La Fiesta de las Mayas es una celebración tradicional que se lleva a cabo en varios lugares de España, incluido el municipio de Carmona en la provincia de Sevilla, Andalucía. Aunque el nombre y las características específicas de la fiesta pueden variar ligeramente de un lugar a otro, en general, esta celebración tiene raíces profundas en rituales de origen pagano que saludan la llegada de la primavera y el renacer de la naturaleza.
En la actualidad, el antiguo ritual de las Mayas de Carmona ha sufrido profundas transformaciones. Las niñas, que ya no se visten de novias, han sido substituidas por estampas de la Virgen entronizada en sillas adornadas con blancas sabanas y flores, que se parecen más a pequeños altares que a los antiguos tronos de las mayas de primavera. El sujeto ha sido cambiado por el objeto.
El origen de la Fiesta de las Mayas es pre-cristiano y está relacionado con rituales de fertilidad y celebraciones de la primavera en muchas culturas antiguas. La fiesta fue adaptada por el cristianismo, como muchas otras festividades paganas, y en algunos lugares se asoció con la veneración de la Virgen María durante el mes de mayo, que es considerado el mes mariano por excelencia.
En Carmona, la histórica Fiesta de las Mayas, que se celebra cada 1 mayo, refleja un enriquecedor sincretismo de antiguas creencias paganas y valores cristianos. Esta festividad, que originalmente formaba parte de un complejo sistema de rituales precristianos vinculados a los cultos de fecundidad, ha evolucionado significativamente a lo largo de los siglos.
En el «Diccionario trilingüe» de 1.853, Larramendi describe la «maya» como «la niña que por mayo viste muy de novia, y otras piden por ella, señora de mayo»; y en el «Diccionario Etimológico de la lengua Española» de María Moliner, la Maya es la «niña a la que en algunos pueblos colocan bien vestida y adornada el día de la Cruz de Mayo en una especie de trono para que presida la postulación que otras hacen para el culto de la cruz».
La actual celebración es resultado de un proceso de cristianización que ha integrado estos rituales en las manifestaciones de religiosidad popular de la región. La palabra «maya», según diversos diccionarios históricos, se refiere tanto a una niña vestida y adornada para presidir la celebración como a la flor, que simboliza la pureza y la belleza de la primavera.
La tarde del día anterior las niñas van al campo a recoger las flores silvestres con las que decorar sus mayas, junto con las flores de sus patios. Por la noche se reúnen dos o tres niñas para decorar la maya. Con tal fin, recubren una silla con una sábana o tela blanca sobre la cual cuelgan las flores recogidas con alfileres. En el centro de la silla, apoyada en su respaldo, colocan la estampa de la Virgen de Gracia, patrona de Carmona, y a los pues de la misma la bandeja petitoria. El resultado es un pequeño altar floral al cual se le suelen añadir otros elementos, en su mayoría vinculados con la esfera eucarística, como espigas de trigo, pequeños panes, medallas de imágenes sagradas, etcétera.
Sabemos por testimonios orales y por la fotografía del arqueólogo Jorge Bonsor, que retrata a una joven de principios de 1.900 engalanada con coronas de flores en la puerta del Alcázar, que en Carmona hasta los años veinte o treinta, las protagonistas de la Fiesta de las Mayas eran niñas o jóvenes que, ricamente ataviadas, se sentaban en la puerta de la casa, mientras que otras niñas pedían un «chivito para mi maya»; esto es una pequeña ofrenda en dinero -un ochavo- acerca de cuya finalidad existen distintas versiones. Algunos testimonios subrayan que las ofrendas se repartían entre las niñas para comprar dulces, mientras que otros señalan que el dinero recogido era destinado para la dote de la Maya; en este caso una joven púber, introduciendo una interpretación de la celebración más próxima a los ritos de paso.
La descripción de Rodrigo Caro en el siglo XVI, que retrata a la Maya como una reina entre sus compañeras, adornada con flores y piezas preciosas, subraya la importancia de esta figura central. Sin embargo, en el Carmona contemporáneo, las protagonistas ya no se visten de novias sino que se han transformado en estampas de vírgenes entronizadas en sillas adornadas, similares a pequeños altares, marcando un cambio significativo del sujeto al objeto.
En un esfuerzo por revitalizar una tradición en declive, la Peña «La Giraldilla» ha reinventado la Fiesta de las Mayas como un concurso cívico que incluye tanto réplicas de pasos de Semana Santa como las tradicionales mayas. Este cambio ha fomentado la participación masculina y ha fortalecido la involucración de las familias y las hermandades locales, desplazando el eje semántico del ritual hacia los valores socio-culturales y religiosos que predominan en la Semana Santa.
La celebración actual empieza con la recolección de flores y la decoración de las mayas, que se configuran como pequeños altares florales. El día principal, los niños y niñas se reúnen en la plaza San Fernando, presentando sus creaciones y pidiendo donativos que serán utilizados para comprar golosinas o para otros fines comunitarios durante los días de Feria.
Este proceso de transformación no solo ha preservado la Fiesta de las Mayas sino que también ha enriquecido su significado, convirtiéndola en una manifestación cultural más inclusiva y representativa de la comunidad actual de Carmona. A través de estos cambios, la festividad continúa siendo un vital componente del patrimonio cultural de la ciudad, manteniendo vivas las tradiciones mientras se adapta a los tiempos modernos.
La celebración también incluye procesiones, música, bailes folklóricos y otras actividades culturales que varían año tras año. La Fiesta de las Mayas es una oportunidad para que la comunidad local fortalezca sus lazos y para que los visitantes descubran aspectos únicos de la cultura tradicional andaluza.
Tenemos referencia de estas celebraciones en España desde la época de Alfonso X (CARO BAROJA, 1979). El erudito Rodrigo Caro describe así, en el siglo XVI, la celebración de la maya en Sevilla: «Juntándose las muchachas en un barrio o calle, y de entre sí eligen a la más hermosa y agraciada para que sea la Maya; aderezándola con ricos vestidos y tocados; corónanla con flores o con piezas de oro y plata, como reina; pónenle un vaso de agua de olor en la mano; súbanla en un tálamo o trono, donde se sienta con mucha gracia y majestad, fingiendo la chicuela mucha mesura; las demás la acompañan, sirven y obedecen como a reina» (RODRÍGUEZ BECERRA, 2000: 188).