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Un pregón curcero cargado de Esperanza: crónica de fé, familia y tradición

El Domingo de Pasión se vivió una jornada emotiva que culminó en el esperado pregón de la Semana Santa 2024. El pregonero, Alfonso Rodríguez, se presentaba no solo como portavoz de la tradición y la devoción de su pueblo, sino como testigo y partícipe de una historia familiar profundamente entrelazada con la fe y las imágenes veneradas en Marchena.

Desde el principio, el tono de Alfonso se tiñó de un amor incondicional por su tierra y sus tradiciones. Al referirse a la Semana Santa, sus palabras, «Esta chicotá va por Marchena,» destilaban un orgullo y una pasión que solo alguien cuya vida ha estado marcada por estas celebraciones podría expresar. La intención de su pregón era clara: rendir homenaje a las raíces y a la fe que han modelado su vida y la de su comunidad.

La relación de Alfonso con la Virgen de la Esperanza es un hilo dorado que atraviesa su narrativa. «Eres mi esperanza eterna, mi reina de gracia llena,» confesaba con voz emocionada, revelando no solo su devoción personal sino también el lugar central que ocupa la Virgen en su corazón y en su familia. Este vínculo trasciende lo personal, convirtiéndose en un lazo que une generaciones, desde su padre hasta su hijo.

«Háblame de la Esperanza para que todo el mundo lo sepa, tú que tanto la quisiste, tú que te enamoraste de ella, porque dos amores tuviste. La esperanza en el cielo y mamá aquí en la tierra. Háblame de tu Virgen por la que tanto trabajaste para engrandecerla. La que desde niño me enseñaste a quererla, la que vivía con nosotros y en casa podíamos verla».

«La esperanza, la que cuando menos lo esperábamos, bajó un día a la Tierra y cogido de su mano te llevó al cielo con ella. Háblame de tu Virgen, la que a nadie deja indiferente de tanta belleza, la que en un barco de plata navega repartiendo su nombre y su realeza. Y así fue. Lo sentí a mi lado, tan cerca de mí, que parecía que mi mano al escribir era él quien la dirigía. Y gracias a esta inspiración que en lo más profundo de mi alma yo sentí. Hoy puedo decir ola Esperanza es mi Baluarte, la más preciada Joya de mi Joyero, perla de las Maravillas, luz de mi candelero».

La figura de su padre emerge como un pilar fundamental en su vida y en su fe. «Háblame de la esperanza,» le pedía imaginariamente a su padre, buscando en su memoria y en su ausencia la inspiración para hablar de la Virgen. Esta invocación simboliza la transmisión de la devoción y los valores de una generación a otra, mostrando cómo la figura paterna ha sido clave en la configuración de su propio camino espiritual y cofrade.

Alfonso comparte esta herencia con su hijo, a quien introdujo en el mundo de las hermandades desde muy joven, guiándolo bajo el amparo de la Veracruz y otras veneradas imágenes traslaadando esta herencia a su hijo mostrando asi la continuidad de una tradición familiar que se renueva con cada generación.

La Hermandad de la Veracruz ocupa un lugar especial en su relato. Es la expresión más auténtica de su identidad cofrade y de su compromiso con las tradiciones de su pueblo. La Veracruz simboliza para Alfonso el encuentro con lo más profundo de su fe y con los recuerdos de su padre, quien le enseñó a abrazar la cruz como símbolo de salvación y esperanza.

La elección de la marcha «Virgen del Valle» es otro acto de memoria y homenaje. «Por la calle Orgaz… siempre se le tocaba la marcha Virgen del Valle,» a la Esperanza recordaba, evocando momentos compartidos con su padre y rindiendo tributo a su esposa, María del Valle. La marcha se convierte en un símbolo de conexión entre el pasado y el presente, entre el recuerdo y la devoción viva.

El pregón culminó con una exaltación a la Virgen de la Esperanza, reflejando el amor y devoción que Alfonso siente por esta imagen. El énfasis en la esperanza como tema central del pregón simbolizaba la luz y guía que la Semana Santa proporciona a los fieles en su camino espiritual.

El pregón de Alfonso María Rodríguez es, en esencia, una crónica de fe, familia y tradición. A través de sus palabras, Marchena vivió un momento  en que la historia personal se entrelaza con la colectiva, y donde la Semana Santa se revela como el escenario donde se renuevan los lazos de devoción y memoria.