Gabriel de Astorga y Miranda realizó importantes aportaciones a la imaginería religiosa, destacando la creación de la Virgen de las Angustias de Marchena en 1867. Además, intervino en la restauración de la imagen del Cristo de San Pedro de Marchena, donde realizó una nueva policromía, repintó las gotas de sangre y retocó la cabellera, y eliminó un gran nudo del paño de pureza para adaptarlo más al gusto barroco sevillano ya que el Cristo de San Pedro sigue la estética de su origen en México, siguiendo un estilo gótico flamenca interpretado por los indios instruídos por los franciscanos.
En el reciente proceso de restauración de la Virgen de las Angustias, por Carrasquilla, se encontró la firma del autor y la fecha de ejecución de la talla , localizadas en el pecho de María Santísima de las Angustias obra de Gabriel de Astorga en 1867.
Precisamente otra restauración, la del Cristo de San Pedro por Gabriel de Astorga en 1865, se hizo no sin polémica; algunos miembros, incluido el rector, argumentaban su necesidad debido al deterioro de la imagen, descrita como «ensangrentamiento desfigurado y ennegrecido». Astorga, conocido tanto por sus esculturas como por sus trabajos de restauración en Sevilla, y su trabajo en la academia de nobles artes, llevó a cabo esta importante tarea, que culminó con una solemne función el 15 de octubre de 1865, poco antes, en Septiembre de ese año, el Cristo había vuelto desde Sevilla a Santo Domingo tras su primera restauración documentada. El Cristo de San Pedro llegó a Marchena en el restaurado el 29 de septiembre de 1865 tras su restauración.
También a principios del siglo XIX encontramos documentadas las primeras restauraciones en la imagen de la Virgen de la Soledad. En los libros de cuenta de la Hermandad aparecen restauraciones desde 1829, gastando 144 reales por la «composición de la efigie» y otras restauraciones en 1845 cuando gastaron 60 reales en «la competición de la cara de la Virgen».
En 1848 en los libros de cuentas de Jesús Nazareno aparece datos de restauracoines, 280 reales para el pintor Juan Ojeda que había retocado la cara del Nazareno «por la composición y encarnación del rostro de Jesús» y 160 reales «por la composición del ojo de cristal».
También encontramos en este periodo una intervención al Cristo de Veacruz, que accidentalmente se había partido su nariz y tuvo que restaurarse por este motivo mientras que al Dulce Nombre se le retoca el pelo para ponerle potencias y corona de espinas en un momento indeterminado de finales del XVIII principios del XIX.
Juan de Astorga y su hijo Gabriel de Astorga son dos figuras destacadas en el panorama de la imaginería religiosa en Sevilla y su entorno, incluyendo Marchena. Juan de Astorga, nacido en 1777 en Archidona y fallecido en 1849, es conocido por su estilo que combina el academicismo con el romanticismo. Este estilo se refleja en un dibujo correcto, la mesura en las composiciones y una naturalidad en las expresiones de sus obras, aprendiendo de maestros como Cristóbal Ramos y Blas Molner. Entre sus obras más destacadas se encuentran varias vírgenes y santos para distintas iglesias y hermandades de Sevilla y su provincia, como la Virgen de los Dolores en San Juan de Aznalfarache, San Juan Bautista niño en el Convento de Santa Paula, y varias representaciones de la Virgen del Subterráneo y San José en Sevilla.
El padre de Juan de Astorga, Francisco, fue alarife de Archidona y autor de la plaza ohavada y su abuelo, también llamado Juan de Astorga, fue tallista con obras de estilo rococó en Archidona, como el camarín del Dulce Nombre, mientras que su tio Julián construyó la capilla circular de la Virgen de los Dolores en Archidona.
La llegada de Astorga a Sevilla, entre los 12 y 14 años, alrededor de 1789 a 1791, marca el inicio de un importante capítulo en su desarrollo como artista. Al establecerse en Sevilla, Juan de Astorga se sumerge en un ambiente artístico enriquecido por la Academia de Bellas Artes, un centro educativo de gran prestigio en Andalucía en ese momento. Esta institución representaba un cambio significativo en la metodología de enseñanza artística, pasando de un sistema gremial a una formación académica más estructurada y moderna, lo que le permitió a Astorga acceder a un amplio espectro de conocimientos y técnicas.
La invasión napoleónica y las subsiguientes Guerras de la Independencia tuvieron un profundo impacto en el patrimonio artístico y religioso de España, incluyendo Sevilla y el resto de Andalucía. Las tropas francesas, bajo el mando de Napoleón, fueron responsables de la destrucción y el saqueo de numerosas obras de arte, así como de imágenes religiosas, lo que resultó en un daño considerable a iglesias, conventos y cofradías. Este período de agitación no solo tuvo un impacto devastador en el patrimonio cultural, sino que también afectó a las prácticas y tradiciones religiosas de la región.
Durante este tiempo, muchas imágenes y pasos habían sido dañados o destruidos, no solo por actos de vandalismo específicos, como el caso de la Virgen del Buen Fin de la Hermandad de La Lanzada, sino también por la política sistemática de saqueo y destrucción perpetrada por las fuerzas invasoras.
En este contexto de destrucción y pérdida, figuras como Juan de Astorga emergieron como actores clave en el proceso de restauración y reemplazo de las obras dañadas o perdidas. Astorga, reconocido por su talento y habilidad en la escultura religiosa, encontró una demanda significativa por su trabajo en toda Andalucía. Su capacidad para crear imágenes devocionales que resonaban con la fe y el fervor de las comunidades afectadas le permitió contribuir de manera significativa a la recuperación del patrimonio religioso andaluz.
Por otro lado, Gabriel de Astorga, hijo de Juan de Astorga, nació en Sevilla en 1804 y falleció en 1895. Siguiendo los pasos de su padre, Gabriel se especializó en imaginería religiosa, formándose en el taller paterno y en la Real Escuela de las Tres Nobles Artes. Fue nombrado miembro de mérito de la misma en 1848. Entre sus obras más destacadas se encuentra la Virgen de las Angustias para la Hermandad del Cristo de San Pedro en el Convento de San Pedro de Marchena, realizada en 1867, demostrando su habilidad para capturar la espiritualidad y el dramatismo en sus esculturas sin caer en excesos.
Gabriel Astorga Miranda es recordado por su estilo neoclásico academicista, resistiéndose al eclecticismo y manteniendo las pautas clasicistas de la escultura sevillana con un equilibrio entre el dinamismo del barroco y una serena expresión de las emociones. Un ejemplo destacado de su obra es la escultura de María Magdalena, realizada en 1861, que muestra una expresión afligida y una atención al detalle en el rostro y el cuerpo que reflejan las características típicas de su estilo.
Mientras que Juan de Astorga es recordado por su contribución a la revitalización del patrimonio religioso andaluz en un momento crítico de su historia, su hijo Gabriel continuó esta labor, pero adaptando su estilo a las tendencias artísticas que evolucionaban en el siglo XIX. Gabriel resistió la transición al eclecticismo que otros artistas de su época comenzaron a adoptar, manteniendo un compromiso con la estética neoclásica academicista. Esta fidelidad al academicismo, sin embargo, no implicó una falta de innovación o creatividad en su obra, sino más bien una interpretación personal de las tradiciones artísticas heredadas de su padre y su entorno.
Resalta la profunda influencia de Cristóbal Ramos en el trabajo inicial de Juan de Astorga, particularmente en la creación de imágenes dolorosas. La Virgen de los Dolores de San Juan de Aznalfarache, mencionada como una de sus primeras obras y destacada por su belleza, es un claro ejemplo de cómo Astorga empleó y adaptó la estética de su maestro en sus propias creaciones. La similitud entre esta imagen y otras como la desaparecida Virgen de la Hermandad de San Roque y la Virgen del Buen Fin indica una coherencia en el estilo y la expresión artística de Astorga, caracterizada por una intensa expresividad y adhesión a los cánones estéticos de las dolorosas de Ramos.
La narrativa en torno a las tres vírgenes más conocidas de Juan de Astorga —la Virgen de la Angustia, la Virgen de la Esperanza de la Trinidad, y la Virgen de la Presentación del Calvario— subraya la profundidad y diversidad en la producción de este destacado escultor en el contexto de la Semana Santa de Sevilla. Estas tres imágenes no solo son ejemplares del talento de Astorga sino que también reflejan la evolución estilística y técnica dentro de su obra, marcando hitos importantes en su carrera y en la imaginería religiosa andaluza.
Entre las principales imágenes de Gabriel de Astorga en Sevilla destacan la Virgen de la Soledad en el Convento de San Buenaventura, la Inmaculada en la Colegiata de Santa María de las Nieves en Olivares, y la Virgen de las Angustias en la Hermandad del Nazareno de Las Cabezas de San Juan.