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La reacción de los marcheneros durante el desastre de la guerra de Cuba

La independencia de Cuba de la corona española en el verano de 1898, con la intervención de Estados Unidos, marcó el fin de un largo período de conflictos y una crisis humanitaria devastadora en la isla.

Durante los años finales del siglo XIX, Cuba fue escenario de varias guerras por la independencia, que culminaron con la guerra hispano-estadounidense. Este conflicto, conocido en España como el «Desastre del 98», resultó en la pérdida de las últimas colonias españolas en América y Asia, significando un duro golpe para el orgullo nacional y la posición internacional de España.

Durante el año del Desastre de 1898, Marchena, al igual que el resto de España, experimentó los efectos de este evento considerado una catástrofe. El Desastre, que se refiere a la derrota de España en la guerra contra Estados Unidos y la pérdida de sus últimas colonias (Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam), tuvo un impacto significativo en la moral y la economía españolas. En Marchena, este período estuvo marcado por varios acontecimientos y actividades que reflejan cómo la comunidad intentó lidiar con las repercusiones del conflicto.

Marchena también se involucró en la organización de eventos para recaudar fondos para la marina y las fuerzas armadas de España, aunque el Ayuntamiento, debido a su situación económica precaria, sólo pudo contribuir con mil pesetas.

El Ayuntamiento de Marchena decide recaudar fondos en apoyo a los Soldados y sus Familias con una suscripción para socorrer a los soldados enfermos que regresaban de las guerras en Cuba, así como ayudas específicas a soldados enfermos y a las familias de los fallecidos. Por ejemplo, se menciona el caso de José Lebrija Talaverón, un soldado enfermo que regresó de Cuba, y Mercedes Rodríguez García, la esposa de Antonio Mateo Rodríguez, un soldado fallecido, a quienes se les proporcionó apoyo económico.

Se constituyó una Junta local recaudatoria para recabar fondos en apoyo a la marina y las fuerzas armadas de España. Esta junta, presidida por don Francisco Regaña y Regaña, párroco de San Juan y arcipreste de la villa, organizó múltiples actividades para alcanzar este objetivo. Las actividades incluyeron cuestaciones (colectas), rifas, espectáculos y actos cívicos.

Después del Desastre, Marchena enfrentó el triste retorno de los repatriados de ultramar, con el municipio tratando de atender sus necesidades económicas y sanitarias. Ejemplos de esta ayuda incluyen pagos por funerales de soldados repatriados y apoyo económico a aquellos en mal estado de salud.

El aumento del fervor patriótico y religioso en respuesta a la guerra se evidencia en un acto particularmente significativo: la renovación de la Consagración de la villa de Marchena al Sagrado Corazón de Jesús. Este solemne acto, que tuvo lugar el día 24 de junio, fue organizado por orden del Eminentísimo y Reverendísimo señor Arzobispo de Sevilla, en cumplimiento del último concilio provincial hispalense.

La Corporación Municipal acordó asistir a este evento y extendió la invitación a la banda de música para que también participara. Además, se concedió una subvención de 125 pesetas a don José María Lobo, Presidente de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, para cubrir los gastos que ocasionaba la novena dedicada a su titular, destacando el compromiso profundamente cristiano de los miembros de la corporación. Seguidamente, se aprobó una factura de 42,950 pesetas para cubrir el costo de 163 libras de cera pura de primera calidad, empleadas en el alumbrado de la función y procesión del Corpus​​.

La renovación de la Consagración de Marchena al Sagrado Corazón de Jesús y los actos religiosos asociados, como la procesión del Corpus, se inscriben en un contexto de fervor patriótico y religioso que surge en respuesta a la guerra en Cuba, específicamente a la guerra hispano-estadounidense de 1898. Este tipo de actos religiosos y manifestaciones de fe colectiva eran comunes en España durante períodos de crisis o conflictos bélicos, como una forma de buscar protección divina para la nación y sus soldados, así como para expresar unidad y esperanza ante las adversidades.