Estar a la sopa boba es una expresión que viene de los sopistas que eran los estudiantes más pobres, que recorrían las casas de comidas, calles, plazas y conventos pidiendo una sopa que comían con la cuchara de madera que llevaban colgada de la ropa, lo que les permitía comer en cualquier situación. Esta cuchara de madera es hoy el símbolo de las tunas.
Estudiar en el siglo de oro español no era fácil y la escasez marcaba el día a día de los estudiantes. Esto ha dejado en nuestra lengua un rosario de expresiones y palabras de las que a día de hoy no sabemos su significado exacto. La más conocida es la vivir a la sopaboba pero hay otras como tunante, gorrón, sopista, beca, manteo.
La llamada Casa de la sopa o Corral de la sopa de Osuna donde se administraba la sopa a los estudiantes estaba cerca del Colegio, frente a la colegiata hoy reconvertido en hotel.
Los sopistas dieron origen a las tunas estudiantiles que nacieron en los siglos XIII y XIV en Salamanca pero recogen la tradición de los goliardos, unos clérigos errantes de los que ya hablaba en el siglo IV el Concilio de Nicea.
Otros no tenían dinero para comprarse el sombrero de tres picos ni la capa, del uniforme por lo que pedían a algún noble que les regalara el sombrero y la capa. Se les comenzó a llamar capi-gorrones o gorrones por la «gorra».
Los «sopistas» o capigorrones fueron originalmente 36 en los documentos fundacionales de la Universidad de Osuna, dejando el fundador por escrito su voluntad de que que fuesen «pobres, mancebos de abilidad, doze gramáticos, doze artistas y doze theólogos» y del Estado del Duque de Osuna que recibían cinco maravedís y dos libras de pan cocido cada un dia y par de zapatos de quero negro cada mes.
A causa del hambre que pasaban los estudiantes algunos decidían hacerse escuderos de señores, buldero, que vendían bulas falsas, mendigos, o truhanes.
Existen muchas causas judiciales en que le pedían responsabilidad a los rectores porque los estudiantes abandonaban la casa que habitaban sin pagar a la patrona o dejaban embarazada a la criada y se metían a novicio para escapar de la justicia.
No todos los estudiantes pasaban hambre. Los colegiales eran los únicos que tenían asegurada casa y comida mientras duraba el estudio y en Osuna eran veinte. El vestido que habían de llevar los colegiales de Osuna era un manto de paño negro y una beca de color azul.
Su traje ordinario consistía generalmente en la «loba» o sotana corta, sin mangas, calzones gruesos y el manteo de paño.
Los manteistas- eran el resto es decir la mayoría de estudiantes que eran de Osuna o vivían con sus familias o eran, en gran parte, religiosos que vivían en sus conventos del estados del Duque, y se hospedaban en Osuna en régimen de pupilaje.
Para mantener la Universidad don Juan Téllez Girón dejó rentas por un millón setenta y cinco mil y quinientos maravedís, y fue bendecido el edificio el 8 de Diciembre, fiesta de la Inmaculada de 1548, de la que era muy devota la madre del Duque que siempre quiso que «las personas dedicadas al culto divino fuesen personas de santidad y letras«.
Con este dinero, se pagaron catorce cátedras mayores y ocho menores, y la comida y casa a veinte colegiales, y ración de comida y calzado a treinta seis estudiantes agrupados en torno a las facultades de Teología, Derecho (Cánones y Leyes), Medicina y Artes.
La Facultad de Medicina tenía fama porque en ella impartió clases y escribió una obra sobre las casas nobiliarias de Marchena y Osuna donde tiene calles a su nombre.