Obituario: Teresa Avellaneda. La muerte no es el final
José Antonio Suárez López
OBITUARIO. La primera mujer pregonera de la Semana Santa de Marchena nació en Melilla en 1950 y ha muerto hoy en Málaga. El Consejo de Hermandades le comunicó su nombramiento la víspera del día de San Francisco y dijo al recibir la noticia «Hay muchos marcheneros que tendrán más mérito que yo para el pregón».
«Todos somos muy parecidos porque somos muy pequeñitos, somos pobres, lo que tenemos lo hemos recibido, por eso cuando me preguntan si estoy nerviosa digo que no porque no tengo nada que ganar ni nada que perder», nos dijo. Estoy seguro de que si pudiera dejarnos un mensaje sería «La muerte no es el final».
Desde que la conocí en el pregón de Marzo de 2018; hace tres años, cuando se convirtió en la primera mujer pregonera de Marchena nuestras almas y corazones alcanzaron una familiaridad inesperada. Era y es un ser de luz como pocos. Así que en estos momentos me gustaría poder decirle. Enhorabuena, ya estás junto a tu amado: ya estás en tu casa.
Yo solía ir a dar paseos a tu convento en busca de la belleza de las rosas y las flores, con mi otra flor, y allí estabas tú, en aquel patio por donde no pasa el tiempo. Todas las flores reunidas en aquel vergel cantaban el himno del amor, y nos daban cariño, calma y paz. Gracias por todo eso.
Buscábamos el consuelo de la caricia del sol y efectivamente, os encontrábamos a vosotras, almas puras y elevadas, te encontrábamos a tí y una tarde de tedio y pesar se convertía en una fiesta, un gozo para el alma. Nos reconfortabas con tus palabras, nos transmitías cariño: leías nuestras almas, e interpretabas el himno del amor, que estaba y está escrito en tu corazón y sin apenas conocernos, nos reconocíamos y cantábamos juntos el himno del amor. Me gustaba ir a verte porque eras y eres una franciscana de pies a cabeza: alegre, sencilla y pura como una novia en busca de su amado.
Ya lo dijiste entonces: «El pregón no es mío, sino que está escrito a pie de Sagrario» y no cabía la menor duda. Vivías en una dimensión muy elevada y el agua clara del manantial de tu risa aún lo revela en mi memoria.
«Cuando la pena nos alcanza por un compañero perdido cuando el adiós es dolorido busca en la fe su esperanza» dice la marcha «La muerte no es el final» que eligió la pregonera, imbuída del espíritu militar que se vive en la Melilla natal de la pregonera. Además era la marcha favorita de su madre, que falleció pocos meses antes de su pregón.
«He querido dedicarle esa marcha a mi madre que murió hace unos meses y yo se que está asomada a los balcones del cielo y yo sé que esa marcha a ella le dislocaba», me contaste. Pues ahora ya estáis juntas, todas, en los balcones del cielo desde donde seguirás pidiendo por nosotros. Y no. La muerte no es el final. Es el principio de una nueva vida que, estoy seguro nos llevará a vernos de nuevo.
«Como este pregón no es mío, sino que está escrito a pie de Sagrario, cada vez que intentaba rectificar algo, lo intentaba en el ordenador y no podía. Así que lo que tenía que hacer era imprimir en el ordenador y me bajaba al sagrario de la iglesia y allí, quitaba, ponía, reorientaba. Osea ese pregón está escrito al calor del Sagrario. Osea no es mío, es del señor. Alli meditaba, escuchaba la palabra, pedía inspiración, le preguntaba qué es lo que él quería decirle al pueblo y que yo fuera como su conducto, para el que va a refrescar la mente y el corazón del que escuche el pregón es El, que es el que tiene poder «.
«Hay cosas tradicionales que hay que transmitir a nuevas generaciones. Hay mensajes, historias con nombres y apellidos que lo hacen vivo aunque no se les mencione. Hay personas que con esta virgen en esta o la otra procesión tuvo esta o aquella vivencia. Yo la he recogido y la he hecho mía, o sea que es un pregón no abstracto sino con caras concretas».
El pregón de Teresa no fue un pregón, fue un milagro, franciscano, aquel que impregnó Marchena durante quinientos años, y que dio origen a la Semana Santa que se expresó en público ante todo el pueblo por boca de la pregonera Sor Teresa Avellaneda, conectando con el alma de la Marchena Secreta que da nombre a nuestra revista y que también se expresa a través lo que hay en nuestro corazón: Cristo y el amor.
Subió al altar mayor de San Juan, vestidos con las túnicas de las hermandades, o de monaguillos y los hizo partícipes de su pregón. En cada hermandad se fue deteniendo a desvelar algún secreto, como por ejemplo el misterio de la Verónica y el secreto del mandato. «Pensamos que el mandato es justo eso: Dios con el ordeno y mando, una ley, algo forzado, algo que hay que cumplir para salvarse, pero no. Que va, no es eso es justamente un regalo, es el mismo amor de Cristo en tu alma derramado».
Tener a Teresa en Marchena fue un regalo para todos los marcheneros.