Juan Luis Ravé: «El mudéjar es un elemento de la cultura española desde el medievo al siglo XX»
José Antonio Suárez López
Juan Luis Ravé participó ayer en los encuentros digitales de la Asociación Hespérides sobre “El arte mudéjar en la provincia de Sevilla” destacando que en el XIX se impone la idea de que si hay un estilo propio de toda España es el arte mudéjar, muy presente además en Marchena desde las obras de iglesias desde Santa María, siglo XIV hasta Santa Isabel siglo XVI.
En Marchena además se quedaron muchas familias de moriscos y mudéjares trabajando por petición del Duque, -mas los que llegaron de la Sierra de Ronda tras el levantamiento de la Alpujarra- lo que hace que la impronta de nuestra arquitectura sea fundamentalmente mudéjar, que en realidad eran musulmanes en tierras cristianas.
«El término mudéjar se extiende en el XIX al mismo tiempo que el español se dá cuenta que tiene algo diferente al resto de los europeos y que llama la atención a los demás».
Funcional, flexible y adaptable, el arte mudéjar sirve para todo y se mezcla con cualquier elemento de otro estilo. Amador de los Ríos y Diego Angulo Íñiguez definieron el arte mudéjar en su esencia.
Edificio neomudejar de Ecija.
El neomudéjar nace a raíz del discurso de Amador de los Rios en el XIX, que se extendió por toda España, reafirmando que el arte nacional español es el mudéjar.
«No es un estilo porque no tiene las características de los estilos europeos sino más bien una constante, un elemento más, un ingrediente de la cultura española que se mantiene prácticamente igual desde su origen medieval hasta prácticamente el siglo XIX y XX, cuando proliferan edificios públicos con este estilo».
«La pervivencia de lo mudéjar se hace todavía más evidente en la arquitectura popular» expresa Ravé sin embargo los que más lo mantienen en el tiempo «son los nobles. Es curioso porque el Rey da ejemplo cuando elije el mudéjar para hacer el Alcázar de Sevilla, pero el Duque de Arcos o los Ribera al erigir sus palacios, hacen lo mismo» explica Ravé.
Destacable el hecho de que en el XVI Diego Lopez de Arenas recogió el conocimiento de su tiempo en los tocante a las armaduras en un libro. «Destaca la escasa evolución desde un alfarje plano del Alcázar del siglo XIV, a la armadura de las carmelitas de Utrera del XVII» y otros posteriores al terremoto de Lisboa en Sanlúcar La Mayor. «No era tan difícil la técnica del artesonado que se hacía a base de dos cartabones, pero Diego López de Arenas lo explicó muy mal en su libro, pero se ha podido desvelar en base a ordenadores, como ha hecho Enrique Nuere».
Los mudéjares son los musulmanes que se quedaron «pero hay que caracterizarlo fundamentalmente por su situación jurídica y sobre todo económica» expresa Ravé. Es tal la cantidad de impuestos «que se le imponen que eso les hace prácticamente inviable una vida tranquila».
Se les llaman también moros horros (libres) y en Sevilla entre el 40% y el 65 % se dedicaban a la construcción conservando y restaurando las obras públicas como murallas etc. Las primera rebeliones en tiempos de Alfonso X y su dura represión hace que se vayan retirando y concentrando poco a poco al reino nazarí granadino.
Los musulmanes eran una minoría estratégica «eran los que conocían las conducciones de agua, el mantenimiento de las de las defensas de la ciudad y por eso fueron moros libres». Los que se convierten al cristianismo obligatoriamente a partir de 1502 se denominaron moriscos y se convirtieron en la principal minoría marginada. A ellos se sumaron los esclavos y a los prisioneros de guerra.
Hay una primera etapa de 1248 1350 tras la conquista con un predominio de construcciones góticas, uso del ladrillo y muy poco elementos de influencia musulmana. Hacia 1350-1450 se desarrolla el arte mudéjar plenamente, «con una admiración hacia lo islámico después de un intento por imponer el estilo gótico propio de los europeos» expresa Ravé.
Hacia 1450 la catedral de Sevilla se convierte en el referente de todo el siglo con una expansión del gótico pero se mantiene el arte mudéjar en la cúpula del Alcázar, en el coro de la catedral de Sevilla y en algunas portadas de ladrillo agramilado como Santa Paula.
«Finalmente podríamos decir que hay una fase última en el gótico. Ni el gótico ni el renacimiento agotan al mudéjar y algunos elementos como las techumbres se van a mantener mucho más hasta casi el 18 después del terremoto de Lisboa» indica Ravé.
Las iglesias fernandinas, se desarrollaron de Jaén a Córdoba se impone luego como modelo parroquial sevillano con la conquista de la ciudad.
«Las portadas del Aljarafe son mucho más planas, son en ladrillo y tienen más elementos de la tradición islámica. En la sierra hay mas torres fachada y en Carmona y Utrera. En el siglo 17 se siguen haciendo iglesias que tiene la misma estructura mudéjares» explica el historiador del Arte.
El Alcázar sevillano sirvió de modelo posterior para el resto de palacios de la nobleza sevillana, con alarifes venidos de Granada y Toledo y trabajando para el Rey Don Pedro.
También hubo otros modelos como los castillos residenciales de la Torre de la Reina de Guillena o las fortalezas mudéjares, como el castillo de las Aguzaderas de El Coronil, Mairena o el del Utrera, donde «se reunían las tropas, al ser cabeza de la banda morisca. Otro modelo es la torre fortaleza vivienda como la torre de los Guzmanes de la Algaba», o la iglesia de Villadiego de Peñaflor que incluye unas torre defensiva almohade en su interior.
El modelo mudéjar para los conventos es San Isidoro del Campo fundado por Guzmán el Bueno, que añade al gótico el mudéjar. La mayor armadura mudéjar puede encontrarse en Consolación de Utrera luego transformada por el neomudéjar del XIX. En la Plaza Mayor de Carmona se conservan casas mudéjares.
«El arte islámico se tiene como referente nobiliario por su exquisita decoración, pero también se incorporan las novedades renacentistas de Italia, se añaden y se mezclan», indica Ravé, La decoración geométrica andalusí pasó de las pinturas murales del claustro de san Isidoro del Campo a los paños de azulejos en el patio de las Doncellas del Alcázar o del pavimento de Santa Clara.