Querido Julio:
Te nos has ido demasiado pronto, cuando más falta nos hacías; aunque no sé por qué digo esto. si así que nos hubieras cumplido 100 años, te nos hubieras seguido yendo demasiado pronto y siempre en el medio de necesitarte. Porque no es posible no necesitar tu luz,^tu cordura, la insensata lucidez de tu Quijote. Ese que te llevó siempre hacia la aventura de la justicia y la verdad.
Dicen los sabios que nacemos y morimos muchas veces. Que la vida, doliéndonos, arrancándonos pedazos del alma, haciéndonos transitar pasajes oscuros, nos da también la oportunidad de renacer, como hiciera Lázaro, a un mundo nuevo, que siendo el mismo, no es igual.
Pero yo pensaba en ti el otro día, y sentía que también la vida nos da la ocasión de tener más de un padre, porque estando aquel que nos da la vida ( y es sagrado) hay otros que nos nacen a las ideas y los valores con los que vamos a caminar por esa vida.
Y eso es lo que tú hiciste, Julio. Nacernos a tantos y tantos de nosotros que hoy te lloramos; nacernos a las ideas que desde entonces y para siempre nos alumbran en medio de esta oscuridad, en medio de tanta muerte sembrada por doquier por “los delimitadores de las primaveras”.
Esa es nuestra victoria: el tesoro que no podrá arrebatarnos ni siquiera tu ausencia, porque esas ideas a las que tú nos naciste, no están ya solo en nuestra cabeza: están en nuestra sangre, que es roja; están en nuestro corazón, que es zurdo.
Está en nuestro amor por todos los seres vulnerables, que somos todos.
Aprenderemos a amarte en esta ausencia, que hoy nos duele como herida injusta, que hoy nos rompe y nos trae el llanto, ese con el que iremos tejiendo de nuevo tu presencia, camarada, hermano.
Porque hay huellas que no se las lleva el viento, sino que las esparce y las disemina como a la buena semilla en que habremos de seguir floreciendo, pariendo el pan que habrá de dar de comer a los hambrientos, escribiendo los poemas que no nos dejarán morir ni rendirnos nunca. Nunca.
Te nos has ido en primavera para regresar en pan, en trigo antiguo y bueno, en poema, en sangre de amapolas. Te nos has ido para regresar siempre.
Siempre.
Rosa Hidalgo. Profesora de Literatura.
