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Opinión: Maricón y socialista

Fernando Brazo Díaz es graduado social, especializado en derecho
sindical. Ha trabajado como asesor laboral y sindical para la Federación de Industrias Afines de la Unión General de Trabajadores de Andalucía, así como en áreas de administración de diferentes empresas del sector público y privado.

 

Llevo año y medio tratando de entender la naturaleza de un virus que ha logrado
confinar a más de la mitad de los habitantes del planeta. Cuando superemos esta coyuntura distópica que nos ha tocado vivir, la cara del inmunólogo Alfredo Corell será de las más recordadas.

Este divulgador cuenta con más de sesenta publicaciones científicas en The New
England Journal of Medicine o The Lancet, y su excelencia metodológica le valió el
reconocimiento como mejor docente universitario de España en 2018. Corell también es maricón y socialista. Así quisieron subrayarlo, literalmente, en su entorno laboral, y así lo contó Corell en La Sexta Noche. La historia está colmada de maricones.

De hecho, la lista es interminable. Algunos, como el británico Alan Turing, se convirtieron en padres de la informática moderna. A otros, como Nicolás Maquiavelo, el gen maricón no les dio para mucho más que instituirse en precursores de la ciencia política.

Mención especial merece el pintor, anatomista, arquitecto, ingeniero, científico, escultor, filósofo, inventor, músico, poeta y urbanista florentino Leonardo Da Vinci, que con las mariconadas pintó La Gioconda, un retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco Giocondo, que anualmente recibe la friolera de ocho millones de visitantes en el Museo del Louvre. Así son estos chicos; lo mismo se suben a una
carroza que te pintan La Última Cena.

En ocasiones me pregunto cómo sería la vida si no hubiesen existido maricones como Francis Bacon, que influenciado por la obra de Platón, otro maricón, elaboró el método más estudiado en filosofía; el empirismo. O Michel Foucault, contemporáneo fascinado por Nietzsche, que legó al humanismo su Genealogía del conocimiento.

Aunque no hay que trasladarse al país galo para recordar la gloriosa encomienda de otros maricones socialistas. Aquí, entre los autores de la Generación del 27, destacó Federico García Lorca, al que asesinaron al grito de maricón, igual que a Samuel, joven coruñés al que siete hijos de puta arrebataron la vida el pasado jueves.

Como sociedad, tenemos razones para sentirnos orgullosos, pero no nos equivoquemos, porque son las mismas que también tenemos para mantener firmes la guardia.

Pero si hay un maricón y socialista que merece mi admiración es Pedro Zerolo, tristemente fallecido en 2015. Zerolo impulsó la Ley 13/2005 de 1 de julio por la que se aprobaron en España las uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo, situando nuestro país como el cuarto del mundo en reconocer un derecho que define, con mayúsculas, el concepto de vanguardismo social.

Sí, al empeño de este maricón y socialista le debemos habernos convertido en uno de
los principales referentes internacionales en materia de equiparación de derechos sociales, un logro que debería figurar en el capítulo de derechos fundamentales de todas las democracias modernas.

Pero la realidad es caprichosa y aún estamos lejos de alcanzar este hito. Por eso,
cada 28 de junio, y al margen de los avances que en esta disciplina se hayan materializado en España, debemos seguir celebrando el Día Internacional del Orgullo LGTBI.

Entiendo que a muchos les pueda resultar cansino que, a estas alturas, sigamos con las cabalgatas maricón pa arriba maricón pa abajo, pero por increíble que resulte, existen minorías sexuales que a día de hoy están siendo brutalmente represaliadas en países tan cercanos al nuestro como la Hungría del ultraderechista Viktor Orbán o la Turquía del islamista Tayyip Erdogan.

Fundamentalmente doloroso es el terrible retroceso experimentado en Chechenia, donde se siguen reportando informes que apuntan a una violenta purga contra colectivos homosexuales a los que ingresan en campos de concentración. ¿Qué os recuerda esta barbaridad?. Si la respuesta os retrotrae inevitablemente a Auschwitz, o a Dachau, se hace más oportuna que nunca una reflexión sobre el error que, de facto, supone relajarnos. Que en España hemos avanzado es un hecho incontestable.

Como sociedad, tenemos razones para sentirnos orgullosos, pero no nos
equivoquemos, porque son las mismas que también tenemos para mantener firmes la guardia.