La historia humana detrás del Papá Noel nigeriano de la calle San Sebastián
José Antonio Suárez López
Gostaime Newton Ezenweani también conocido como el «marchenegro» es un nigeriano que se gana la vida vendiendo pañuelos desde octubre de 2015 hace cuatro años en el semáforo de la calle San Sebastián para sacar adelante a su mujer y tres hijos.
Trabajaba en una empresa de frutas de Marchena hasta que hace cuatro años lo despidieron y desde entonces cada mañana este pastor anglicano senegalés y padre de familia le dice a sus hijos que se va a trabajar a su «segundo pueblo» Marchena. Coge el primer tren desde Dos Hermanas a Marchena a las siete de la mañana para colocarse en su semáforo y así vender sus productos a los conductores que paran en el semáforo de la calle San Sebastián frente al Bar Viruta.
El motivo por el que decidió venir a Marchena es que la mayoría de los semáforos de Sevilla y Dos Hermanas están ocupados. «Marchenegro», es el apelativo cariñoso que el mismo explica con orgullo, con que le han bautizado los marcheneros.
«La gente me llama marchenegro porque amo el pueblo de Marchena. En 2015 me quedé en paro y cuando peor lo estaba pasando la gente me ayudó. Luché para conseguir mis papeles, que me costó mucho trabajo. Aquí la gente me ha ayudado me compran mis cosas que vendo, me dan ropas de niño, no me falta ropa, ni zapatos en casa. Todo me lo han dado aquí en este pueblo. Siempre llevo bolsos a mi casa y alguno me preguntan que le falta a los niños si le faltan yogur, pañales. Y los vecinos de aquí -junto al semáforo- son como mi familia».
Vende rosarios, banderas del Betis y de España, pañuelos, pulseras, ambientador de coche, rosarios, mecheros, bufanda, fundas para móviles y asegura que está dado de alta de autónomo para ejercer su actividad que le da para mantener su familia y pagar el autónomo. Además nunca ha tenido ningún incidente a pesar de trabajar en plena calle ni tampoco insultos «la gente es muy educada y respetuosa».
Los fines de semana ejerce como predicador evangélico en inglés de la iglesia anglicana de Sevilla en la calle Relator, al lado de la Alameda llamada San Basilio. Habla y escribe inglés a la perfección, y aunque dejó de estudiar ingeniería eléctrica por falta de dinero, puede trabajar como electricista, sabe configurar ordenadores y móviles, incluso sabe hacer páginas web.