La sospechosa fé del hombre del sur, según los tratados del siglo XVI
José Antonio Suárez López
El Libro del Alboraique, afirmó que entre los conversos de Castilla apenas se encontraría un hereje, mientras que «en el reino de Toledo, Murcia, Andalucía y Estremadura apenas hallaredes de ellos christianos fieles«.
Un libro que circuló profusamente en copias manuscritas (una se hizo en Sevilla el 15 de diciembre de 1489) e impresas -como la aparecida recientemente en Barcarrota , hizo una disección despiadada del converso, tachándola de hipócrita.
En este libro el converso sureño es cruel, inhumano, engañador, traicionero, pomposo, soberbio y mil cosas más, hasta lanzar la acusación de que «la sodomía es venida de los judíos», el pecado por excelencia.
El canónigo toledano Alonso Ortiz en su «Tratado contra la carta del protonotario» afirmaba que «No es de maravillar que sin razón e discreción el pueblo blasfeme, viendo la multitud tan grande de los malos en el Andalucia«. Y encima este gatuperio se arropaba en el caso del Libro del alboraique con negras pesadillas apocalípticas, que auguraban un próximo fin del mundo y, como aperitivo, una nueva destrucción de España a causa de los pecados de sus habitantes (es decir, de los conversos).
El cardenal D. Pedro González de Mendoza, arzobispo de Sevilla (1474-1482) escribió a los reyes diciéndoles que los cristianos nuevos ni eran cristianos ni eran judios, sino «ereges e sin ley«, luego, como herejes, bien merecían un castigo ejemplar
El famoso Cura de los Palacios, Andres Bernal o Bernáldez, escribió que «Nunca dexaron el comer a costunbre judaica de olletas de adefinas e manjarejos de cebollas e ajos refritos con aceite; e la carne guisavan con aceite, e lo echavan en lugar de tocino e de grosura, por escusar el tocino. E el aceite con la carne e cosas que guisan hace oler muy mal el resuello, e así sus casas e puertas hedían muy mal a aquellos manjarejos; e ellos esomismo tenían el olor de los judíos, por causa de los manjares e de no ser baptizados… No comían puerco sino en lugar forçoso; comían carne en las cuaresmas e vigilias e quatro ténporas en secreto».
Sobre sus oficios Bernaldez decia que «Todos eran mercaderes e vendedores e arrendadores de alcabalas e rentas de achaques e fazedores de señores, e oficiales tondidores, sastres, çapateros, e cortidores, e çurradores, texedores, especieros, bohoneros, sederos, herreros, plateros e de otros semejantes oficios; que nenguno rompia la tierra ni era labrador ni carpintero ni albañi, sino todos buscavan oficios holgados e de modos de ganar con poco trabajo».
En el padrón de habilitados de 1494 de Sevilla se indica que el de sastre era su principal oficio, junto con el tratamiento del cuero, la platería, perfumeros, especieros y boticarios, barberos, cirujanos y «físicos» o médicos, escribanos y maestros y contables de reyes y nobles además de secretarios, mayordomos, receptores, recaudadores y contadores.
La aristocracia intentó prestar apoyo a sus criados, contadores y mayordomos en los momentos de supremo apuro, ofreciéndoles acogida en sus señoríos. Cuando el Estado arbitró las composiciones y sacaba los oficios a pública subasta; ellos, con sus capitales, podían hacer frente a las peticiones del soberano y comprar los empleos, y hasta sortear a los molestos estatutos de limpieza de sangre sobornando testigos falsos y cambiando apellidos.
A partir de 1508 fue cuando Fernando el Católico propuso a los descendientes de personas condenadas o reconciliadas por la Inquisición las citadas «composiciones«. Debían pagar 20.000 ducados de oro a cambio de poder recuperar los herederos de los penitenciados en el Arzobispo de Sevilla los bienes confiscados a sus antepasados.
Una nueva composición (1511), incorporaba a las ventajas de 1508, la posibilidad de viajar a las Indias durante dos años para negociar, y la casi rehabilitación social. Claro que ahora se les pedía 80.000 ducados.
En La sublevación de 1520, vinculada al movimiento de las Comunidades, Juan Suarez de Figueroa hermano del Duque de Arcos levantó sus tropas de Marchena y Mairena contra los conversos reunidos en el Cabildo municipal en torno al Duque de Medina Sidonia. Francisco de Alcázar, Gonzalo Suárez, y otros ricos comerciantes de la calle Génova, formaron una compañía para defenderse de los alzados como Alonso Gutiérrez de Madrid, los jurados Antón Bernal y Juan de Torres.
Tambien fueron conversos el lingüista Arias Montano, al novelista Mateo Alemán, al clérigo Bartolomé de las Casas, al poeta Baltasar de Alcázar, al fundador de la Universidad hispalense Rodrigo Fernández de Santaella.