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Opinión: Lo que Chateaudun nos enseña

Chateaudun nos enseña que otra politica es posible y que la diplomacia y el protocolo tienen una utilidad práctica. La diplomacia, escuchar, negociar, convencer y abrir puertas es la base misma de la política, en este caso bien usada para fomentar el encuentro entre antiguos rivales y hasta enemigos (España-Francia), pasados invasores.

Las relaciones internacionales abren puertas a las empresas, intercambio de estudiantes, turistas, ideas y proyectos. Eso implica tener unos objetivos y líneas generales a medio plazo que se ponen en juego en estos encuentros diplomáticos.  

Chateaudun nos enseña que el recurso fácil a la agresividad verbal, al conflicto sistemático, la expulsión del que piensa distinto, -aunque se trate de empresas o instituciones algo que hemos visto en Marchena-, los excesos de todo tipo sin finalidad alguna -mas que  para el enaltecimiento del ego-, no solo cierra puertas sino que produce notables retrocesos en materia económica, empresarial, turística, en la convivencia del día a día y en la calle. amén de la irresponsavilidad que supone generar un ambiente de guerra abierta en la sociedad por un puñado de votos. 

Chateaudun nos enseña que la toxicidad irracional acumulada hace que el pueblo donde eso sucede sea un lugar cada vez menos atractivo para vivir, trabajar o desarrollar proyectos. Al mismo tiempo todo eso conduce a una pérdida de peso político del municipio en sí y de los propios actores o protagonistas de las batallas y polémicas estériles que a la larga pierden peso en las instituciones a la que pertenecen, se desgastan a sí mismos y a su entorno: moral y psicológicamente, se cierran puertas a sí mismos y dejan de estar presentes en los escenarios donde verdaderamente se decide todo.  Osea nadie gana y perdemos todos.

Chateaudun nos enseña que tener un castillo medieval bien conservado, -de hecho, dá nombre al pueblo, y conforma su identidad- tiene una finalidad práctica como espacio de representación, atractivo para visitantes, símbolo y seña de identidad. En Marchena seguimos lamentablemente perdiendo patrimonio y lo que es peor, usándolo política y electoralmente  en perjuicio de todos. 

Chateaudun nos enseña que valorar en toda su profunidad la cultura y el patrimonio monumental e histórico como centro de una verdadera acción política y para ello se necesita tener responsables verdaderamente preparadps, una cierta altura de miras, rodearse de buenos técnicos, saber delegar en ellos, olvidarse del control total y la bronca diaria y de la lógica electoral inmediata y poner los ojos en una meta común y lejana, debe estar en la mente del gestor.

Chateadun nos enseñe que tener unos representantes políticos dignos, con apertrua mental, sin fanatismo,  con conocimientos de idiomas, con formación superior,  saber estar, don de gentes, amplitud de miras y visión de futuro es important6e para el futuro de nuestro pueblo y de nuestros hijos. Lo contrario solo produce atraso, empobrecimiento cultural, mental y económico.  

Chateaudun nos enseña que el enclaustramiento en sí mismo no es positivo, cuando procede de una mal entendida lógica electoral y mitinera, -aquello del: todo aquello que no puedo controlar no me sirve-. Que es positivo y útil abrirse a la crítica constructiva, a las nuevas ideas y propuestas aunque no vengan de tu entorno, al diálogo sincero con administraciones de otro color,  más allá del conflicto, al diálogo real con el vecino superando la adulacióbn y escuchando sus necesidades. La implicación real del ciudadano en los actos cotidianos de gobierno, etc. 

Chateaudun se ha convertido en un espejo para Marchena, de todo lo que somos capaces y de lo que una vez fuimos y perdimos y que de nuevo en el futuro podremos volver a ser superando el conflicto, la irracionalidad, los personalismos, el fanatismo y el enfrentamiento y teniendo un proyecto común.