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Sevilla, la ciudad que dominó el comercio del mar

Si alguien te pregunta cuál fue la ciudad más rica y poderosa de España en el siglo XV, probablemente pensarías en Madrid o Barcelona. Pero no. La respuesta es Sevilla, la auténtica reina del comercio marítimo en una época en la que el dinero no estaba en los bancos, sino en los barcos.

Imagina un puerto lleno de actividad, donde se movían barriles de vino, fardos de seda, toneladas de azúcar y hasta esclavos. Sevilla no era solo una ciudad, era el centro comercial más importante del sur de Europa, conectada con Génova, Lisboa, Flandes, Inglaterra y hasta el norte de África. Y todo gracias a su gran puerto fluvial, que comenzaba en La Rinconada y llegaba hasta Sanlúcar de Barrameda.

Los productos estrella: lo que más se vendía y compraba

Si tuvieras que apostar por un negocio en el siglo XV, te convenía vender aceite, vino y jabón. Sevilla exportaba estos productos por toneladas, enviándolos a toda Europa. El aceite iba a Génova y Flandes, el vino a Inglaterra y las Canarias, y el jabón… bueno, el jabón tenía historia aparte.

Los jabones de Sevilla y Jerez eran los más codiciados. En Jerez, los Ponce de León controlaban su producción, mientras que en Cádiz se vendía otro más barato llamado «jabón prieto». No era solo para lavarse las manos, sino un bien de lujo que se usaba en textiles y perfumería. En 1494, un comerciante inglés llamado Johan Bagley intentó llevarse 200 quintales de jabón blanco a Londres. Lo que hoy sería un negocio millonario.

Los amos del comercio: los genoveses y los nobles andaluces

Si te imaginas que los sevillanos eran los dueños de todos estos negocios, te equivocas. Los verdaderos jefes eran los genoveses. Esta comunidad extranjera dominaba el comercio sevillano, financiaba expediciones y tenía almacenes gigantes en Cádiz. Entre ellos, Francesco Riberol, que no solo ayudó a conquistar Tenerife, sino que también se hizo millonario con el negocio del azúcar.

A su lado estaban los nobles andaluces, como los Enríquez de Ribera, que invirtieron el dinero del comercio marítimo en construir la Casa de Pilatos, la Cartuja de Santa María de las Cuevas y el Palacio de las Dueñas. Gracias a su fortuna, Sevilla no solo era un puerto comercial, sino también una de las ciudades más monumentales de España.

Un monopolio que lo cambió todo

Pero este imperio comercial no duró para siempre. A finales del siglo XV, Sevilla ya se perfilaba como la gran capital del comercio con América, y su riqueza solo iba a crecer más. Sin embargo, este auge también atrajo regulaciones y monopolios. El comercio quedó en manos de unos pocos, y con la llegada del siglo XVI, Sevilla ya no solo exportaba vino y aceite, sino que se convirtió en la puerta de entrada del oro y la plata del Nuevo Mundo.

Así que la próxima vez que camines por el centro de Sevilla y veas sus grandes palacios, recuerda que muchos de ellos no se construyeron con dinero de reyes o guerras, sino con el negocio del mar. Un mar que, aunque Sevilla no tuviera costa, controlaba mejor que nadie.

Sevilla y los negocios de la mar. Recursos que financiaron la arquitectura y el arte a fines del siglo XV», escrito por Ana Aranda Bernal.