En una aldea azulada no muy lejana de la realidad, los Pitufines salieron en estampida hacia la plaza del pueblo, liderados por Papa Pitufo. Con una mirada feroz y un gesto decidido, proclamó: «¡El que pueda actuar que actúe!»
La Pitufina, desde su hotel cinco estrellas condenó el uso de la violencia en la manifestación. «¡Nuestra aldea es de paz!» exclamaba, mientras a su alrededor, algunos Pitufines menos pacíficos lanzaban pasteles de moras a sus oponentes.
El Pitufo Enfadado, llevaba la batuta de los cánticos. «¡La Constitución daña la nación!» gritaban, mientras que en un giro del destino cómico, otros entonaban melodías del «Cara al Sol» mientras gritaban copntra la dictadura roja. La disonancia era tan palpable que incluso los pájaros dejaron de cantar para observar, confundidos.
Y así, en el clímax de esta parábola política, los Pitufines perdieron de vista el mensaje original. Entre cánticos y protestas, la ironía de pedir democracia con himnos autoritarios se perdía en la multitud, como una seta más en un bosque de contradicciones.
«¿Qué no es esto una dictadura?», preguntaba un Pitufo Joven, con su gorro apenas descolorido por la edad. «Entonces, ¿por qué cantamos como si quisiéramos una?»
La aldea azulada se sumía en un silencio reflexivo, interrumpido solo por la voz de Papa Pitufo quien aún insistía: «¡Actuar, actuar, actuar!»
El grito «¡Puto defender España!» resonaba en los inicios de la marcha, pero con el pasar de las horas y los cánticos, se transformó en «¡Pitufear España de azul!», una consigna que dejaba a muchos rascándose la cabeza, confundidos sobre lo que significaba realmente pitufear el país. La convicción inicial se había diluido en una mar de azul sin forma, sin que quedara muy claro qué es lo que pretendían.
Y en la última viñeta, nuestros queridos Pitufines se mirarían unos a otros, preguntándose cómo una manifestación para defender la constitución había acabado en un coro que parecía desear su ruptura, y cómo el noble acto de «defender España» se había convertido en «pitufear España de azul», sin que nadie pudiera realmente explicar qué significaba eso.