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Manuel Luque Ramos el sacristán de Santa Clara que podría convertirse en santo

Manuel Luque Ramos beatificado hoy en la Catedral de Sevilla, junto a otros 19 religiosos y laicos entre ellos el también marchenero Jose Maria Rojas Lobo podria como todos ellos convertirse en santo y venerarse en los altares cuando concluya el proceso legal iniciado por la Iglesia.

Manuel Luque Ramos fue el único hijo del matrimonio de Manuel y Encarnación. Nacido en Marchena en 1893, murió el 22 de julio de 1936 con tan solo 43 años. Nació en una familia humilde el 6 de marzo de 1893 y se bautizó dos días después en la Iglesia Parroquia de San Juan Bautista en Marchena. Como sacristán de de Santa Clara, defendió la capilla contra un grupo de sindicalistas armados que intentaron interrumpir una misa según los datos recopulados por la iglesia para documentar esta beatificación. 

Sus datos y los hechos relatados por testigos presenciales aparecen recogidos en el libro ‘Mártires de la persecución religiosa en la archidiócesis de Sevilla’, editado por la Archidiócesis de Sevilla y Real Maestranza de Caballería de Sevilla, en 2021.

En el prólogo Juan José Asenjo Pelegrina, entonces arzobispo de Sevilla y hoy emérito explica  que “era una aspiración largamente, desde los primeros meses de mi servicio a esta Iglesia particular hispalense, exhumar la memoria de los martirizados en la Archidiócesis durante la persecución religiosa de 1936”. En el año 2012 el arzobispo promovió la instrucción del proceso diocesano para la beatificación y canonización de estas personas con la constitución de un tribunal, al que siguió en 2014 la constitución del tribunal ordinario.

En esta obra José Leonardo Ruis Sánchez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, secretario de la Cátedra “Beato Marcelo Spínola” y presidente de la comisión histórica de este proceso de beatificación, aborda el clima anticlerical del régimen republicano de 1931 y las medidas en contra de la Iglesia, entre ellas, “la quema de conventos”, la supresión del presupuesto de culto y clero en los presupuestos generales del Estado, la disolución de la Compañía de Jesús y el nuevo marco constitucional aprobado en diciembre de 1931.

La obra recoge una reseña de la vida de Manuel Luque  recadero y Sacristán de la Capilla de Santa Clara del Convento de las Clarisas de Marchena, actividad que ejercía todavía en 1936 cuando vivía soltero con su madre, ya viuda, en las proximidades del convento. Durante la Segunda República, además de los problemas derivados de la aplicación de la legislación secularizadora y laicista general, se produjeron algunos intentos de quemar los edificios religiosos en 1932 (Iglesia de San Juan; destrucción de la Capilla Sacramental de la Parroquia de San Sebastián) y 1936 (con la ocupación de la Iglesia de Santo Domingo el 1 de mayo).

El 18 de Julio debía celebrar misa puesto que era el capellán de dichas religiosas clarisas. En la confluencia de la calle Sevilla con la de San Pedro, se encontró con un grupo numeroso de sindicalistas armados que, haciendo muestras ostensibles se reían de él. 

Según esta obra aquella mañana, el Padre Emilio se dirigía desde su residencia en el convento mercedario de San Agustín a Santa Clara, de donde era sacristán Manuel. Tuvieron serias dificultades para oficiar la Eucaristía, por la amenaza de un grupo de sindicalistas que irrumpieron en el templo. Cano Manrique fue testigo de lo ocurrido en el interior de la iglesia.

En la iglesia ya se encontraba Manuel Luque, el monaguillo y recadero de las religiosasque llamo la atención del cura por salir a la calle en aquel clima de violencia y odio. Unos cuantos fieles esperaban de rodillas el inicio de la misa. Apenas comenzada la liturgia, los asaltantes accedieron al templo armados y, a gritos, ordenaban parar la Eucaristía: “¡Se acabó el teatro, todos a la calle!”.

Manuel Luque Ramos se enfrentó a ellos diciéndoles “¡los que se van a la calle sois vosotros. Nadie os ha llamado. Estamos en propiedad particular, si no tenéis fe es cosa vuestra, nosotros sí la tenemos, dejadnos en paz. Fuera todos!”, constató el Padre Cano Manrique. El grupo armado salió del monasterio y la misa continuó.

El 19 de julio de 1936, un día después del incidente en Santa Clara, Manuel fue detenido y llevado a la Casa del Pueblo de Marchena, calle San Sebastian donde fue retenido sin proceso legal junto a otros ciudadanos, muchos de los cuales eran claramente de militancia política, a diferencia de él. 

El 21 de julio, con la llegada de las fuerzas militares a Marchena, y Manuel fue gravemente herido y, aunque inicialmente sobrevivió al ataque, murió al día siguiente debido a las heridas recibidas.