La degradación de lo público desde las entrañas de lo público es una amenaza que se cierne sobre nuestra sociedad con una peligrosidad comparable a la de los pájaros de mal agüero. Entre estos, destaca el que adopta la estrategia del cuco, ese ave parasitaria que, al colocar sus huevos en nidos ajenos, termina por desplazar y eliminar a los legítimos habitantes del nido. Este comportamiento parasitario se refleja en aquellos individuos que, sentados en despachos de instituciones públicas, se valen de estrategias privadas y espurias para servir a sus propios intereses.
Cuando en un debate público ciertos individuos recurren a ataques personales desde las instituciones públicas, utilizando documentos oficiales y fondos públicos, lo que realmente están manifestando es su falta de fe en lo público. Estas acciones dejan claro que ven a la institución pública y a sus recursos como herramientas para satisfacer sus propios deseos y caprichos personales, deseos que de otra manera no podrían cumplir.
Los pájaros de mal agüero en el ámbito público utilizan ataques personales, argumentos manipulados y tácticas deshonestas que buscan minar la confianza en las instituciones y en el propio concepto de lo público. Esto se convierte en una constante guerra de trincheras donde el desprestigio del adversario se realiza con argumentos barriobajeros, buscando siempre dañar la línea de flotación de la transparencia y la rendición de cuentas.
Lo verdaderamente alarmante es que estos individuos, en apariencia servidores públicos, están en realidad trabajando para sus propios fines. Utilizan lo público como una plataforma para alcanzar objetivos privados, sean estos de carácter económico, social o de poder. Esta distorsión del rol del funcionario público no solo mina la confianza ciudadana, sino que también pone en peligro la esencia misma del servicio público.
Los ciudadanos tienen el derecho y el deber de exigir claridad y rendición de cuentas sobre el uso de los recursos públicos. Solo así podremos asegurarnos de que lo público sigue siendo de todos y para todos, sin ceder a la tentación de convertirlo en un feudo privado.
Esta instrumentalización de lo público para fines privados pervierte el rol fundamental de las instituciones, que deberían servir al bien común y no a los intereses particulares de unos pocos. Cada ataque personal desde una posición de poder público no solo desvirtúa el debate y la función de la institución, sino que también erosiona la confianza de los ciudadanos en sus representantes y en el sistema democrático en su conjunto.
Este comportamiento es extremadamente peligroso para los ciudadanos. Utilizar lo público para lanzar ataques personales no solo socava la integridad de las instituciones, sino que también crea un clima de miedo y desconfianza. Los ciudadanos se encuentran indefensos ante el poder de quienes tienen a su disposición la maquinaria del Estado, pudiendo ser señalados y acusados públicamente sin ningún tipo de protección o defensa efectiva.
En resumen, debemos estar alertas ante aquellos que, utilizando la estrategia del cuco, buscan convertir lo público en su nido privado. La defensa de lo público requiere de un esfuerzo colectivo, de una ciudadanía informada y activa, y de unos medios de comunicación comprometidos con la verdad. Solo así podremos garantizar que lo público siga siendo el espacio donde se materializan los intereses y derechos de todos los ciudadanos.