El despliegue de banderas que celebran la diversidad sexual y la inclusión se ha convertido en un símbolo visible y recurrente en muchas ciudades y pueblos alrededor del mundo. Sin embargo, este gesto simbólico, aunque significativo, no aborda la raíz del problema. La verdadera solución radica en la educación, ya que la ignorancia y la intolerancia son productos del desconocimiento y del miedo a lo diferente.
La naturaleza humana tiende a la ignorancia, la pereza y la dejadez cuando no se cuenta con la educación adecuada. Este estado natural se ve exacerbado en un mundo en constante cambio, donde el miedo a lo desconocido y a la diversidad puede llevar a la intolerancia y la discriminación. Este miedo, sin embargo, solo puede combatirse con la educación y la iluminación. Sabemos que del miedo no surge nada positivo, mientras que de la luz del conocimiento emana el progreso.
Históricamente, las asociaciones que promueven la diversidad sexual han encontrado mayor tolerancia en las ciudades, donde la diversidad es más visible y aceptada. Sin embargo, en áreas rurales, la situación es diferente. Las personas que desean expresar su sexualidad de manera diversa a menudo se sienten obligadas a abandonar sus hogares para encontrar un entorno más tolerante, lo cual no debería ser necesario.
El objetivo debe ser que las futuras generaciones puedan vivir en paz, sin ser motivo de burla ni estigmatización social, independientemente de sus opciones de vida. Para lograr esto, es esencial que la lucha por la diversidad sexual no se limite a un día al año con una bandera. En lugar de eso, se necesitan talleres educativos y actos de concienciación continuos a lo largo del año.
Colocar banderas no es suficiente si no llevamos luz y educación a los ciudadanos. Debemos entender que una cultura de inclusión y tolerancia no se construye de la noche a la mañana, especialmente cuando las raíces de la intolerancia están profundamente arraigadas en la mente de las personas durante siglos. La verdadera batalla contra la intolerancia se libra en las aulas, en los talleres educativos y en cada acto de concienciación que realizamos. Solo así podremos asegurarnos de que todas las personas, independientemente de su orientación sexual, puedan vivir libremente y sin miedo en cualquier lugar del mundo.
Para salir de la ignorancia, se necesita educación. No podemos convertir este tema en propaganda o en un eslogan político de un día, porque eso implicaría desvalorizar a las personas que desean expresar su sexualidad de manera diversa. Estas personas no deben sentirse agredidas, utilizadas, ni comprometidas. Deben poder vivir su sexualidad libremente en su entorno local sin necesidad de mudarse a otro lugar.
El objetivo es que las futuras generaciones puedan vivir en paz, sin ser motivo de burla ni de estigmatización social, independientemente de sus opciones de vida. La lucha por la diversidad sexual no se limita a un día al año con una bandera, sino que requiere talleres educativos y actos de concienciación constantes. Cambiar una cultura arraigada en la mente de las personas durante siglos no ocurre de la noche a la mañana.