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Marchena celebra el Triduo de San Francisco de Asís en el VIII Centenario del Cántico de las Criaturas

La Capilla de las Hermanas Clarisas de Santa María acogerá del 1 al 4 de octubre el Triduo de San Francisco de Asís, coincidiendo con la conmemoración del VIII Centenario del Cántico de las Criaturas.

El programa dará comienzo el miércoles 1 de octubre con la misa presidida por el Rvdo. P. Manuel Chaparro, bajo el lema “Alabanza y gratitud al Creador”. El jueves, a la misma hora, el mismo sacerdote oficiará la eucaristía centrada en la figura de Francisco como “hermano universal y hombre de paz”. El ciclo concluirá el viernes 3, con la celebración presidida por el Rvdo. P. Daniel Mariño, dedicada al Tránsito y Santa Misa.

Además de las eucaristías de cada jornada, se celebrarán Vísperas a las 18:00 horas y una breve charla sobre el Cántico de las Criaturas a las 18:45 horas, recordando la espiritualidad franciscana y la vigencia de su mensaje.

El Triduo culminará el sábado 4 de octubre, festividad de San Francisco, con una Misa Solemne a las 9:30 horas presidida por el Rvdo. Fray Joaquín Pacheco Galán.

San Francisco de Asís no dejó tratados teológicos ni grandes volúmenes de doctrina, pero sí una herencia de palabras vivas, oraciones e himnos que siguen latiendo ocho siglos después. Sus escritos son como un eco de su propia vida: sencillos, directos, transparentes, con la fuerza de quien habla desde la experiencia de lo sagrado en lo cotidiano.

Entre sus textos destacan algunos himnos y plegarias de gran belleza como la Oración ante el Crucifijo de San Damián, donde suplica: “Señor, ilumina las tinieblas de mi corazón”. Es un ruego íntimo, nacido al inicio de su conversión, cuando todavía buscaba el sentido de su camino y escuchaba la voz que lo llamaba a “reconstruir su Iglesia”.

Salutación a las Virtudes, un cántico que exalta la pobreza, la obediencia, la caridad y la humildad como hermanas inseparables. Aquí se refleja el ideal de fraternidad evangélica que San Francisco quería vivir con sus hermanos menores.

Oficio de la Pasión, una de las composiciones más intensas, en la que recoge versos bíblicos y plegarias para acompañar cada hora litúrgica. Es el himno del Francisco más contemplativo, que vive unido al misterio de Cristo crucificado.

Pero el texto que lo convierte en un poeta universal es el Cántico de las Criaturas —también llamado “Laudes de las criaturas” o “Cántico del hermano sol”—. Fue escrito hacia 1224, en los últimos años de su vida, cuando Francisco estaba ya enfermo, casi ciego, y sufría dolores físicos muy intensos. Había recibido los estigmas en el monte de La Verna y pasaba por noches de oscuridad interior. Y, sin embargo, de esa fragilidad brotó un canto luminoso.

El Cántico comienza con un himno al “Altísimo, omnipotente, buen Señor”, a quien se dirigen toda alabanza y gloria. Luego se desborda en gratitud por las criaturas: el hermano Sol, la hermana Luna y las estrellas, el hermano Viento y el aire, la hermana Agua humilde y preciosa, el hermano Fuego alegre y fuerte, y la hermana Madre Tierra, que nos alimenta y sustenta. Francisco no contempla la naturaleza como un objeto, sino como una familia viva, donde cada elemento tiene rostro y voz.

El contexto del Cántico es decisivo: Francisco lo escribe en San Damián, hospedado por Santa Clara y sus hermanas, cuando su salud estaba quebrada y la orden atravesaba tensiones internas. Este himno no es ingenuidad bucólica, sino respuesta a la dureza de la vida: en medio de la enfermedad y la división, canta a la fraternidad cósmica y a la paz. Poco antes de morir añadió los versos sobre los que perdonan y sobre la hermana Muerte corporal, cerrando así un ciclo de alabanza que abraza desde la creación hasta el final de la existencia.