La puerta cerrada de la tienda de chucherías La Piruleta se ha convertido en las últimas horas en un improvisado altar en memoria de Salvador Zapico, “Salvi”, propietario del popular establecimiento. Decenas de niños y vecinos se han acercado para dejar velas, fotografías, cartas y dibujos, en una muestra espontánea de cariño hacia quien consideran parte de su infancia.
Grupos de escolares se han ido concentrando delante del local, algunos todavía con la mochila al hombro, para colocar mensajes y corazones de colores pegados en la puerta. A sus pies, decenas de velas rojas encendidas y pequeñas imágenes han creado un rincón de silencio en mitad de la calle, donde se suceden los minutos de recogimiento y los abrazos entre amigos y familiares.
Lo que más llama la atención es la cantidad de textos escritos por los propios niños: frases de agradecimiento, promesas de “no olvidarte nunca” y recuerdos de las tardes de chuches en “La Piru”, como muchos llaman al negocio. Sobre las hojas, dulces dibujados, piruletas multicolores y mensajes como “siempre en nuestros corazones” resumen el impacto que Salvi ha dejado en varias generaciones.

A esas muestras se han sumado numerosos mensajes en redes sociales. Entre ellos, las palabras de Miguel Ángel López Paredes, que definía al comerciante como “un Peter Pan cuidando de los niños como uno más” y “un ángel guardián de todos tus vecinos”, y aseguraba que “La Piru siempre será uno de los lugares favoritos”.
También el escritor Jesús Solano ha querido rendirle homenaje con un poema dedicado a “los niños de La Piruleta”, que narra la larga noche en que muchos pequeños, acompañados por sus padres, se acercaron a la puerta del establecimiento con velas encendidas, esperando simbólicamente que se abriera una vez más. En sus versos, el autor resume el sentimiento compartido por el vecindario: “SALVI ZAPICO: aquí están tus niños, a las puertas de tu casa, esperando que abras, mientras tú estás en los cielos, por todo el amor que derramaste en las edades tempranas”.
Las muestras de duelo continúan a lo largo del día, con nuevos ramos de flores, más velas y mensajes que se van sumando al pequeño santuario improvisado. La despedida a Salvi Zapico, dueño de La Piruleta, refleja el vacío que deja su ausencia y, al mismo tiempo, el profundo vínculo que logró crear con los niños y las familias que llenaron de vida su tienda de golosinas.

