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Ravé: «El turnismo, el clientelismo y el caciquismo son los grandes males de aquella época»

Tras más de dos años de trabajo este jueves 17 de Enero se presenta en el Salón de actos del Ayuntamiento «Restauración plena y crisis finisecular», investigación histórica de José Alcaide Villalobos, muestra cómo la crisis demográfica, económica y política de finales del XIX, «es una consecuencia de lo que había pasado durante todo el siglo».

Para Juan Luis Ravé «se nota la ironía del autor cuando ve que se cometían los mismos errores que ahora, el turnismo, el clientelismo, nepotismo, caciquismo son los grandes males de aquella época. Uno de los grandes atractivos del libro es analizar los vaivenes políticos de la época, y reconoce las prácticas clientelares, el trato politico con la iglesia siempre muy respetuoso, con la que pueblos como éste había de llevarse bien».

Tras las correspondientes elecciones, se elegían los cargos «se creaban infinitas comisiones que luego no servían para nada, los gastos más importantes siempre son lo de personal, adscrito al régimen, se nombraba y destituía a los funcionarios, el impuesto de consumo no había quien lo controlara, por estar externalizado, se ayudaba a los colegios privados afines al partido, la manipulación de las elecciones era un mal endémico, y muy poco a poco se va viendo algo de progreso como la llegada del agua potable, la luz eléctrica, van llegando pero con mucho retraso» explicó Juan Luis Ravé.

Para Ravé «llama la atención por mi especialidad el poco interés que se le presta al patrimonio histórico», incluso se llegaron a derribar puertas y fragmentos de muralla «para que pasaran las procesiones», en una argumentación muy de la época tal y como publicó Fernando Alcaide en su libro sobre el sexenio revolucionario.

«Se permitió horadar la muralla por particulares cuando eso estaba prohibido desde el siglo XVIII cuando se permite construir entre torreón y torreón y en el XIX se permite abrir agujeros en la muralla, se permitió construir sobre las torres o usar la parte de arriba de las torres» indica Ravé.

Entre los gastos que llaman la atención resalta el capítulo de fiestas especialmente Feria y semana Santa,  cuando realmente había otras necesidades perentorias y gran parte del gasto se iba en obras públicas, es algo que se sigue haciendo. «Es un libro que va a gustar mucho a los marcheneros».

Pepe Villalobos agradeció las personas que han colaborado con la presente publicación especialmente a las familias que le han abierto sus archivos privados, como Juan Torres Ternero,  Mariano Sanz Prats, o Francisco Lozano, que ha colaborado en el tema de la mortalidad, Eduardo Ferreras, Ignacio Ternero Aguilar Galindo, Manuel Garcia Rubio y Pilar Zúñiga.

«La Caridad era la hermandad más importante que había en Marchena, porque cumplía una serie de funciones asistenciales que no hacían el resto de hermandades como enterrar difuntos sin recursos, hacían obras de Caridad. Lo pudientes de Marchena querían ser rector de La Caridad» explicó su autor en entrevista previa a nuestra redacción.

En los últimos 25 años hubo crisis mundial y nacional con caída importante de la población. A finales del XVI Marchena fue una pequeña ciudad de 14.000 habitantes, grande para su tiempo y luego la población fue decayendo y a principios del XIX quedaban 8000 habitantes y en 1873 se alcanza de nuevo los 14.000 habitantes y a final del siglo la población se desploma por la crisis de los precios agrícolas por la competencia del grano de América y Rusia por los avances en medios de comunicación.

«Toda tragedia económica conlleva una tragedia social. Al caer los precios agrícolas las tierras no se trabajan, el comercio y la industria se vino abajo, la gente emigra y Marchena perdió alrededor de 3000 habitantes a fin de siglo, más el coste de la Guerra de Cuba. Los que volvieron a Marchena de Cuba eran los enfermos, que se contagiaron de enfermedades tropicales y los repatriados a finales del 98. A los enfermos el Ayuntamiento los ayudaba dentro de sus posibilidades», explica Villalobos.