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Jorge Pérez Cañete reivindica el valor del archivo histórico del colegio de San Jerónimo

FOTOS: PEPE CRISTO

Jorge Pérez Cañete participó en las jornada ssobre el patrimonio de Marchena con una ponencia sobre la historia del Colegio de San Jerónimo. Licenciado en Historia y archivero desde 2006, Jorge presentó su investigación sobre esta institución del siglo XVII, fundada por el clérigo Gonzalo Fernández.

El archivo histórico del colegio, compuesto por documentos sobre su fundación, los bienes adquiridos y las actividades cotidianas de los estudiantes, constituye una fuente valiosa de información sobre la vida y la educación en la Edad Moderna.

A través del estudio de archivos inéditos, Pérez Cañete destacó la importancia educativa y social del colegio, especialmente para jóvenes de bajos recursos. Durante su intervención, animó a la preservación y digitalización del archivo histórico de Marchena para futuras investigaciones.

En la conferencia de Jorge Pérez Cañete durante las Jornadas de Patrimonio de Marchena, se abordó la importancia del archivo del Colegio de San Jerónimo como un valioso patrimonio documental de la localidad  que permite reconstruir parte de la historia de Marchena, desde la fundación del colegio. Este centro, que fue fundado en mil seiscientos diez por el clérigo de San Juan, Gonzalo Fernández, tenía el propósito de formar a estudiantes pobres que aspiraban al sacerdocio, y fue una de las instituciones más importantes de la región hasta la expulsión de los jesuitas en mil setecientos sesenta y siete.

 Aunque inicialmente sirvió como residencia para estudiantes que asistían a clases en el cercano Colegio Jesuita de la Anunciación, el edificio albergó diversas actividades, incluyendo aulas de apoyo, juegos y servicios como cocina y lavandería.

 Gonzalo Fernández, tras heredar una considerable fortuna, decidió invertir en el proyecto y dejar su legado, facilitando la construcción del edificio y dotando económicamente las cátedras que serían impartidas. Los estudiantes no solo recibían formación en gramática y latín, sino que también vivían en el edificio bajo un estricto control de sus actividades diarias, supervisados por personal como cocineros, lavaderos, y profesores que colaboraban con la educación.

Tras la expulsión de los jesuitas en 1767 por orden de Carlos III, el colegio cerró sus puertas, como estipulaban las constituciones del fundador. Sin embargo, el edificio continuó siendo utilizado como hospital, destinado a personas desahuciadas o gravemente enfermas, continuando su misión social, tal y como deseaba Fernández.

A lo largo de los siglos, el edificio sufrió numerosas modificaciones, e incluso fue demolido parcialmente en los años 80. De la edificación original solo queda en pie la portada, que fue conservada como un testigo mudo de su esplendor pasado. En su cúspide aún se observa una imagen de San Jerónimo, que rememora su función educativa y su vinculación con la Compañía de Jesús. Actualmente, se han realizado algunas obras de restauración en el espacio, y sigue formando parte del patrimonio arquitectónico de Marchena.

El ponente destacó que el archivo no solo guarda documentos relacionados con la actividad educativa, sino también con la vida cotidiana de los alumnos y las reformas arquitectónicas del edificio. 

EL EDIFICIO DE SAN JERONIMO DE MARCHENA

La construcción inicial, que se llevó a cabo entre mil seiscientos diez y mil seiscientos veintinueve, bajo la dirección del maestro albañil Mateo Orellana. En mil seiscientos veintinueve, se contrató al cantero Alonso Rodríguez para la ejecución de la portada principal, que incluía una estatua de San Jerónimo, el santo patrono del colegio.

El edificio mantuvo su estructura original hasta la expulsión de los jesuitas en mil setecientos sesenta y siete. Posteriormente, el edificio fue utilizado como hospital, cumpliendo el deseo del fundador, Gonzalo Fernández, quien había dejado estipulado este uso en su testamento. Durante el siglo XIX, el edificio sufrió un deterioro significativo debido a la falta de mantenimiento y los cambios de uso.

Uno de los momentos más trágicos para el edificio fue en el siglo XX, cuando parte de la estructura fue demolida en los años ochenta bajo el gobierno local de Manuel Ramírez Moraza. Esta demolición, que se justificó como una forma de repartir jornales del PER (Plan de Empleo Rural), afectó considerablemente a la arquitectura original, incluyendo la destrucción de varias fachadas y áreas importantes del colegio​.

En la charla, Jorge Pérez Cañete mencionó que los colegiales de San Jerónimo se levantaban tan temprano, a las cinco y media de la mañana, debido al rigor y la disciplina que los jesuitas imprimían en sus centros educativos. Esta práctica estaba alineada con los valores de devoción y estudio que promovía la orden, comenzando el día con la oración y actividades que marcaban el inicio de una jornada rigurosa en cuanto a formación tanto académica como espiritual.

En cuanto al nombre de San Jerónimo, fue elegido en honor a San Jerónimo, uno de los Padres de la Iglesia más influyentes y un erudito conocido por su traducción de la Biblia al latín, conocida como la Vulgata. San Jerónimo fue un modelo de dedicación al estudio, la oración y la penitencia, valores que la Compañía de Jesús, que fundó y gestionaba el Colegio de San Jerónimo en Marchena, consideraba esenciales en la formación de sus alumnos.

JERÓNIMOS, LOS JUDEOCONVERSOS Y LOS PONCE DE LEÓN

Fadrique Enríquez de Ribera, vinculó su apellido al patrocinio del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista en Sevilla, en el siglo XV. Aunque este monasterio fue fundado originalmente por iniciativa del Arzobispo de Sevilla, Alonso de Egea, los Ponce de León, y en particular los Duques de Arcos, asumieron un papel crucial en su crecimiento y embellecimiento posterior.

SI bien el colegio de San Jeronimo de Marchena nunca estuvo en manos de los Jerónimos sino de los Jesuitas, recibio este nombre por la tradioción de estudio y espiritualidad de los jerónimos.

A pesra de ello la orden de los Jerónimos tuvo varios episodios de persecución vinculados a casos de judeoconversos, especialmente durante la época de la Inquisición.  El caso más llamativo y famoso fue el de Diego de Marchena, fraile marchenero jerónimo que fue procesado por la Inquisición debido a sus orígenes judeoconversos y acusado de mantener prácticas judaizantes.

Su juicio, que se celebró en el convento de Guadalupe en Extremadura, evidencia la presión y el escrutinio bajo el que se encontraban los conversos dentro de las órdenes religiosas. Los Jerónimos, a pesar de ser una orden contemplativa y espiritual, no estuvieron exentos de estas persecuciones, ya que dentro de sus filas también se encontraban conversos que, en muchos casos, intentaban integrarse en la vida religiosa como una forma de protección social y espiritual en una época de intensas persecuciones​

El hecho de que un fraile de origen judeoconverso como Diego de Marchena fuera sometido a juicio muestra cómo la Inquisición extendía su red de sospecha incluso sobre las órdenes religiosas, especialmente aquellas que, como los Jerónimos, mantenían una cierta relevancia intelectual y espiritual en España.