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Una obra de teatro danza recrea la vida de la beata ciega, que vivió en Marchena antes de ser quemada por la Inquisición

La Beata Ciega o la beata Dolores, última persona quemada por la Inquisición en España y que vivió en Santa Isabel de Marchena antes de ser quemada en Sevilla, se ha convertido en un personaje teatral, tras ser protagonista de una novela y formar parte de las historias que se cuentan en las rutas de la Marchena Secreta.

La bailarina y coreógrafa Laura Morales estrena en el Teatro Central de Sevilla ‘El último Acto de Fe’, en la sala B los días 25 y 26 de febrero recreando el último auto de fe celebrado en Sevilla contra la Beata Dolores en 1781 financiado por la Consejería de Cultura y el Ayuntamiento de El Real de la Jara.

El último auto de fe general que se celebró en España tuvo lugar en Sevilla en 1781. Un Auto de Fe que tuvo como víctima a la Beata Dolores, quien fue denunciada por uno de los confesores, condenado igualmente por haber cometido el delito de solicitación. La mujer no se arrepintió de sus errores porque según ella nada era pecado y fue condenada a muerte. Tras la celebración del auto de fe, que duró doce horas Se le aplicó el garrote vil y después el cadáver fue arrojado a una gran hoguera.

Laura Morales estrena en el Teatro Central ‘El último Acto de Fe’, basada en el auto de fe contra la Beata Dolores, donde explora éxtasis y castigo.

El escritor Antonio Miguel Abellán escribió la novela histórica La Beata Ciega, que relata los excesos eróticos y místicos de Dolores López, una beata joven y ciega que vivió unos años en Marchena, y levantó un gran escándalo al descubrirse que mantenía relaciones íntimas con su confesor.  Era muy guapa, ciega y su padre cometió el error de entregarla a la persona equivocada, su confesor Mateo Casillas, demasiado joven, con doce años.

Llegó a las beatas de Santa Isabel de Marchena huyendo del convento de Nuestra Señora de Belén de Sevilla de donde fue expulsada. En Sevilla fue pareja de Mateo Casillas, su confesor al que lo entregó su padre a la edad de doce años tras morir su madre.

Mateo Casillas, su confesor le metió en la cabeza las ideas de Miguel de Molinos. «Cuando muere su confesor, ella pasa al convento de Belén de Sevilla en la Alameda, pero estuvo poco tiempo. La echaron porque tuvo varias relaciones con novicias» explica el autor.

De allí vino a Marchena «donde tuvo escarceos con las internas e inició una relación con su confesor, natural de Lucena» explica Antonio Miguel Abellán. «Con él tuvo una relación seria y prolongada a la vista de todos, lo que provocó el lógico escándalo en Marchena. El escándalo fue tal que antes de que fuera denunciada a la Inquisición el confesor de marchó a Lucena y ella junto a otras amigas se fueron a Lucena con su confesor. En Marchena fue un escándalo y se le conoció como la beata diabólica».

Declaró que «Cuando en el sesto precepto leía no fornicar, entendía no murmurar; que por este motivo ignoraba por qué parian las casadas y no las doncellas, y que cuando hizo voto de castidad fué para ella voto de no casarse».

«Su confesor mantuvo relaciones con ella muy joven a la edad de doce años en Sevilla cerca de la parroquia de San Pedro. Se aprovechó de la confesión auricular y no era un caso aislado, estaba a la orden del día en Sevilla las relaciones de los sacerdotes con sus hijas espirituales» indica el autor.

COMPRAR LA BEATA CIEGA

En el beaterío de Santa Isabel de Marchena, mantuvo escarceos con otras beatas y con su confesor, antes de escaparse de nuevo con él a Lucena para luego volver a su Sevilla natal, donde se encontraría con su destino. Convertirse en la última persona quemada por la Inquisición en España en 1781.

«El problema de Dolores López es que era muy poco discreta, se relacionaba abiertamente de forma íntima con sacerdotes y eso no se podía tolerar. Ella pedía que la azotaran sus confesores. Ella les decía que cada azote libraba a un alma del purgatorio. En la actualidad esa actitud de la beata tal vez podría tacharse de masoquismo. Hay mucha documentación al respecto, sobre solicitantes, muchísimos casos de confesores que, mediante la confesión auricular, como la llamaban, seducían a toda mujer que bajara la guardia» explica Antonio Miguel Abellán, autor del libro que novela la historia de la beta ciega que pasó por Marchena.

Al mismo tiempo mostraba un «desequilibrio místico también presente en Santa Teresa o San Juan de la Cruz claro que ellos tuvieron más suerte aunque Santa Teresa estuvo a un paso de ser quemada».

Mantener relaciones íntimas en el seno de instituciones religiosas o ser seguidora de Miguel de Molinos, que -cien años antes- defendía la contemplación interior como forma de comunicarse con Dios, sin la mediación de la iglesia, la hizo ser perseguida y morir quemada por hereje.

De Lucena vuelve a Sevilla, donde vuelve con Mateo Casillas su primer confesor, que decide declarar ante la Inquisición todos sus pecados en un remordimiento. Sus pecados eran haber yacido con la Beata Ciega, Dolores López siendo su confesor.

«Para evitar ser quemada viva, pidió confesarse, lo que se le concedió. Tras tres horas de confesión completa en la Cárcel Real, fue llevada al quemadero, del Prado de San Sebastián, donde a las cinco de la tarde se le dio garrote, y su cadáver fue dispuesto en la hoguera, donde se estuvo consumiendo hasta las nueve de la noche».

LAS ULTIMAS HORAS DE LA BEATA CIEGA

«Al momento la detienen a ella y comienzan los interrogatorios en la Inquisición en el Castillo de San Jorge. La condenan por hereje y por molinosista, por ilusa, pero no por bruja a pesar de que sus vecinos la acusaron de bruja y curandera. Fue una víctima de su época en realidad. Cuando la quema de la Beata hacia ya cuarenta años que no se quemaba en Sevilla a nadie».

«En esa época en Sevilla había instalado un ambiente de terror en la ciudad donde tu mismo vecino te podía denunciar a la Inquisición, no te podías fiar de nadie ni del vecino ni de la familia. Al reo lo metian en una mazmorra pero no te decían porqué.  Sevilla era un templo enorme donde estaba todo controlado» expone Antonio Miguel Abellán.

LA OBRA TEATRAL QUE SE ESTRENA EN BREVE

Laura Morales se inspira para ‘El último Acto de Fe’ en el libro ‘Milagreros, libertinos e insensatos. Galería de reos de la Inquisición de Sevilla’, de Juan Antonio Alejandre; según el texto todos los casos en los que se vio envuelta la Beata Dolores López, implicaban encuentros con sacerdotes,  primero carnales, para más tarde castigar con “disciplinas”. Fue acusada de fingir revelaciones divinas y de mantener relaciones sexuales con sus confesores. A partir del libro citado y del último auto de fe Laura Morales explora las nociones de castigo y éxtasis mediante un trabajo físico y mental del aguante y un ritmo permanente hasta llegar al éxtasis, o a un estado de paz que conecta, según ella, con la película de Lars Von Trier ‘Nymphomaniac’.

El espectáculo ha sido creado junto a María Pizarro, Marie Delgado y María del Mar Suárez “La Chachi”, como intérpretes, y con Juan Luis Matilla, de la compañía Mopa, como asistente de dirección, y se ha llevado a cabo en residencia con el Teatro Central y con la colaboración del Ayuntamiento de Real de la Jara (Sevilla). Titulada en Danza Contemporánea por el Conservatorio de Sevilla Antonio Ruiz de Soler y ampliación en el Centro Andaluz de Danza.

EL MOLINISMO EN SEVILLA

El Obispo que fuera de Palermo y luego de Sevilla Jaime Palafox fue el principal defensor de Molinos, publicando en Sevilla y Palermo su obra y predicando en el púlpito de la catedral de Sevilla, con la Guía de Molinos en la mano. Poco después fue obligado por la Inquisición a retractarse condenando las tesis del hereje Molinos. Escribió entonces que era «un pérfido que, con infernal malicia, supo esconder sus execrables errores y abominables obscenidades» y que no había dudado en ocultarse detrás de los enunciados teológicos de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

En Sevilla y provincia hubo numerosas condenas por molinismo durante cien años como la beata Dolores López, última persona quemada por la Inquisición o el clérigo de San Sebastián de Marchena Juan de los Ríos. Aunque fuesen casos de índole carnal, también se les acusaba de molinistas ya que la Inquisición tenía potestad sobre la ortodoxia católica.