El Convento de Capuchinos de Marchena, fundado en 1650, sufrió su primer declive durante la ocupación napoleónica (1810-1813), cuando fue usado como cuartel y establo. Recuperado en 1813, la comunidad enfrentó graves dificultades económicas tras la retención de rentas en 1824. La desamortización de 1835 marcó su expropiación, transformándose en un molino de harina en 1842. En 1864, parte del edificio fue declarado en ruinas y derribado. Finalmente, a finales del siglo XIX, el deterioro completo y la dispersión de sus bienes sellaron su desaparición.
Según el inventario de 1835, el Altar Mayor del convento estaba presidido por un tabernáculo con una imagen del Niño Jesús. En su centro, se encontraba una imagen de la Inmaculada Concepción y otra de San José con el Niño. Había altares dedicados a San Francisco y San Antonio. En la Sacristía destacaban un gran lienzo de los Ángeles Custodios y otro de San Agustín.
El convento contaba con 16 pinturas, entre ellas: la Virgen de la Soledad, San Jerónimo, Santa María Magdalena, San Miguel, la Encarnación, Santa Rosa de Viterbo, Santa Rosalía, la Virgen de Guadalupe, San Nicolás de Tolentino, la Comunión de la Virgen, la Virgen de Regla y cinco tablas de pequeño formato. Según Ravé, los lienzos del coro de San Agustín podrían proceder del convento. En el mismo inventario figura una tabla con una Piedad atribuida a Leonardo da Vinci, según Gómez Acebes. Esta obra se conserva parcialmente en la familia García Vinuesa de Marchena, destacando únicamente la parte que representa a Jesús.
La ocupación napoleónica y el siglo XIX
Antes de la ocupación napoleónica, el convento recibió terrenos del Palacio Ducal para ampliar sus dependencias. Durante la ocupación, las tropas francesas se instalaron en el convento y el palacio, convirtiendo el refectorio, la bodega y otras áreas en cuadras para caballos. Una escalera y una galería conectaban ambos edificios, facilitando el tránsito constante de las tropas.
En 1813, tras la retirada de los franceses, el convento recuperó su uso religioso hasta 1865. En 1820, se registraron 14 sacerdotes, seis legos y dos donados, quienes eran sostenidos económicamente por los Duques de Arcos, ya que actuaban como capellanes del Palacio. Sin embargo, en 1824, el provincial Fray Joaquín de Cazalla informó que el convento estaba en condiciones habitables, pero su situación económica era precaria. Las rentas de la Casa de Arcos estaban retenidas, y los frailes dependían de donaciones para cubrir necesidades básicas. En esa época, solo dos sacerdotes estaban en condiciones de realizar las misiones capuchinas.
El último fraile del convento fue José Mayén, conocido por su oposición a la invasión francesa.
La desamortización y usos posteriores
Tras la desamortización, el convento albergó un molino de harina. Inicialmente propiedad del párroco Evaristo Montursy, este molino fue vendido en 1882 a Diego Ternero Benjumea por 20.000 pesetas. Además, se sabe que libros del convento fueron localizados en las iglesias de San Agustín, San Sebastián y San Juan. Fray José de Fregenal fue su último bibliotecario.
En 1864, la galería que conectaba el convento con el Palacio Ducal fue declarada en ruinas y derribada por orden del Ayuntamiento. Ese mismo año, Fray Teodomiro de Carmona salvó algunos bienes del convento, los cuales fueron reclamados posteriormente por los Capuchinos para sufragar los costos de la beatificación de Fray Diego de Cádiz.
Patrimonio y situación actual
Hoy en día, del convento se conservan algunos pilares, el suelo original, la cripta donde estaba enterrada la familia Láncaster y unas criptas situados bajo esta y un túnel que comunicaba la Plaza con el parque.
Hermandades capuchinas
La Hermandad de la Venerable Orden Tercera (Virgen de los Dolores de ka Humildad) estuvo en el convento de Capuchinos, según Manuel Antonio Ramos, aunque en 1822 fue trasladada al convento de San Francisco junto con la Hermandad de la Vera Cruz y la de Ánimas. En 1831, José Angulo donó al convento de Capuchinos la imagen de la Divina Pastora, actualmente conservada en San Juan.
En 1849, Marchena fue librada de la epidemia de cólera que afectó a los pueblos vecinos, lo que motivó cultos en acción de gracias a la Divina Pastora del convento. Posteriormente, en 1854, la congregación de la Divina Pastora fue trasladada a San Juan.
Capuchinos célebres
Entre los capuchinos más destacados se encuentra Fray Diego de Cádiz. El púlpito desde el cual predicaba en el convento de Capuchinos de Marchena fue trasladado al convento capuchino de Cádiz en 1864.
Deterioro y fin del convento
En 1898, el arcipreste denunció al Ayuntamiento que los restos de cadáveres en el cementerio del convento estaban siendo profanados, solicitando su traslado al cementerio público. En 1905, una parte del solar del convento, de 10.500 metros cuadrados, fue dividida y vendida. La iglesia, en avanzado estado de deterioro, dejó de ser funcional, lo que permitió a la comunidad de Mercedarias solicitar una campana argumentando que la torre estaba en ruinas.
FUENTES
Manuel Antonio Ramos Suárez, doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla y maestro de Educación Primaria en el CEIP Padre Marchena, ha investigado sobre el Convento de Capuchinos de Marchena. Su obra «Patrimonio cultural y desamortización: Marchena, 1798-1901» (Diputación Provincial de Sevilla, 2008) analiza los procesos desamortizadores desde 1798 y su impacto en el patrimonio histórico-artístico de la ciudad, incluyendo el mencionado convento.
Además, en su estudio «La dispersión del patrimonio mueble del convento de San Francisco de Marchena (Sevilla)» aborda la distribución de bienes muebles de conventos locales durante la desamortización.