienda en Yguala, adonde se retiró con su mujer Inés de Herrera. Tuvo once hijos y murió ahogado en un río en 1534.
(Bibl.: H. Thomas, Quién es quién de los conquistadores, Barcelona, Salvat Editores, 2001; J. M.ª González Ochoa, Quién es quién en la América del Descubrimiento, Madrid, Editorial Acento, 2003).
Francisco Montaño, dice que Francisco de Mesa fue uno de los primeros artilleros al servicio de Hernán Cortés en la conquista de México «porque no había otro artillero entonces» y «que fue de los primeros conquistadores de Nueva España». Montaño subió con Francisco de Mesa a la sierra del volcán y lo vio entrar al volcán a donde bajó colgado por unas cuerdas para sacar azufre «con gran riesgo para su persona». Y «dicho azufre redundó mucho en provecho de su majestad por la cantidad de pólvora que con ellos se hizo cuándo a Hernán Cortés se le había acabado la pólvora y en aquella sazón no la había en la tierra ni venida de España».
Cervantes de Salazar escribió: «Según me dixo Montaño, era cosa espantosa volver los ojos hacia abaxo, porque aliende de la gran profundidad que desvanecía la cabeza, espantaba el fuego y la humareda que con piedras encendidas, de rato en rato, aquel fuego infernal despedía.»
El marchenero Francisco de Mesa recibió de Cortés la encomienda de la ciudad de Iguala, tal y como confirma otro marchenero Pedro Núñez, que aparece como testigo de sus actos, según se recoge en la obra «Los testigos hablan: la conquista de Colima y sus informantes» escrito por Margarita Nettel Ross de la Universidad de Colima.
Hernán Cortés escribió : »He hecho mención de una sierra, que está en esta provincia, que sale mucho humo: y de allí entrando un español setenta, u ochenta brazas; atado a la boca abajo, se ha sacado (azufre), con que hasta ahora nos habernos sostenido.»
El propio Hernán Cortés puso en conocimiento del Emperador y Rey Carlos la hazaña. En la misma carta le solicitaba que en el futuro sería más recomendable que enviará pólvora a Nueva España para no tener que acudir al volcán.
Anteriormente había subido a la cima del Popocatépelt el capitán Diego de Ordás, al que el Emperador y Rey Carlos le concedió el derecho de llevar en su escudo de armas un volcán. Así narra la subida al «volcán de México» el cronista Bernal Díaz del Castillo:
«El volcán que está junto a Guaxocingo echaba en aquella sazón mucho fuego, de lo cual nuestro capitán Cortés y todos nosotros nos admiramos de ello y un capitán de los nuestros que se decía Diego de Ordás tomóle codicia de ir a ver qué cosa era (…) y después de bien visto muy gozoso el Ordás volvió con sus compañeros (…) y cuando fue Diego de Ordás a Castilla lo demandó por armas (quiso incluir el volcán en su escudo de armas) a su majestad, e así las tiene ahora un su sobrino que vive en la Puebla»-