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Historia

Paradas consiguió la independencia de Marchena hace 236 años pagando 8000 ducados al Rey

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En 1784 Joaquín Riquelme en nombre del regimiento y la villa de Paradas acudió al rey Carlos IV pidiendo la segregación del término de Paradas de Marchena. 

Plaza de San Juan de Letrán, Paradas (Sevilla)

SABER MAS: La segregación de la villa de Paradas del término de Marchena

Ya en 1781 entonces los vecinos de Paradas habían pagado 8000 ducados, tras la concesión del privilegio de villazgo a Paradas separándose de Marchena «a que había estado sujeta» por lo que había sufrido «considerabilísimos perjuicios».

Durante décadas Marchena había estado dilatando el proceso judicial de segregación del término y amojonamiento de Paradas.

Los paradeños pedían sus propias tierras en función del número de habitantes, sacado del de Marchena que tenía «cinco millones de varas de terreno» es decier 56.200 fanegas, por lo que a Paradas correspondía 13.680 que antes formaban parte del término de Marchena.

Los Jardines, Paradas (Sevilla)

300 años de pleitos entre Marchena y Paradas

La falta de tierras de Paradas dio lugar durante siglos a muertes, pleitos y enfrentamientos. En 1516 Marchena pide a la Reina que se procese a varios cargos municipales de Paradas que ordenaron apresar al criado del Alcalde de la Mesta de Marchena en Carpía «por haberlo hecho en jurisdicción extraña». En 1525 ambos pueblos se enfrentan por la cobranza de los diezmos. Para evitar los numerosos conflictos el Duque concede una concordia aprobando un  término a Paradas del tamaño del casco urbano en 1555.

En 1570 de Felipe II prohibe, a petición del Duque que los vecinos de Paradas, Morón, Arahal y Puebla de Cazalla entren a cortar leña, pastar ni cazar en el Monte Palacio por ser propiedad del duque y estar en suelo de Marchena. Ya entonces el Duque inició un pleito contra los vecinos de Paradas.

En abril de 1745 un pregonero leyó esta norma en las principales calles y plazas de todos los pueblos de la comarca. En 1753 dos paradeños Bartolomé Lucenilla y Miguel Bascón denuncian al Alcalde de Marchena, Alfonso de Nava, porque su ganado estaba comiéndose su sembrado en el Palomar y se declaran competentes para juzgarlo en la villa de Paradas.

El Alcalde de Marchena lleva el caso a la Chancillería de Granada o tribunal supremo de la época que delcara que pese a estar en El Palomar, el caso compete a la justicia de Marchena, según lo dispuesto en la concordia de 1555. Es decir echaba por tierra lo que acostumbraban a hacer los vecinos de Paradas y recordaba que Paradas no tenía término municipal por lo que no tenían derecho a quejarse.

Por este motivo Paradas pidió al Rey tener un término propio y el privilegio de villa en 1763 a lo que Marchena se opone porque suponía perder tierras de su propiedad. El Concejo de Marchena argumenta que «si se aumentara un pueblo (Paradas) decaerá el otro (Marchena)». Marchena presentó una serie de alegaciones y pletios legales en contra que solo hicieron retrasar la «independencia» de Paradas.

Alcornoques descorchados (Montepalacios, Paradas)

Montepalacio, Lugar sagrado.

Hasta mediados de los años 40, los vecinos de Paradas organizaban en Monte-Palacio una romería en honor de Nuestra Señora de los Remedios, siendo muy popular en Paradas y los pueblos vecinos. La imagen de la Virgen era trasladada desde Paradas. Desde 2005 se celebra en Paterna, cerca de El Palomar en el mes de agosto.

Con la llegada del nuevo término de Paradas Montepalacio que era la joya de la corona de los Duques en Marchena por ser el cazadero real, y el último gran bosque, pasa a ser término de Paradas.

Además de usar el lugar como cazadero de los duques, tenía un oratorio en Montepalacio donde se decían misas desde 1639 fecha en que lo visita Diego Angulo visitador del Arzobispado, autorizando su función «como oratorio capilla» en unas casas que tenía el Duque en Monte Palacio.   Por entonces el oratorio ya tenía «cálices y ornamentos y más cosas para poderse celebrar «con toda quietud sin perturbar al sacerdote que dijere misa».

El origen de la villa de Paradas

Paradas, Spain - The Sacristy, 'Iglesia Parroquial de San Eutropio'

Juan Ponce de León funda  Paradas en 1460 dentro del término de Marchena. Don Juan, fundó la parroquia de San Eutropio y le puso ese nombre a su hijo después de salir victorioso en una batalla en La Rochela, Francia, cerca de Saintes, de donde el obispo Eutropio fue martirizado por los romanos.

A este santo Juan Ponce de León se encomendó en batalla y prometió fundar una iglesia y tener un hijo con el nombre del santo y así lo hizo, construyendo la parroquia de Paradas sobre unas ruinas romanas.

Paradas, Spain - 'Iglesia Parroquial de San Eutropio'

Muerto Don Juan, su hijo, Rorigo decide que las fiestas de San Eutropio que se hacían en Marchena y Paradas, solo se harían en Paradas y en Marchena las sustituye por las fiestas de la Inmaculada, porque según sus cronistas la Inmaculada se le había aparecido.

La parroquia de Paradas era filial de de San Juan de Marchena, como sucedía con el resto de las iglesias de Marchena. A efectos administrativos San Eutropio era una iglesia más de Marchena. Cada año el día de San Juan Bautista el Duque mandaba que se renovaran los cargos municipales de Paradas, como el alcalde, alguacill y jurados. Parte de las obras de arte de la parroquia de Paradas proceden de Marchena.

 

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Cuando el Duque lamentaba que los regidores municipales no procuraban el bien común, sino «el bien particular» de ellos

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¿Quién gobierna realmente tu ciudad?. Esta pregunta, tan actual, resonaba ya en las calles de Marchena hace casi 500 años. Las Ordenanzas de 1528 son una ventana fascinante a un pasado donde el poder local era mucho más que una cuestión administrativa: era el escenario de luchas, privilegios y corrupción que, sorprendentemente, nos resultan familiares hoy.

El propio Duque de Arcos se quejaba de la corrupción del Ayuntamiento de Marchena y se proponía acabar con este mal a través de unas normas u ordenanzas municipales de obligado cumplimiento. En un documento del veintiocho de abril de 1528 Rodrigo Ponce de León, Señor de Marchena, dice que «esta villa de Marchena no está tan bien gobernada como conviene. Y es razón lo que es mucha parte haber en el Cabildo y Ayuntamiento de ella tantos oficiales de regidores disimulados y jurados que demás de no conformarse en procurar el bien y pro común del pueblo, como juraron, solamente tienen intención a querer el bien particular suyo y eximirse de los pechos y servicios que a mí son obligados». 

Decreta el Duque que la mayor parte de los oficios y cargos del Ayuntamiento para evitar la corrupción se extingan y no fueran hereditarios. Pero todavía en 1531 y ya muerto el Duque autor de la norma, como ésta orden no se cumplía, el Conde de Ureña y futuro duque de Osuna Pedro Girón, como tutor del segundo Duque de Arcos, Luis Cristóbal Ponce de León, entonces aun menor de edad, ordenaba al Cabildo de Marchena que se cumpliera lo que estaba escrito en este aspecto en la ordenanzas municipal de 1528.

Un Ayuntamiento de élite, no del pueblo

Desde mediados del siglo XIII, el Cabildo municipal de Marchena era el órgano de gobierno y administración de la villa. Pero, para el siglo XVI, el Ayuntamiento distaba mucho de ser una asamblea abierta: se había convertido en un club exclusivo de la élite feudal y económica. Los oficios municipales se compraban y vendían, y el sistema favorecía a quienes ya ostentaban poder y riqueza, generando beneficios económicos y sociales para unos pocos.

Corrupción y nepotismo: la norma, no la excepción

El servicio a la comunidad, aunque a veces altruista, estaba ligado a prácticas fraudulentas y corruptas. Los cargos se multiplicaban para colocar a familiares y amigos, asegurando fidelidades y beneficios. Era un secreto a voces: tanto los que sufrían como los que se beneficiaban del sistema sabían que el gobierno municipal era, por definición, corrupto y oligárquico.

Los Borbones y la pérdida de poder económico de la Iglesia

Las ordenanzas: un intento de frenar los abusos

Las ordenanzas de la villa de Marchena redactadas entre 1528 y promulgadas en 1530 bajo iniciativa del I Duque de Arcos Rodrigo Ponce de la casa de Villagarcia (Badajoz), nieto del Marques de Cádiz. Un texto aprobado en el edificio del Cabildo municipal o Antiguo Ayuntamiento que estaba ya entonces en la Plaza Nueva, (Plaza Ducal),  para diferenciarla de la Plaza Vieja que era la Plaza de la Fuente o del Padre Alvarado.

La Plaza Ducal o Plaza Nueva esta conectada con San Andrés por la calle Nueva, llamada Carrera de los caballos, una calle abierta a finales del siglo XV para dar salida de los caballos desde la Plaza Ducal dado que no existía otra calle con suficiente anchura como para permitir el trasiego de caballos y carruajes.

Las Ordenanzas de 1528 surgieron precisamente para combatir estos vicios. Prohibían la entrada con armas al Cabildo, exigían guardar el secreto de las sesiones, y condenaban favoritismos, fraudes fiscales, abuso de poder y malversación de fondos públicos. Los jurados debían defender los intereses de los vecinos frente a las arbitrariedades de los poderosos y fiscalizar las cuentas municipales cada año.

La lucha por el control: duques, concejales y pueblo

El poder real estaba en manos de los grandes propietarios y ganaderos, que controlaban el Ayuntamiento y el mercado local. Los duques de Arcos, auténticos señores de Marchena, desconfiaban de la oligarquía urbana y mantenían férreo control sobre el Cabildo: los acuerdos no podían tomarse ni revocarse sin su consentimiento, y los concejales recibían regalos por su asistencia a las sesiones.

¿Y el pueblo?

La mayoría de la población, campesinos y braceros, quedaba al margen de las decisiones. Sin una clase media instruida, los jurados rara vez defendían los intereses populares y solían alinearse con los oficiales mayores. La fiscalización y la justicia social eran más ideales que realidades.

No todos los oficiales municipales eran de naturaleza corrupta pero el sistema de gobierno se prestaba a los vicios tan humanos y tan antiguos como los que señalaban el profesor Manuel González Jiménez en su obra «Corrupciones municipales en Castilla a finales de la edad media».

Así fue la «guerra del vino» en la campiña sevillana entre el clero y poder civil

En Marchena desde la muerte de Rodrigo Ponce de León en 1492, Marqués de Cádiz los duques y sus tutores condenaban la práctica ilegal que suponía de de finales del siglo XV la cpmpraventa de oficios que se traducía en la multiplicación del número de oficiales con derecho a voto y cobro en el Ayuntamiento. Regidores, jurados y Alcaldes que cobraban sueldos sin disiimular su intención de colocar a parientes amigos en puestos del gobierno local a cambio de fidelidades y beneficios económicos.

¿Qué ha cambiado?

Hoy, aunque la democracia y la transparencia han avanzado, la sombra de la corrupción y el control de las élites sobre las instituciones sigue siendo un tema de debate. Las luchas por el poder, el clientelismo y la desconfianza hacia los gobernantes no son exclusivas del pasado. Las Ordenanzas de Marchena nos recuerdan que la vigilancia ciudadana y la exigencia de rendición de cuentas siguen siendo imprescindibles para evitar que la historia se repita.“El gobierno municipal era cada vez más oligárquico y aristocrático, en poder de propietarios y herederos locales y foráneos, cuyos oficios se compraban y vendían y era, por definición, corrupto. Eso lo sabían prácticamente todos en la época, tanto los que lo sufrían como los que se beneficiaban del mismo poder.” expresa el historiadorr  Manuel García Fernández en  el libro sobre las ordenanzas municipales ed Marchena de 1528.  ¿Te suena de algo?. 

Por esto se dice que el pueblo que olvida su propia historia está condenado a repetirla. 

Cuando el pueblo de Marchena se rebeló contra el Alcalde por los altos impuestos y la corrupción

MUCHOS OTROS CASOS DOCUMENTADOS DE CORRUPCIÓN EN MARCHENA

Marchena registró varios casos de corrupción municipal entre los siglos XIX y XX. En 1815, el cabildo saliente fue multado por un desalojo ilegal. En 1827, don Miguel de Góngora estuvo implicado en ventas forzadas de bienes. En 1830 y 1831 hubo conflictos por el control fiscal y fusilamientos relacionados con abusos municipales. En 1878, un motín popular denunció el caciquismo, corrupción fiscal y manipulación electoral.

No fue hasta 1878, cuando un motín popular estalló en la villa como reacción al caciquismo imperante y la corrupción generalizada. Este sistema de poder local, caracterizado por el control de la vida política y social por parte de unas pocas familias influyentes, generó un clima de descontento entre la población. El motín de 1878 es un ejemplo de cómo la ciudadanía expresó su rechazo a estas prácticas, marcando un hito en la lucha por una gestión municipal más justa y transparente.

El Motín de Marchena de 1878 contra la corrupción y el caciquismo

Para profundizar en este tema, se recomienda consultar el documento «Marchena en tiempos del caciquismo. El motín de 1878», disponible en la Biblioteca Pública.

La Plaza Ducal de Marchena se construyó en el siglo XVI como parte del conjunto palaciego y urbanístico promovido por la Casa de los Duques de Arcos. En cuanto al Ayuntamiento, aunque no se indica la fecha exacta de su instalación en la plaza, se sabe que su presencia en la Plaza Ducal está relacionada con la consolidación del poder civil en el entorno señorial creado por los duques durante ese siglo.

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El hilo prohibido: la historia real del contrabando de seda que sacudió Sevilla y provincia

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A principios del siglo XVI, Sevilla se consolidaba como el epicentro del comercio internacional en la península ibérica, especialmente tras la creación de la Casa de Contratación en 1503, que centralizaba el comercio con las Indias . En este contexto de auge mercantil, la seda se convirtió en uno de los productos más codiciados y regulados.

En 1500, los Reyes Católicos promulgaron una pragmática que prohibía la importación de seda calabresa, con el objetivo de proteger la producción local. Sin embargo, esta medida fue desafiada por comerciantes que buscaban maximizar sus beneficios. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Pedro Ferrer, un mercader catalán acusado en 1514 de introducir ilegalmente seda calabresa en Sevilla, disfrazándola como seda de Mesina para eludir la prohibición.

Los judeo conversos se convirtieron en arrendadores de la renta de la seda —un sistema por el cual la Corona cedía temporalmente la recaudación de impuestos a particulares a cambio de un pago fijo—. Entre ellos destacaron figuras como Francisco de Santangel, Luis de Alcalá o Andrés de Xátiva, que actuaban como hombres de confianza de la monarquía, al gestionar grandes sumas y asegurar ingresos constantes.

Utilizaban redes de parentesco y colaboración con otros conversos —incluso perseguidos por la Inquisición— para organizar la recogida, tasación, transporte y exportación de la seda granadina hacia los grandes centros comerciales como Sevilla, Castilla y el norte de Europa.

Aunque protegidos inicialmente por la Corona, los conversos se enfrentaron a ataques tanto de mercaderes cristianos viejos como de funcionarios locales, que los veían como intrusos

A partir de 1570, con el endurecimiento de las políticas contra los moriscos y la creciente presión fiscal, el control converso sobre la seda disminuye. La recentralización del control por parte de la Corona y los conflictos religiosos los desplazaron de posiciones de privilegio.

SEVILLA

A lo largo de los siglos XV–XVIII Sevilla mantuvo su tradición sedera hasta que factores como la expulsión de moriscos y la aparición de nuevos géneros (algodón) redujeron la actividad en el XIX. Además, como gran puerto mercante (Casa de Contratación), Sevilla canalizó el comercio de sedas: recibía sedas orientales (ej. seda china de las Indias) y exportaba tejidos españoles a América y Europa.

Las alcaicerías eran mercados especializados en productos de lujo, como la seda. En Sevilla, la alcaicería de Santa María, situada en torno a la actual calle Hernando Colón, incluía calles como la de los Traperos, Lenceros, Tundidores y la de la Seda.

Sevilla actuó como un centro clave en la red de exportación de seda granadina, actuando como punto de distribución hacia otras partes de Europa. Los judeoconversos que administraban la renta de la seda granadina.

El gremio de la seda en Sevilla tenía su propia hermandad, la de San Onofre, con sede en un hospital ubicado en la actual calle Santa Ana y, posteriormente, en la plaza de San Lorenzo. Esta hermandad gestionaba asuntos relacionados con la producción y comercio de la seda, y su existencia refleja la organización y relevancia del gremio sedero en la ciudad.

ECIJA

Hasta mediados del siglo XVIII, Ecija contaba con aproximadamente 450 telares de seda en funcionamiento, donde se fabricaban tafetanes, rasos, terciopelos y otros tejidos finos. Los textiles ecijanos eran de tal calidad que competían con los sevillanos: el gremio local señalaba que los precios de Écija eran más bajos debido a su amplia variedad de génerosacademia.edu. A la par, el cultivo de la morera era habitual en la comarca de Écija, 

El gremio de la seda de Ecija era una réplica a escala local del poderoso gremio sedero granadino (el «Colegio del Arte Mayor de la Seda»), pero con autonomía propia. Su importancia fue tal que el historiador Antonio Valiente Romero le dedicó su tesis doctoral y numerosos estudios, donde demuestra que Écija llegó a producir miles de kilos de seda en pelo y tejidos cada año, muchos de los cuales se vendían en Sevilla o se enviaban a América.

LA SEDA EN MARCHENA

En el siglo XVI, Marchena participó activamente en la producción de seda, una actividad económica significativa en la región. Según las ordenanzas municipales de 1528, firmadas por Diego Núñez de Prado, se documenta la cría de gusanos de seda y la producción de lino en la localidad.

Un caso destacado es el pleito iniciado en 1731 por el Cabildo de la Catedral de Sevilla contra el Concejo Municipal de Marchena, en el que se reclamaba el cobro del diezmo sobre la producción de seda, cerdos y bellotas. El Concejo argumentó que, según la costumbre, nunca se había pagado dicho diezmo. La sentencia, fechada el 10 de mayo de 1587, fue favorable al Ayuntamiento de Marchena. Durante el proceso, un testigo del Arzobispado declaró haber visto pagar el diezmo de la seda a unas moriscas que la criaban en Marchena, lo que indica la participación de esta comunidad en la sericultura local.

La producción de seda en Marchena estaba vinculada a la presencia de moreras, árboles esenciales para alimentar a los gusanos de seda. La calle del Moral, que conectaba la Plaza Arriba con la finca del parque antes de la construcción del convento de Capuchinos a principios del siglo XVI, es un testimonio toponímico de esta actividad .

La Crianza del gusano de seda (sericultura) en hojas de morera, era especialmente numeroso en huertos de las Alpujarras y Vega de Granada.

Los judíos conversos tuvieron un papel clave como intermediarios en el comercio ilegal de seda calabresa. El documento señala que muchos de los implicados en la red de distribución eran mercaderes conversos que, a pesar de estar bautizados, seguían marginados social y económicamente, y por ello desarrollaron estrategias de supervivencia en el comercio, como redes clientelares o prácticas ilegales como el contrabando. Estos conversos eran hábiles financieros y comerciantes, y encontraron en la introducción encubierta de seda calabresa una fuente importante de ingresos .

La pragmática real de 1500 prohibía específicamente la seda procedente de Calabria, no toda la seda extranjera. Esta seda era considerada de baja calidad y perjudicial para la producción local, especialmente para el gremio sedero de Granada, que desde la reconquista había quedado bajo control cristiano. La seda calabresa entraba en competencia directa con las sedas producidas en los reinos de Castilla, y su bajo precio desestabilizaba el mercado.

El gremio de tejedores y el origen de la Hermandad de la Veracruz

Calabria, en el Reino de Nápoles, estaba bajo control de la Corona de Aragón y tenía una producción abundante y barata de seda. Los comerciantes catalanes y genoveses introducían esta seda, haciéndola pasar como si procediera de Mesina o Sicilia, que sí estaba autorizada. La motivación era clara: mayor margen de beneficio, ya que podían vender en Sevilla una seda de menor coste como si fuera un producto legal y de mejor calidad .

El proceso judicial contra Ferrer reveló una compleja red de complicidades que incluía a mercaderes valencianos, genoveses y conversos, quienes aprovechaban las rutas comerciales entre Sicilia, Cádiz y Sevilla para introducir la seda prohibida. El Cabildo de Sevilla, preocupado por la competencia desleal y la evasión fiscal, respondió con firmeza, contando con el apoyo de figuras como Rodrigo Tous de Monsalve, caballero veinticuatro del Cabildo, y Pedro de Bazán, III vizconde de Palacios de Valduerna, quien actuó como corregidor en el juicio.

Las moriscas trabajaban la seda en la Marchena del siglo XVI

La seda fue introducida en al-Ándalus probablemente en el siglo VIII o IX, durante el emirato y califato de Córdoba, a través de contactos con Bizancio y Persia, donde ya existía una tradición sedera milenaria. Córdoba, Granada y Almería fueron los primeros centros productores. Sin embargo, fue en el Reino Nazarí de Granada donde la seda alcanzó su mayor esplendor en los siglos XIII al XV.

📚 Fuentes complementarias recomendadas:

  • Antonio Valiente Romero: «El caso Ferrer…» en Tiempos Modernos (2021).

  • Bernard Vincent: El río morisco. Granada y los moriscos después de 1570.

  • R. Irwin: The Arab Contribution to Silk Production in Medieval Spain.

  • E. Ashtor: Levant Trade in the Later Middle Ages.

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Historia

Los Borbones y la pérdida de poder económico de la Iglesia

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La llegada de la dinastía Borbón a principios del siglo XVIII marcó un giro importante en las relaciones entre la Iglesia, la nobleza y el Estado en España. Los nuevos monarcas borbónicos, influenciados por el absolutismo francés y las ideas ilustradas, buscaron reforzar la autoridad real sobre los asuntos eclesiásticos y económicos. En la práctica, esto se tradujo en leyes y decretos que recortaron privilegios tradicionales de la Iglesia y limitaron su poder financiero. Ya desde el reinado de Felipe V (1700–1746) se comenzó a obligar al clero a someterse a la jurisdicción civil.

Las actividades económicas del clero también fueron objeto de restricciones. En el ámbito local, los Borbones endurecieron la aplicación de los estancos y rentas, sin exceptuar a conventos o párrocos. En palabras de un cronista, “desde 1700 con la llegada de los Borbones… las leyes se volvieron más restrictivas para la Iglesia, que comenzó a perder privilegios.

Así, curas como el de Paradas que antes podían comerciar vino para fondos parroquiales vieron cómo incurrían en ilícito si no respetaban los monopolios oficiales. Los ejemplos de 1717 y 1736 en Marchena/Paradas confirman esa pérdida paulatina de inmunidad económica eclesiástica: lo que en siglos previos quizás se hubiera tolerado como “pequeño tráfico” del clero, bajo los Borbones terminó en procesos penales.

Otra medida drástica fue la expulsión de los Jesuitas en 1767. Carlos III suprimió la influyente orden en todos sus dominios acusándola de desobediencia y de instigar revueltas (como el motín de Esquilache). Más allá de las razones políticas, la expulsión implicó la incautación masiva de colegios, haciendas y bienes jesuíticos –muchos de ellos productivos– en beneficio de la Hacienda Real.

En Andalucía, esto abarcó viñedos, olivares, cortijos y bodegas que los Jesuitas administraban (recordemos la gran viña de Marchena que quedó bajo control de la Corona tras 1767). La salida de los regulares y la venta de sus bienes significó un golpe al poder económico de la Iglesia y, a la vez, alivió a competidores civiles que veían en esas órdenes religiosos a unos rivales en los mercados locales.

Ya a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, las guerras y las revoluciones aceleraron los cambios. Durante la invasión napoleónica (1808–1814), las tropas francesas saquearon por igual las reservas del Estado, de la nobleza y del clero: en Marchena, por ejemplo, fueron vaciados el Pósito público (silos municipales de grano), la Cilla de la iglesia (granero de diezmos) y las “paneras” ducales.

Esta destrucción del patrimonio alimentario agravó el hambre y sembró resentimiento contra todos los antiguos poderes. En medio de ese caos, las Cortes de Cádiz (1812), primer parlamento liberal español, decretaron la abolición de los señoríos jurisdiccionales y sentaron bases para secularizar bienes eclesiásticos.

Aunque la restauración absolutista de Fernando VII revirtió temporalmente algunas medidas, el impulso liberal resurgió con fuerza. Entre 1835 y 1837, durante la regencia de Mendizábal e Isabel II, se consolidó definitivamente la Revolución Liberal que desmanteló el antiguo poder económico de la Iglesia.

En pocos años se: abolieron los diezmos y exacciones fiscales eclesiásticas,  se expropiaron y subastaron propiedades rústicas y urbanas del clero (la Desamortización de Mendizábal en 1836 y de Madoz en 1855 terminaron de liquidar la mayor parte de los latifundios de la Iglesia), y  se suprimieron conventos y órdenes religiosas contemplativas.

Al promediar el siglo XIX la Iglesia española había dejado de ser la principal terrateniente y recaudadora en el agro: pasó a depender de un presupuesto estatal (Concordato de 1851) para sostenimiento del culto y clero, renunciando a la mayoría de sus rentas autónomas.

Este cambio legislativo tuvo fuertes efectos sociales y culturales. Por un lado, liberó enormes extensiones de tierras antes amortizadas, permitiendo la expansión de una burguesía agraria (aunque en la práctica muchas fincas desamortizadas pasaron a latifundistas, no a pequeños campesinos).

Estas transformaciones alimentaron también conflictos ideológicos: el anticlericalismo ganó adeptos entre sectores populares que percibían a la Iglesia como aliada del antiguo orden feudal, mientras los católicos tradicionalistas resentían la pérdida de influencia social de la institución eclesial.

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Actualidad

Cuando los judeoconversos controlaban el tráfico de esclavos en Sevilla y provincia

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La esclavitud constituyó un fenómeno social y económico de gran importancia en Andalucía durante los siglos XV al XVII, con el Reino de Sevilla como uno de los principales centros de este comercio humano en la Europa meridional. Aunque las investigaciones sobre la esclavitud en grandes núcleos urbanos como Sevilla o Cádiz están bien desarrolladas, los estudios sobre ciudades medias como Carmona, Écija, Marchena y Osuna son más limitados. También se han documentado mercados de esclavos en localidades como Jerez de la Frontera y Utrera,

Los trabajos que desempeñaban eran variados: servidumbre doméstica, trabajo agrícola, oficios artesanales, cocina, crianza de niños e incluso labores portuarias o servicios sexuales.

La sociedad justificaba este comercio mediante argumentos religiosos y civilizadores. Se aceptaba que la esclavitud era «una pena justa por pecados, herejías o guerras», y que los esclavos debían ser «evangelizados y redimidos mediante el servicio». Esta paradoja moral permitió a una sociedad profundamente católica sostener un sistema de esclavitud sin sentir contradicción aparente.

Los esclavos eran vendidos y comprados mediante contratos notariales, en plazas, ferias o en los propios domicilios.

Luis de Peraza describía así la Sevilla de 1535: «Hay moros esclavos de todas las partes de África, cristianos e infieles. Hay infinita multitud de negros y negras de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los quales nos servimos en Sevilla y son traídos por la vía de Portugal«5.

Como señala el estudio sobre Jerez y Utrera, existía una «élite mercantil judeoconversa andaluza [que] había penetrado en la trata negrera y establecidos mecanismos de conexión con el sistema esclavista portugués»2

Los conversos portugueses controlaron los asientos (contratos de monopolio para el comercio de esclavos) entre 1580 y 1640, aunque su influencia ya era notable en el siglo XV. Familias como Rodrigues, Jiménez, Noronha, Mendes, Pallos Dias, Caballero, Jorge, Fernandes Elvas y Caldeira eran prominentes en estas actividades, estableciendo redes internacionales basadas en lazos familiares y religiosos.

Los pueblos sevillanos funcionando como mercados secundarios que se abastecían principalmente de tres grupos: esclavos negros procedentes del África subsahariana, moriscos esclavizados tras las rebeliones del siglo XVI, y canarios cautivos tras la conquista del archipiélago. Como señala Alfonso Franco Silva en su obra sobre esclavitud, Sevilla era punto de conexión entre las rutas atlánticas y mediterráneas africanas y europeas.

El mercado de esclavos en Sevilla y Marchena, fuente de riqueza para élites y banqueros

Los esclavos subsaharianos procedentes principalmente de las regiones de Guinea, Congo y Angola, llegaban a través del sistema comercial portugués. Estos «esclavos guineos» o «de nación guineo» aparece documentada en Utrera, donde se registra la venta de personas como «Pedro, de nación guineo de mar Congo» y «María, de las del Congio»2.

En Jerez de la Frontera y Utrera, por ejemplo, se han documentado «433 compraventas en las que se mercadea con un total de 472 personas esclavizadas» entre 1567 y 1590 aproximadamente.

A partir de la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), los moriscos del Reino de Granada que participaron en la sublevación fueron esclavizados y distribuidos por toda Andalucía. Según documenta Elena Lobo, «el grupo más numeroso» de esclavos andaluces»2. Tras la conquista de las Islas Canarias a finales del siglo XV, muchos nativos, especialmente gomeros, fueron esclavizados y trasladados a la Península. El mercado sevillano recibió un «contingente numeroso de prisioneros y de gomeros rebeldes»3.

Los esclavos berberiscos y turcos del norte de África y del Imperio Otomano, erran capturados en acciones navales. Antonio Domínguez Ortiz señala que su número disminuyó significativamente a partir del siglo XVII debido al «descenso de la actividad naval de España en el Mediterráneo»4.

La Esclavitud en Marchena: Un Caso Documentado

 Según la documentación disponible, Marchena participó activamente en el comercio de esclavos desde finales del siglo XV, con especial énfasis en esclavos canarios.

Esclavos, conversos, piratas y corsarios en la Andalucía de Rodrigo Ponce de León

Tras la conquista de las Islas Canarias, los monarcas castellanos cedieron en 1480 sus derechos sobre la trata de esclavos canarios a Alonso de Quintanilla y Pedro Fernández Cabrón. Este último «a veces actuaba llegó a la isla junto con Pedro de Vera, conquistador de Gran Canaria en 1483 y hombre de confianza de Rodrigo Ponce de León»3. Esta conexión podría explicar la presencia de esclavos canarios en Marchena, señorío de los Ponce de León.

Se han documentado casos específicos de transacciones de esclavos canarios en Marchena:

  • El 12 de marzo de 1490, «Gómez de Barrionuevo, vecino de Marchena, compró una esclava canaria llamada Malgarida, que fue liberada por el obispo de Canarias, con el argumento de que era horra es decir libre»3. Este caso generó un conflicto legal que llegó hasta la Real Cancillería de los Reyes de Castilla.

  • También en 1490, «se inicia causa en la Real Cancillería de los Reyes de Castilla para que se ejecute un contrato a petición de Diego Núñez, vecino de Marchena, el cual había comprado un canario de La Gomera que igualmente le tomó el obispo de Canaria por ser horro por mandado del Rey»3.

Marchena, la esclavitud al servicio de los Ponce de León

«Marchena tuvo un mercado esclavo permanente desde el siglo XV», afirma Mira Caballos. El Duque de Arcos llegó a poseer «hasta 200 esclavos repartidos entre sus palacios de Marchena y Sevilla».

Rodrigo Ponce de León (1443-1492), X señor de Marchena y III conde de Arcos, emergió como una figura clave en la configuración política y económica del Reino de Sevilla durante el periodo de transición entre los reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos.

Su apoyo al partido portugués en la guerra de sucesión castellana (1475-1479), su matrimonio con Beatriz Pacheco (hija de Juan Pacheco, marqués de Villena), y sus incursiones en el norte de África lo situaron en el centro de las redes de poder que sustentaban el comercio esclavista andaluz. Las fuentes documentales revelan su participación directa en operaciones militares con implicaciones en la trata de seres humanos, así como conexiones con redes conversas portuguesas que facilitaban la compraventa de esclavos.

Los esclavos del Duque de Arcos y la esclavitud en Marchena

Beatriz Pacheco actuó como nexo entre su marido y las facciones pro-portuguesas, particularmente después de que Juana la Beltraneja contrajera matrimonio con Alfonso V de Portugal en 1475. La documentación del Archivo General de Simancas (AGS, Sec. Nobleza, Leg. 2345) muestra que Rodrigo mantuvo correspondencia con nobles portugueses, negociando apoyos logísticos para sus campañas militares a cambio de concesiones comerciales1.

En 1483, Rodrigo Ponce de León recibió autorización real para armar naves y realizar corso contra infieles en las costas de Berbería, con derecho al quinto real sobre el botín, incluyendo esclavos.

Así es la ruta de los esclavos por el barrio de San Juan de Marchena

Existen documentos en el Archivo General de Simancas (AGS), Registro General del Sello, que confirman la concesión de privilegios a Rodrigo Ponce de León para realizar actividades de corso contra enemigos de la fe en las costas africanas. Estas autorizaciones incluían el derecho al quinto real sobre el botín obtenido. Además, registros notariales de Sevilla documentan la llegada y venta de esclavos traídos por el marqués de Cádiz durante la década de 1480.Ayuntamiento de Puerto Real

También se ha documentado la presencia de esclavos moriscos en Marchena. El texto menciona una «carta de horro o carta de libertad a favor de Pedro de León, uno de los moros defensores de la fortaleza de Zahara, convertido al cristianismo» firmada el 30 de diciembre de 1483 en Vitoria3.

Esta alianza se materializó en el apoyo naval portugués a las operaciones de Rodrigo en el estrecho de Gibraltar. Como señala el cronista Hernando del Pulgar, «el marqués de Cádiz recibió naves portuguesas en su puerto de Sanlúcar, las cuales traían pertrechos y hombres para la guerra contra los moros»6. A cambio, Rodrigo facilitó el acceso de mercaderes lusos a los mercados esclavistas de Marchena y Sevilla, donde operaban redes comerciales gestionadas por conversos 4.

La posesión de esclavos funcionaba en parte como un elemento de distinción social, pues como indica el estudio sobre Cádiz, había «descenso de la demanda (limitada a la adquisición de esclavos como artículo suntuario)«4. Esta función suntuaria probablemente era aún más marcada en las ciudades medias, donde la posesión de esclavos reforzaría el estatus de las élites locales.

Esclavos en Carmona

Carmona constituye uno de los casos mejor documentados. Según Esteban Mira Caballos, que ha estudiado 384 cartas notariales de compraventa de esclavos, «Carmona funcionó como un mercado esclavista secundario muy ligado al de Sevilla» (Archivo Hispalense, n.ºs 315-317, 2021). La mayor parte de los compradores eran miembros del estamento privilegiado, aunque también participaban labradores acomodados y mujeres.

Uno de los episodios más llamativos fue la venta masiva de 63 esclavos berberiscos capturados en una expedición del norte de África en 1617. De ellos, 48 presentaban «hierros o marcas a fuego», en su mayoría adultos, mientras que los niños menores de 10 años no fueron marcados (Archivo Hispalense, n.ºs 300-302, 2016).

La historiadora Nancy E. van Deusen aporta una dimensión transatlántica al centrarse en los esclavos indígenas americanos en Carmona. En «Global Indios» (Duke University Press, 2015), documenta cómo algunos esclavos originarios de América interpusieron pleitos judiciales para reclamar su libertad, lo que convierte a Carmona en un microcosmos de las tensiones coloniales del siglo XVI.

Écija, esclavos en las casas de los conversos

En Écija, la presencia de esclavos estuvo vinculada a las redes familiares y económicas de mercaderes conversos portugueses. Según Marcos R. Cañas Pelayo, «la inclusión de esclavos en las dotes matrimoniales de estas familias era habitual y un símbolo de estatus» (Historia. Instituciones. Documentos, n.º 43, 2016). La Inquisición también tuvo en su punto de mira a esta población esclavizada, como demuestra el caso de Diego de la Fuente, esclavo acusado de blasfemia por otros sirvientes en el siglo XVI (Studia Historica, Univ. Salamanca, 1999).

Osuna, esclavitud en el ámbito ducal

En Osuna, la documentación dispersa permite reconstruir algunos casos concretos. En 1574, el Marqués de Peñafiel intercedió ante el Duque de Arcos por la libertad de un esclavo moro, «el único sustento de su madre» en Osuna, según reza la carta conservada. Las posesiones esclavistas de los Duques de Osuna se hallan en el Archivo Histórico Nacional, sección Osuna, y forman parte de una tradición nobiliaria andaluza que usó la esclavitud como herramienta de lujo, servicio y prestigio.

Evolución y Declive del Sistema Esclavista

El sistema esclavista en el Reino de Sevilla experimentó transformaciones. Durante el siglo XVI alcanzó su apogeo, coincidiendo con la expansión atlántica y la consolidación de Sevilla como puerto de Indias.

Según Antonio Domínguez Ortiz, «a partir de 1650 la esclavitud en España se encuentra en una situación de decadencia»4. Entre las razones que explican este declive se encuentran la «escasa natalidad de la población esclava» que dificultaba su autorenovación natural. El «descenso de la actividad naval de España en el Mediterráneo», que redujo la captura de esclavos berberiscos La disminución de la demanda, limitada cada vez más «a la adquisición de esclavos como artículo suntuario»4

No obstante, algunas áreas como Cádiz mantuvieron una actividad esclavista significativa hasta bien entrado el siglo XVIII, pues «entre 1650 y 1750, el gran siglo de la esclavitud en la ciudad, […] fueron vendidos un total de 3481 esclavos»4.

«La geografía de la esclavitud andaluza se reconfigura a partir de 1650, con un descenso gradual que acabará en su extinción legal en el siglo XIX», concluye Eduardo Corona (Editorial Universidad de Sevilla, 2022). Sin embargo, su huella social y cultural permanece viva en archivos, testamentos, leyendas y apellidos que aún recorren las calles de nuestras ciudades.

Fuentes consultadas

  • Mira Caballos, E. (2021). «La compraventa de esclavos en Carmona durante la Edad Moderna». Archivo Hispalense, 315-317.
  • Mira Caballos, E. (2016). «Una venta masiva de esclavos berberiscos en Carmona (1617-1618)». Archivo Hispalense, 300-302.
  • Van Deusen, N. (2015). Global Indios. Duke University Press.
  • Cañas Pelayo, M. R. (2016). «Cristianos nuevos portugueses en Écija». Historia. Instituciones. Documentos, 43.
  • Cortés López, J. L. (1999). «Los esclavos y la Inquisición». Studia Historica. Historia Moderna.
  • Pérez García, R. M. y Fernández Chaves, M. F. (2012). La esclavitud en el sur de la Península Ibérica. Catarata.
  • Corona Pérez, E. (2022). Trata atlántica y esclavitud en Sevilla. Editorial Universidad de Sevilla.

Para ampliar esta investigación, se recomienda la consulta directa de los Archivos Históricos Municipales de Carmona, Marchena, Osuna y Écija, así como el Archivo Histórico Nacional (sección Osuna) y la Biblioteca de la Universidad de Sevilla.

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Historia

La ejecución que enfrentó a Paradas y Marchena por el excesivo coste de 4.000 reales: cuando la justicia era espectáculo público

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En el año 1826, la campiña sevillana fue escenario de una historia tan absurda como reveladora de la época que vivía España bajo el absolutismo restaurado de Fernando VII. En la pequeña villa de Paradas, dos hombres —Fernando Ximénez, natural de Marchena, y Fernando Iborra López, vecino de Paradas— fueron condenados por la justicia a morir por garrote vil, el método de ejecución habitual en aquellos tiempos para castigar los delitos más graves.

La Real Audiencia, máximo órgano judicial, dictó sentencia: ambos serían ejecutados públicamente en Paradas, y los gastos derivados del acto serían costeados a partes iguales por los ayuntamientos de ambas villas.

Pero lo que parecía un trámite judicial se convirtió en una controversia económica, política y moral que revela el papel que las ejecuciones públicas desempeñaban en la sociedad de la época.

La justicia como escarmiento y ceremonia

Durante el siglo XIX, las ejecuciones no eran discretas ni privadas. Eran públicas, teatrales y ritualizadas. El garrote vil —un aparato de madera y hierro que asfixiaba al reo con un giro de tornillo en la nuca— se instalaba en una plaza o explanada, y el acto se anunciaba con bandos oficiales y repiques de campanas.

La Plaza Ducal, escenario de ejecuciones públicas hasta finales del XIX

La idea no era solo aplicar la justicia, sino también aleccionar a la población, reafirmar el poder del Estado y el orden social. En muchos casos, se añadían elementos simbólicos, como la exposición de partes del cuerpo del ejecutado o la lectura en voz alta de su sentencia para escarnio público.

Desde el siglo XVI hay referencias a estas ejecuciones públicas ejemplarizantes en Marchena.  En 1523, y está basada en el documento original:
El documento “Proceso, autos y sentencia dados en Marchena contra Juan de Escobar. 28 de noviembre de 1523”, conservado en el Archivo Histórico Nacional, accesible a través del Portal PARES (Archivos Españoles), describe cómo el reo fue llevado en burro desde la cárcel de Marchena hasta una columna de mármol a las afueras del pueblo, donde debía cumplirse la sentencia dictada por el Duque de Arcos. El intento de ejecución generó un conflicto con el verdugo designado, que se negó por no considerarse “matarife”, lo que simboliza el uso de ese espacio como escenario público de escarmiento.

Un Duque rico pero sin blanca: Nuevos datos sobre los primos amantes de Paradas y Marchena

 Una ejecución convertida en espectáculo

El Ayuntamiento de Paradas tomó el encargo judicial como si de una gran ceremonia se tratase. Organizó un desfile militar, Invitó a una compañía de migueletes (milicia armada, se exhibió el brazo amputado de uno de los ejecutados. Se invirtió en montaje, tropa, custodias y elementos escénicos. El coste final ascendió a la astronómica cifra de 4.000 reales. Al recibir la factura, el Ayuntamiento de Marchena reaccionó con indignación.

 La protesta de Marchena

En una carta remitida a la Real Audiencia, las autoridades marcheneras alegaban que el gasto era “innecesario, exagerado y teatral”, y que su obligación solo debía cubrir la parte estrictamente judicial: el verdugo, el garrote, el transporte de los reos y los oficios religiosos.

El resto —decían— había sido un derroche de vanidad institucional, más pensado para escenificar poder que para hacer justicia. Pero la Audiencia fue clara: la sentencia era pagar la mitad. Sin objeciones.

 Un caso que revela una época

Este episodio, recogido en el archivo “Marchena siglo XIX – Absolutismo versus Constitucionalismo – Tomo II” de José Alcaide Villalobos, muestra cómo la justicia del Antiguo Régimen no era solo castigo, sino también espectáculo político y control social.

No era raro que las ejecuciones fueran celebradas como actos cívicos. Los vecinos acudían en masa, con niños incluidos. Las autoridades reforzaban así su autoridad con un mensaje claro: “Así acaban los enemigos del orden”.

Este curioso litigio entre Paradas y Marchena no es solo una anécdota contable. Es un reflejo de cómo se construía el poder, el miedo y la obediencia en una sociedad donde el Estado era todopoderoso y la justicia, un teatro tan real como mortal.

Ejecuciones públicas 

Durante los siglos XV y XVI en España, las ejecuciones públicas eran eventos comunes que se llevaban a cabo en las plazas principales de las ciudades y pueblos. Estas ejecuciones servían no solo como castigo, sino también como advertencia y reafirmación del poder de las autoridades.

Con el tiempo, especialmente a partir del siglo XVI, se comenzaron a utilizar estructuras llamadas «rollos» o «picotas» para llevar a cabo estas ejecuciones. Estas eran columnas de piedra, a menudo ornamentadas, que se erigían en lugares prominentes, como plazas o entradas de las localidades. Además de su función judicial, los rollos y picotas simbolizaban la autonomía y jurisdicción de una villa o señorío.

Fuentes:

  • Marchena siglo XIX – Absolutismo versus Constitucionalismo – Tomo II, José Alcaide Villalobos.

  • Archivo histórico del Ayuntamiento de Marchena.

  • Real Audiencia de Sevilla (1826), documentos sobre ejecución y reparto de gastos.

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Historia

Historia del Arrecife de la Estación: de camino polvoriento a arteria urbana de Marchena

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La actual avenida Santos Ruano de Marchena, conocida antiguamente como el Arrecife de la Estación, fue durante el siglo XIX y buena parte del XX uno de los enclaves más dinámicos del desarrollo urbanístico y social de la localidad.

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¿Por qué se llamaba «Arrecife»?

El término «Arrecife» no hace referencia al mar, sino a un fenómeno geográfico local. Procede de los continuos desprendimientos de tierra desde el cerro del Arenal, que afectaban al camino hacia la estación de ferrocarril. Para contener estos desprendimientos, se levantó un muro de contención, utilizando piedras procedentes de tramos derribados de la antigua muralla medieval, lo que facilitó el paso de los carros que transitaban hacia la estación.

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La palabra «arrecife» tiene una etimología muy interesante y no proviene directamente del español peninsular tradicional, sino que tiene raíces árabes. Proviene del árabe hispánico arrazíf, que a su vez procede del árabe clásico raṣīf (رَصِيف), que significa camino empedrado, calzada, andén o pavimento. Este término fue adoptado en el español medieval con el significado de una estructura firme o empedrada, y con el tiempo, especialmente en el ámbito marítimo, se aplicó a formaciones rocosas submarinas que obstaculizaban la navegación.

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La conversión en avenida

La inauguración del ferrocarril en 1868, con su correspondiente estación en Marchena, marcó un hito clave. Se embelleció el Arrecife con banderolas y luces, y se organizó una gran fiesta popular con funciones religiosas, corridas de toros y reparto de pan a los más necesitados. Este evento impulsó el ensanchamiento y urbanización de la zona, que progresivamente se transformó en una avenida clave, estructurada y empedrada para el tránsito de mercancías, animales y personas.

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Camino hacia la estación

Desde el Picadero (zona alta del Berral) se construyó un terraplén para suavizar el desnivel hacia el centro urbano. En 1869 se edificó el «cañón del Berral», una conducción subterránea que llevaba agua desde el manantial conocido como el Baño de los Caballos, en la actual Plaza de la Constitución, hasta los lugares de paso del ganado.

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El Baño de los Caballos: origen, función y vínculo con la feria

Este antiguo manantial rural fue habilitado en 1879 como bebedero para el ganado, en especial durante las cosechas de verano y la feria. Su función estaba íntimamente relacionada con la feria de ganado, que entonces se celebraba precisamente en esta zona, siendo su primer emplazamiento conocido. Se construyó una calzada junto al arroyo para facilitar el acceso.

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Cines, teatros y espectáculos

Durante el auge de la feria y modernización urbana, esta zona albergó los primeros espectáculos teatrales y cinematográficos. Según la documentación, con el nacimiento de la ópera flamenca, artistas como Pepe Marchena comenzaron a actuar tanto en teatros como en cines. La feria era el lugar donde se veían por primera vez innovaciones como el cine, el fonógrafo e incluso exhibiciones de aviones.

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La actual Avenida de la Feria y avenida Santos Ruano conservan la memoria de este periodo de transformación. El Arrecife no solo fue un simple camino rural, sino un verdadero eje de modernización, ferias, cultura popular y comunicación para la Marchena del siglo XIX y XX.

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Fuentes:

  1. Archivo documental:

    • Marchena siglo XIX – Absolutismo versus Constitucionalismo. Tomo II (José Alcaide Villalobos): Menciones al camino del Arrecife como vía de tránsito a la estación y obras de infraestructura en el siglo XIX.

    • Marchena en el cambio de la sociedad y del paisaje rural de Andalucía entre los siglos XVIII y XIX (Rafael Mata Olmo): Análisis del desarrollo agrario y de caminos principales del municipio.

  2. Guías patrimoniales y culturales:

    • Marchena en tiempos del caciquismo – El motín de 1878 (Manuel Moreno Alonso): Referencias al uso político de caminos principales y expansión urbana en época de caciques.

    • Marchena Roma y otros cuadernos patrimoniales del Ayuntamiento: contexto de urbanismo histórico y rutas principales del municipio.

  3. Archivo fotográfico y testimonios orales:

    • Aportaciones de la Biblioteca Municipal “José Fernando Alcaide Aguilar”.

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