OPINION.-Por Emily Rose Pelegrin.
“Este tiempo de muerte es tiempo también de valorar la vida” Gioconda Belli.
Pienso muchas cosas estos días de (obligada) clausura…sin quererlo, me vienen a las mientes, a las entretelas del alma, mis más cercanos ancestros, los que vivieron la guerra civil, y muchos de los cuales, -en lugar de huir al monte o a otro país fronterizo- huyó recluyéndose en un angosto espacio ubicado en su misma casa. En silencio y sólo la mayor parte del día, para que nada pudiera hacer sospechar a sus vecinos que se encontraba en casa.
Pienso y evoco la lectura de aquel libro que marcó mis días de adolescencia y que, -ahora, en mi corazón de adulta- resuena cargado de significados nuevos: el Diario de Ana Frank, un testimonio que estremece por su verdad y por la profunda mirada de su autora: una niña de 14 años.
En ese libro la vemos convivir en un espacio pequeño durante dos años con ocho personas más, compartiendo privaciones, confidencias, miedos…sin poder hacer el más mínimo ruido durante gran parte del día (para que los trabajadores del almacén no pudieran delatarlos), estudiando sus asignaturas.
Convencida de que “la pereza es atractiva, pero el trabajo da satisfacción” y sintiendo como un regalo las pocas ocasiones en que, por la noche, podía subir al desván y entrever el cielo estrellado.
Fuera; en ese mundo al que ella ansiaba regresar porque aún veía en él -“no la miseria, sino la belleza que aún queda”- no había policías diciendo a la gente: ”váyase a casa por su bien”, sino la Gestapo, los campos de exterminio, la muerte segura, el sufrimiento más atroz.
Pienso estos días en esos países no tan lejanos (¿a cuánto queda África de nuestras costas?) en los que tantas y tantas veces, virus peores que este que ahora nos aterra, asolarán a la población que no contará con hospitales, con médicos suficientes,con medicinas que palíen el dolor, con un sanidad social que,aunque diezmada por los recortes de los últimos años (como en nuestro país) te atienda y te garantice unos cuidados dignos.
¡Cuán silenciosamente se irán esas vidas sin que nadie se entere¡
Ellos también son nuestros prójimos, también son nuestros hermanos:”la humanidad entera es una gran familia”.
Me pregunto estos días de clausura si nos daremos cuenta de una vez de cuán entrelazados estamos unos a otros,en la alegría y en el dolor, en la miseria y en la abundancia, en la muerte y en la vida.
Quizás estos días en que “calla el hombre y habla el mundo” (¿lo habéis percibido?). Se escuchan más pájaros y menos coches, el aire está más claro y muchas calles respiran sin residuos,sin basura.
Es tiempo de ir también hacia dentro, hacia nuestra morada interior, y preguntarnos adónde nos llevan las prisas, los afanes, el ajetreo, la macroeconomía de un sistema voraz y capitalista que engulle selvas y almas sin piedad.
¿Seremos capaces de revelar nuestro lado más solidario, creativo y juguetón..?¿seremos capaces de ver la belleza de este templo que es la Tierra?. ¿De amar a todas sus criaturas,sean del color que sean, tengan patas, alas o raíces?.
¿Lo haremos?.
Me quedo con esa frase de José Martí, poeta y pensador cubano:”Hay que confiar en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor: PARA QUE PREVALEZCA LO MEJOR”.
Pues eso, compañero, camarada, hermano: que prevalezca lo mejor.