El pregonero Manuel Roncel ha contado hoy una historia muy significativa en el pregón de Semana Sanya 2021 en el templo de San Juan, que quizá sea lo más memorable de su pregón.
«Lo deben de saber ustedes. Yo tenía un máster en teoría y práctica de la Semana Santa en todas sus variantes. Mejor dicho: eso creía yo. Pero como Dios nos da lecciones cada día acabo metiendo de costalero en el paso de Madre de Dios de la Merced y por uno de esos caprichos del destino in costalero que casualmente se pone a mi lado. Un señor que no conozco de nada; comienza a hablarme y a contarme sus cosas como si fuera mi amigo de siempre.
«El me dice: Yo yo soy creyente, pero de misas poco. Vamos; poco ná. Comunión alguna boda que otra. Y yo como si se tratara del guardián de la ortodoxia cristiana, más Quijote que Sancho, le pregunto con un poco de superioridad encubierta. ¿Entonces que haces aquí?. Y me contó su historia. Cada uno tiene su propia historia: sus motivos para creer. El Señor me cuenta que cuando tenía 20 años le da un mareo, se lo llevan al hospital y antes de llegar entra en coma diabético. Los médicos le comunican a la familia que el asunto está muy mal. En estado crítico y no saben cómo puede acabar la cosa».
«Un hombre empezando a vivir. Con el traje de la vida todavía sin arrugar y con un hijo que no llegaba a los 12 meses. Familiares destrozados por el dolor sin saber si va a volver a despertar ni las secuelas que le podía quedar. Contra todo pronóstico pasadas una semana la situación cambia y mi compañero de trabajadera me cuenta que fue mejorando un poco a poco hasta recuperarse totalmente. Para él su forma de responder, de pagar su deuda Dios era pasear a su Madre de la Merced con el sentimiento orgulloso de ser un hijo agradecido».
«Entonces me dí cuenta que yo no era nadie para juzgar su penitencia y poner en entredicho la fe y es que hay muchas historia diferente que nos harían estremecer detrás de cara antifaz, de la celada de aquel romano. Detrás de cada músico. Miles y millones de cruces diferentes. Realmente yo estaba juzgando a ese hombre antes de conocer sus vivencias. Me dió una lección que la recordaré siempre yo no soy nadie para juzgar a nadie, pero mucho menos en asuntos de creer en ti gracias Madre de Dios de la Merced por abrirme los ojos».