Mitos, leyendas y verdades sobre los cristos indianos que llegaron a España en el XVI
José Antonio Suárez López
Los Cristos que llegaron de México a España en el XVI pasan erróneamente y -a causa del desconocimiento- por la creencia de ser piezas populares y de escasa calidad tal y como repetidamente ha señalado la escasa historiografía ya superada por nuevos estudios. Por esta causa en ocasiones se oculta su origen, o incluso se modifican para ocultar los rasgos característicos de su origen indígena.
Según esta teoría se trata de piezas ejecutadas a molde, seriadas y de materiales vulgares realizadas por manos anónimas, creencia que no casa con la evidencia de la exquisitez, nobleza y preciosismo y calidad indudable de las piezas que pueden encontrarse con mayor concentración en Andalucía, Canarias y Castilla según el investigador Francisco Pablo Amador Marrero del Instituto de Investigaciones Estéticas de México.
El cronista franciscano Jerónimo de Mendieta en su historia eclesiástica indiana en 1554 escribe que «después que los indios fueron cristianos y vieron nuestras imágenes de Flandes y de Italia, no hay retablo ni imagen por prima que sea que no la retraten y contrahagan, de bulto, de palo o hueso, las labran tan menudas y curiosas que por cosa muy de ver las llevan a España como llevan también los crucifijos huecos de caña que siendo de la corpulencia de un hombre muy grande pesan tan poco que los pueden llevar un niño».
Cristo de la Veracruz de Huévar.
En 1519 Hernán Cortés funda Veracruz primera ciudad española en América y en 1522 los indios Tarascos aceptan la soberanía española. El Obispo Vasco de Quiroga, con la ayuda de los franciscanos y agustinos se dio cuenta de la pericia de los nativos trabajando la caña de maíz por lo que instala y promueve talleres de imagineros para jóvenes contando con la ayuda de algunos maestros europeos.
Cristo de la Veracruz de Carmona expuesto en el Museo del Prado.
Para que los indígenas comprendieran la humanidad y divinidad de Cristo animaron a los indios a usar la técnica heredada de sus ancestros para tallar Cristos y así inculcarles la nueva religión se combinó la manufactura indígena, especialmente en cuanto al soporte y el modelado, y la tradición europea, con respecto a los modelos y grabados traídos de Flandes e Italia y la técnica de la policromía.
Según Amador fueron los emigrantes canarios los primeros en importar los cristos de caña, entre ellos el Cristo de la iglesia de San Juan en Telde que llegó en 1555 procedente del llamado Taller de los Grandes Cristos de México.
Los primeros crucificados novohispanos fueron enviados como regalos de indianos a sus localidades de origen para uso procesional o vinculadas con el poder, reclamadas por altas dignidades de la Península a modo de reliquias.
Entre sus características principales están su gran tamaño, casi dos metros, y sus rasgos que movían a la devoción, la gran presencia de sangre que seguía la tradición indígena, -para los indios Tarascos el maíz (algunos estaban hechos de pasta de maíz cañas o mijo) y la sangre eran sagrados, como fuente de la vida. Además estaban vinculados con la gran devoción cristífera de la época, el Santo Crucifijo de Burgos o Cristo de la Sangre, popularizado por los Agustinos que apareció siglos atrás flotando sobre las aguas. El Cristo de San Pedro también se llamó Cristo de la Sangre o Santo Crucifijo y en sus primitivas reglas son constantes las alusiones a la Sangre de Cristo.
Muchas de estas piezas alcanzaron en su época el cénit de la consideración social y artística y fueron objeto de regalos de personajes de la nobleza destacando por su carácter devoto y escaso peso, (en especial los hechos de caña) algo alabado por los evangelizadores como Fray Jerónimo de Mendieta, «los crucifijos huecos de caña siendo de la corpulencia de un hombre muy grande, pesan tan poco, que los puede llevar un niño y tan perfectos, proporcionados y devotos».
A partir del segundo tercio del siglo XVI los Cristos de caña empezaron a formar parte del ajuar de vuelta de los españoles que volvían de las Indias y empiezan a integrarse en las colecciones de la nobleza y las cofradías pasionistas que lo solicitaban a sus paisanos residentes en la Nueva España por el efecto piadoso que causaron en España.
Este investigador ha identificado más de cincuenta crucificados procedentes de México por toda España que son venerados públicamente por cofradías y hermandades. Los más antiguos, localizados en Canarias. De entre estos Cristos hay dos tipos, los cristos de talla en madera y los hechos con cañas según la tradición indígena. En Marchena tenemos los dos casos.
De entre los primeros, imágenes realizadas en talla de madera, el investigador de Carmona Fernando Villa Nogales mantiene que «el Cristo de San Pedro de Marchena vino de un taller de Puebla de los Angeles, México» donde fue tallado en el seno del taller de Fray Pedro de Gante, fraile franciscano, primer evangelizador de América y traído a España a principios del siglo XVI junto con otros tres crucificados muy similares, el Cristo de la Veracruz de Huévar, el Cristo de la Veracruz de Carmona, y Cristo de la Sangre de la Hermandad del Baratillo de Sevilla.
La importancia capital de estos cuatro crucificados estriba en que se trata de las primeras obras de imaginería documentadas que vinieron desde un taller mexicano realizado por indígenas adiestrados por los frailes franciscanos del taller de Pedro de Gante hasta la metrópoli sevillana, lo que les confiere características únicas tanto a nivel artístico como histórico, siendo consideradas por este motivo piezas únicas por su vinculación con México.
Las fuentes de esta información hay que buscarlas en el Palacio Arzobispal de Sevilla, donde existe un documento que relata cómo y cuando llegaron estos Cristos.
PEDRO DE GANTE EN MEXICO
Pedro de Gante, era un fraile franciscano nacido en Gante y familia del Emperador Carlos V que respondiendo a la llamada del emperador tras la toma de México por Cortés, salió del puerto de Sevilla en 1523, hacia México para convertirse en primer evangelizador y educador europeo de los indios de América, fundando el primer colegio y taller donde educaba e instruía a los indios para que realizaran todo tipo de arte sacro, para así nutrir a los templos mexicanos. Según esta fuente Francisco Ortiz es el nombre castellanizado del indio que hizo el Cristo de San Pedro.
Llegó a México en 1523 y por órdenes de Hernán Cortés fueron trasladados a la ciudad de Texcoco donde vivió hasta 1526. Funda la escuela de San José de los Naturales junto al convento de San Francisco, primera escuela europea de América donde incorporará la enseñanza de artes y oficios que proveía a las iglesias de pinturas, escultores, talladores, canteros, carpinteros, bordadores, sastres, zapateros, y otros oficiales.
De su escuela surgieron notables artistas de gran habilidad en la pintura así como escultores. Gante fundó, en 1523, el Colegio de Texcoco, la primera escuela europea en América.
Entre los cristo hechos de caña o pasta de maíz encontramos en Marchena el Cristo del Pan o Cristo de la Salud, en la capilla de la Veracruz que procede del convento de Santa Eulalia.
Cristo de Zacatecas de Montilla.
Encontramos un ejemplo de gran calidad y devoción en Montilla. Cada 10 de septiembre la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Montilla celebra la llegada a España de su titular el Santo Cristo de Zacatecas hace 445 años, en 1576 traída de México por Andrés de Mesa documentada por escritura notarial otorgada el día 10 de septiembre del mismo año que junto con el Cristo de Veracruz de Carmona participó el año pasado en la exposición Tornaviaje en el Museo del Prado.
Mesa se casó con una hija de Hernán Cortés y volvió a España, lo que junto con la donación del Cristo les produjo afecto, dinero y popularidad. La familia alcanzó oficios de alto rango de la mano de los Marqueses de Priego. Pedro Fernández de Córdoba marqués de Priego se casó en 1587 con Juan Enrique de Rivera y Cortés nieta del conquistador Hernán Cortés fijando su residencia en el palacio de Montilla. Los Cortés de Mesa llegaron a emparentar con las más importantes casas nobiliarias andaluzas y además sus descendiente tenían el privilegio de llevar al Cristo en sus salidas procesionales.
Existen otros cinco cristos que vinieron de México en la ciudad de Córdoba, el más conocido es el Cristo de Gracia conocido como el Esparraguero. Además hay otros cuatro repartidos por la provincia cordobesa.
Santo Cristo de Telde.
También encontramos cristos hechos de caña en el altar mayor del convento carmelita de San José en Sanlúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla, o en la Colegiata de San Pedro en Lerma, encargo del poderoso Duque de Lerma y vinculada con la Venerable Mariana de San José que tuvo gran importancia en los reinados de Felipe III y Felipe IV y con las principales casas nobiliarias del momento. En Lerma el Arzobispo Acevedo, protegido del Duque presentó al convento carmelita la imagen del Cristo indiano aún embalada -desmontados los brazos, como se transportaba desde México-, señalando su carácter devotísimo.
En la Santa Cueva el convento dominico de Segovia donde estuvo Santo Domingo (1218) y Santa Teresa tenido como el primero de la orden en España hay otro crucifijo Mexicano similar al de Montilla.
La imagen del Cristo de Gracia llamado El Esparraguero de Córdoba fue realizada por indígenas de la ciudad mexicana de Puebla de los Ángeles, y el material empleado fue la médula de caña de maíz. El Cristo fue realizado por encargo de un cordobés llamado Andrés Lindo, que lo envío a España, donde su hermana Francisca de la Cruz lo donaría a los Padres del convento trinitario de la Virgen de Gracia.
Divino Indiano de Chiclana. En 1674 se firmaba acuerdo entre las Agustinas Recoletas y el comerciante gaditano Julián Cortes, para donar una pequeña imagen de Jesús Nazareno que había traído de México, para que, como titular del convento, presidiera su templo.
Otros cristos hechos de maíz son el Santo Cristo de la Vera Cruz y el Divino Indiano ambos de Chiclana de la Frontera, el Cristo de la Caridad, de Santa Olalla, Toledo, el Cristo de Gracia, llamado «El Esparraguero«, de Córdoba, el Señor Difunto de Icod de los Vinos, Tenerife, Cristo de la Buena Muerte, en Agüimes, Gran Canaria, Cristo de la Misericordia, Garachico, Tenerife, Cristo de la Vera Cruz, Lequeitio, Vizcaya, Santo Cristo del convento de San Francisco, Mondragón, Guipúzcoa, Cristo de la Sangre, de Lucena, Córdoba, Cristo de la Paz, Monturque, Córdoba, Cristo de Bornos, llamado «Cristo del Capítulo«, Bornos, Cádiz, Cristo de las Misericordias, de Los Santos de Maimona, Badajoz, primitivo Cristo de la Vera-Cruz, de Cádiz y Cristo de los Afligidos, de la Iglesia de San Francisco, Cádiz.
FUENTES:
8. AMADOR MARRERO, Pablo F.: Traza española, ropaje indiano. El Cristo de Telde y la imaginería en caña de maíz. Gran Canaria, 2002, págs. 58-59. 9. AMADOR MARRERO, Pablo F.: “Imaginería ligera en Oaxaca. El Taller de los grandes Cristos”, Boletín de Monumentos Históricos, 15, 2009, México, págs, 45-60.
La recepción de crucificados ligeros novohispanos en Castilla y León: nuevos ejemplos y perspectivas