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Autoexpolio: Cuando el Estado español colaboró en el mayor expolio de arte

¿Como es posible que la sociedad española de hace cien años colaborara en el mayor expolio de arte de nuestra historia?.
En los últimos años la prensa no ha parado de publicar artículos sobre la campaña expoliadora de Arthur Byne para Hearst, recogiendo el asombro y la indignación, de los expertos del arte, que cristalizó en documentales como «Los cielos de España» emitido en TVE de gran éxito internacional. El enfado se convierte en indignación si tenemos en cuenta el matiz que introduce José María Sadía publicado por Almuzara. El concepto de Autoexpolio. O lo que es lo mismo cuando el Estado español se expolió a sí mismo.
JOSE MARIA SADIA
Ruinas del Palacio Ducal de Marchena.
Comprobar cómo miles de personas  cobraron ilegalmente de los expoliadores americanos, no sorprende tanto cuando hablamos de padres de familia en tiempos de miseria e incultura tratando de alimentar a sus familias. Mucho menos comprensible es la actitud de los cuadros medios y altos de Iglesia y Estado, tan permeables y acostumbrados a la corrupción, que aún sorprende y nos deja interrogantes sobre si esto sucedió en otros campos y si sigue sucediendo hoy, con otras escalas, normas y leyes.   
La noticia de ABC de Febrero de 2020 no deja de sorprender «Un artesonado abovedado de un convento de Valladolid aparece en un palacio de California. Preocupación entre arquitectos y restauradores por el expolio de nuestro patrimonio histórico para venta o uso privado. El expolio sucedido hace cien años, aún no está cerrado ni aclarado: aún quedan piezas pendientes de localizar.  Lar repercusión del tema se debe a que no hay pueblo español monumental donde no exista la sospecha de que alguna de las piezas de su patrimonio haya corrido la misma suerte.
Una copia de la Puerta de Marchena en la fachada principal del castillo Hearst de California. Un castillo de 6.363 metros cuadrados, con 38 habitaciones, 42 cuartos de baño, 14 salas de estar y 30 chimeneas. El proyecto fue variando sobre la marcha. Este tipo de decisiones dieron como resultado un edifico caótico, exageradamente ornamentado y de estilo híbrido.
Han tenido que pasar cien años de la campaña expoliadora del empresario Hearst a través de su agente en Madrid Arthur Byne, -que también vino a a Marchena a intentar expoliar la Puerta del Palacio Ducal o Puerta de Marchena que acabó en el Alcázar de Sevilla- para que los medios de comunicación y la sociedad española, tomen conciencia de la magnitud del expolio muchas de cuyas piezas no están aún localizadas.
Retrato de William Randolph Hearst tomado el 1 de enero de 1940
Artículos e investigaciones en prensa tratan ahora de localizar las piezas del expolio en EEUU, documentales y libros dejan al descubierto una de las mayores verguenzas de la cultura española cien años después. «El autoexpolio del patrimonio español. Cuando España malvendió su arte», es el nombre del libro de José María Sadía publicado por Almuzara.
La Puerta de Marchena en su ubicación original del Palacio Ducal de Marchena.
La incapacidad del Estado, la connivencia de la Iglesia, la inagotable ambición económica de los anticuarios, la ignorancia de la sociedad española y el desmedido interés de Estados Unidos por el pasado hispano crearon un cóctel explosivo que derivó en el «expolio legal» y la marcha de algunos de los tesoros románicos más importantes del país.
La fachada de He3arts Castle tiene dos torres simétricas de 48 metros de altura copia de la torre de la catedral de Ronda y al centro una copia de la portada tardogótico del Palacio de los Duques de Arcos, en Marchena que a punto estuvo de salir del pais pero que no lo hizo porque el Reu Alfonso XIII la compró y la colocó en el Alcázar sevillano.
Trabajos de colocación de la puerta de Marchena en el Alcázar de Sevilla.
Byne (Filadelfia, 1884) era licenciado en arte y se presentaba como arquitecto. Nunca construyó nada. Pero durante las dos décadas que vivió en España, de 1915 a 1935, desmembró decenas de iglesias, palacios y conventos, que compró ilegalmente y trasladó a Estados Unidos, para que el ciudadano Kane decorase con los despojos sus delirantes mansiones en Florida y California. Colocó sobre la cabeza del magnate de la prensa más de 80 artesonados hispano-musulmanes.Se llevó, piedra a piedra, monasterios enteros. Robó, engañó y sobornó. Y consumó el mayor saqueo conocido del patrimonio arquitectónico español.
Las piezas que eran víctimas del coleccionismo irracional de Hearst acababan en unos almacenes en Nueva York y eran tantas y de tan variada procedencia que muchas de ellas no han podido ser localizadas.
Otras si se conocen. Como la iglesia de San Miguel de Uncastillo, hoy en el Museo de Boston, que se utilizó durante años como puerta de un garaje, los tapices flamencos se quemaban para extraer sus hilos de oro y plata. El castillo de Vélez-Blanco está hoy en el Metropolitan de Nueva York.
José María Sadia detalla en si libro miles de operaciones de «autoexpolio» de valiosísimas obras artísticas que parecerían ciencia ficción, de no estar rigurosamente documentadas. «Conservación del patrimonio y coleccionismo pueden convivir perfectamente, pero a veces se han cruzado barreras que solo pueden explicarse por la falta de concienciación, educación y puesta en valor de nuestro pasado. El periodista José María Sadia conoce esta historia como nadie y aquí la cuenta sin tapujos, para sorpresa de unos y vergüenza de otros». afirma Nacho Ares, director de Ser Historia.
José María Sadia, natural de Zamora (1979), es licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca, con estudios en Historia y Filología. Ha trabajado durante dos décadas en medios locales y regionales y, desde hace diez años, se dedica a la divulgación del arte y del patrimonio. Actualmente, escribe en medios nacionales y revistas especializadas (elDiario.es, La aventura de la historia) y es colaborador habitual del programa Ser Historia, donde presenta los contenidos del espacio El código románico (www.josemariasadia.net). Es autor de los libros «El último claustro. Los enigmas del caso Palamós» (Milenio, 2017) y «El románico español» (Almuzara, 2020), uno de los volúmenes de referencia en la actualidad sobre el primer arte internacional.