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Montepalacio, un paraíso cercano y desconocido en el corazón de la campiña sevillana

El corazón ancestral de la campiña sevillana está en la Dehesa de Montepalacio, un paraíso cercano y poco conocido, ideal para hacer escapadas y excursiones de un día, estas navidades, con familia y amigos, donde además se pueden respetar las normas de seguridad mientras se disfruta la naturaleza.
En la entrada por la carretera Morón Marchena hay una zona de merenderos para comer entre pinos y eucaliptos y justo al lado juegos para los niños con una zona habilitada para aparcar. Desde ese punto a ambos lados de la carretera hay dos caminos para practicar senderismo y toda clase de deportes. También hay ventas de carretera cercanas donde poder comer o comprar bebidas para nuestra ruta.
Que Montepalacio es un remanso de paz y belleza ancestral lo saben también allende nuestras fronteras. En la carretera Marchena-Morón finca la Morejona se ubica el templo zen Seikyuji dirigido por el lama Rafael Doko. Personas llegadas de distintos países practican a diario la meditación en esta finca ubicada junto a la dehesa Montepalacio.
A unos centenares de metros de la A-92, existe un pequeño camino, el de Piqueras, que nos lleva a redescubrir los secretos de la última dehesa de la campiña sevillana. Templo de la naturaleza y de la cultura ancestral con una colección de túmulos, enterramientos prehistóricos por conocer y una importante flora y fauna cada vez menos conocida, que nos lleva a hundir nuestras memorias con las raíces de nuestros ancestros; de la tribu que alguna vez fuimos.
No hace ni dos siglos que el aullido del lobo se escuchaba por estos parajes, cuando  el  Duque de Arcos a quien pertenecían estos nueve kilómetros cuadrados decidió cortar el monte bajo para acabar con las alimañas y sembrar más pinos para obtener más rentabilidad del monte de palacio, osea su monte. Aún hoy pueden verse zorros y otros animales propios del monte mediterráneo.
El pino es una especie introducida aquí hace pocos siglos, en comparación con la encina y el alcornoque. «El alcornoque no dá madera para hacer vigas, por lo que se introduce el pino, para poder obtener una madera apta para hacer vigas y ser usado en carpintería. El alcornoque vale para quemarlo pero no vale para la carpintería. Como consecuencia de la presión ganadera que hoy tiene el monte, se regenera de forma natural mejor el pino que el alcornoque. Hay mas pinos nuevos que nacen de forman natural que alcornoques» explica Manuel Ramón Ternero «porque el ganado se come la bellota pero no se come las piñas».
Pero el árbol tradicional aquí es la encina que en primavera podemos verlo en plena floración. Las encinas crecen sobre las mesetas de Montepalacio con suelos más básicos una vez superadas las llanuras del arroyo del Gavilán por donde empieza la carretera de Morón. Otro árbol propio del bosque mediterráneo es el aladierno que también se puede ver en el camino de Piqueras.
Este era el paisaje más habitual en toda la campiña y buena parte de España hasta la desamortización de Madoz -1855- que supuso la mayor desaparición de árboles y bosques de la historia de España. Estas tierras comunales o tierras de propios desaparecen cuando la ley obliga a los ayuntamientos a venderlos y ponerlos en cultivo explica Manuel Ramón Ternero.
Aquí la flor más tradicional es la de la jara, que puede ser blanca o rosa y dura un solo día, nace con el rocío de la mañana y  muere con el frío de la noche. También se le llama jaguarzo morisco u nuestros abuelos la usaban para cicatrizar heridas.
También abunda el lentisco y se pueden ver algunas plantas como el hipérico que ya  Hipócrates la recomendaba como remedio refrescante y antiinflamatorio. También podemos ver el mirto, o arrayán, nombre árabe, una planta aromática que podemos encontrar en la jardinería andalusí y en la misma Alhambra.
Las plantas y arbustos del bosque mediterráneo están adaptadas a tener poca agua, por lo que suelen tener pocas hojas y muy finas, que le sirven para hacer la fotosíntesis y adaptarse al clima local explica Manuel Ramón Ternero.
Ya en el camino de enmedio, a unos ocho kilómetros del cruce de Montepalacio, hacia Morón se puede ver el monte en toda su extensión, con un grave problema que poco a poco se deja notar, la seca de la encina. Otra enfermedad reciente como la cochinilla del carmín que amenaza a la población de encinas y para la que de momento no hay remedio.
«Andalucía es el segundo productor de corcho del mundo» explica Manuel Ramón ternero, solo después de Portugal y la principal región productora de España. El descorche se hace en verano y aunque normalmente las cámaras acuden a grabar este trabajo tradicional en la sierra de Cádiz y Málaga, lo cierto es que en Montepalacio también se descorchan los alcornocales.  «C0mprar botellas con tapones de corcho, además de síntoma de calidad del vino es una forma de preservar los bosques.
El alcornoque se mantiene porque es rentable su explotación y el uso más importante del corcho es la industria del vino» indica Ternero. Para que el corcho tenga la anchura necesaria para hacer tapones tienen que pasar nueve años que es cuando se descorcha. «En los convenios del campo el trabajo mejor pagado es el rajador de corcho porque tiene que darle un corte tan preciso que no le haga daño al árbol».
En esta zona crece una variedad de orquídea silvestre que tienen el mismo aspecto y olor que un abejorro hembra para que de esta forma el abejorro macho se frote contra la planta y esparza su simiente.
Dicen que la naturaleza es la gran maestra, que nos enseña y nos guía, si se está dispuesto a escuchar. Estos son solo algunos de los secretos de Montepalacio porque siempre se puede volver a seguir aprendiendo junto a aquellas personas que tienen el don de transmitir su amor por la naturaleza.